David Torres es un escritor que publica regularmente columnas en el diario Público bajo el nombre genérico de “Punto de fisión”. Hace años las leía con asiduidad porque rara vez me dejaban indiferente: o bien me daban ganas de hacerle una estatua o bien quería enviarle a aquella famosa cárcel de papel que aparecía en la revista La Codorniz.
Con el tiempo
dejé de leerle porque dejó de provocarme reacciones y cuando lo hacía, casi
siempre era la de enviarle a reflexionar a la cárcel aquella. Reconozco que
tiene un estilo poderoso pero no tanto como para leerle por puro placer
estético.
He hecho una
excepción.
Hace tiempo que
he dejado de leer periódicos, antes de que comenzaran a restringir el acceso a
noticias y artículos pero ahora con más razón[1].
Apenas leo titulares y rara vez entro en las noticias aunque tenga el acceso
permitido, pero cuando vi que la columna de Torres del 6 de abril se titulaba
“Pido perdón” y estaba acompañada de una imagen de la entrada del campo de
exterminio de Auschwitz ― Birkenau me
pudo la curiosidad.
Sucede que el
día anterior había publicado una columna de título “Ayuso va hacia arriba” y él
mismo explica el error en que incurrió[2]:
“Equiparar a los ciudadanos del Madrid gobierno del PP con los judíos
prisioneros en Auschwitz no fue sólo una hipérbole desafortunada o una
comparación lamentable, sino una estupidez”.
Hasta aquí de
acuerdo y como la memoria es floja recordaré que los del PP tampoco tienen
derecho a rasgarse las vestiduras porque Esperanza Aguirre, a la que Ayuso debe
su carrera política, comparó a los peperos con los judíos que vivían en la
Alemania nazi cuando gobernaba Rodríguez Zapatero.
Más peligroso me
parece este otro párrafo: “No, no hay nada con lo que comparar Auschwitz,
porque Auschwitz es el mal absoluto, el horror absoluto, el pozo sin fondo de
la civilización occidental”.
Obras humanas
No tengo nada
que añadir sobre Auschwitz a lo que escribí a finales del 2014 cuando
reivindicaba a Czeslawa Kwoka. Pese a no ser muy extenso fue uno de los textos
que más me ha costado escribir porque realmente sentía cada palabra, pero eso
del mal absoluto me da un cierto miedo, dado que aunque ahora no practique sigo
siendo historiador de oficio y de vocación.
Hace tiempo que
observo una corriente de opinión que considera la Alemania nazi como un periodo
más allá del tiempo y del espacio, como si el demonio hubiera bajado a la
tierra para encarnarse en un tipo de bigote ridículo que manoteaba mucho al
hablar. Me da la impresión de que viene de Estados Unidos y hasta se ha
encarnado en una fórmula que dice que el primero que saca a relucir el nazismo
en una discusión, pierde.
No es difícil
describir la época nazi[3].
Duró veinticinco años desde que Hitler entra en el DAP (Partido de los
Trabajadores Alemanes) por orden de su superior en el ejército hasta que se
suicida en el búnker de la Cancillería. De ellos, aproximadamente la mitad
cubren el camino de la nada a la toma del poder y la otra mitad el ejercicio de
este, a su vez divisible en dos mitades: la paz y la guerra.
Es cierto que no
se puede comprender el nazismo sin la figura de Hitler[4],
pero Hitler no surge de la nada. Hay todo un ambiente ideológico en el que él
entra con ganas, una mezcla de pangermanismo, antijudaísmo, y elitismo, entre
otros factores. Hay decisiones externas a él y a Alemania que ayudaron a su
éxito, como el Tratado de Versalles. Hitler se refirió al Tratado de Versalles
en todos los discursos que pronunció antes de llegar al poder y se sabe que sus
seguidores esperaban ese momento porque ahí Hitler se entregaba a fondo. Los
Aliados tardaron en comprender su error pero, como dice el refrán, más vale
tarde que nunca. Acabada la segunda guerra, no sólo no impusieron sanciones
económicas a los vencidos sino que les ayudaron a recuperar su economía a
través del Plan Marshall.
Ciertamente, hay
cosas que llaman la atención sobre la idea que tenían de Hitler sus
contemporáneos. Muy poca gente leyó su libro con atención y los pocos que lo
hicieron se desesperaban porque todo estaba ahí y nadie pareció hacerles caso.
Ahora hay quien se ha puesto a revisar las publicaciones estadounidenses de la
época y se ha escandalizado de que trataban a Hitler de forma similar a como lo
hacían con las estrellas de cine. Stalin no quiso creer en la invasión alemana
cuando ya se había producido porque pensaba que Hitler era incapaz de
traicionarle[5]...
Entender
Auschwitz
Resulta difícil.
No sólo ponerse en la piel de los que estaban en los barracones de los presos
sino también entender el comportamiento de los que ocupaban los de los
guardias. Pese al tiempo transcurrido sigue siendo difícil comprender que una
de las guardesas, famosa por su crueldad, creyera que después de la guerra iba
a hacer carrera en el cine. O que un comandante interino tratase de “humanizar”
el campo, ¿Cómo era posible tal cosa[6]?
El momento de
mayor actividad en Auschwitz coincidió con la deportación de los judíos
húngaros en 1944. Hungría formaba parte del Eje pero como casi todos los
aliados de Alemania no hizo nada por favorecer el exterminio de los judíos. Una
cosa era dictar leyes prohibiendo que alguien pudiera ejercer el oficio para el
que se había preparado y otra proporcionarle la muerte o colaborar en la tarea.
De modo que Hitler, harto de la pasividad húngara, invadió el país para que se
pudiera organizar el traslado y la consiguiente masacre. Los hornos de
Auschwitz no fueron suficientes y los cadáveres se quemaban al aire libre. Los
que llegaban al campo lo veían pero estaban tan agotados después de un viaje
terrible que no tenían capacidad de reacción y se dejaban conducir a la muerte,
quizá contemplándola con alivio...
Si se repara en
las fechas en que tuvo lugar, el extermino de los judíos húngaros resulta
difícil de entender porque coincide con el desembarco de Normandía, el hecho
esperado por todos que certificaría la derrota alemana en caso de tener éxito.
La lógica parece decir que en aquellos momentos el gobierno alemán debería
haber dedicado hasta el último céntimo y el último hombre a la guerra pero no
fue así.
Entonces cabe
pensar en otras “lógicas”. ¿Puede que supieran que estaban derrotados y querían
terminar la tarea que se habían impuesto en el poco tiempo que intuían que les
quedaba o quizá se trataba de un pensamiento mágico que confiaba en que muerto
el último judío europeo desaparecería la amenaza?
No hay más
absoluto que el cero Kelvin
La deportación
de los judíos húngaros tuvo lugar entre el 15 de mayo y el 9 de julio de 1944[7].
434.000 fueron enviados a campos de exterminio, en su mayoría a Auschwitz, y el
80% gaseados a su llegada. El procedimiento es conocido: cuando se abrían los
vagones, un oficial del campo y un médico decidían si el ganado
transportado iba a la izquierda o a la derecha. Si formaban en la columna
izquierda ni siquiera se les tomaba la filiación, iban directos a la muerte sin
mayores ceremonias. Aunque todos los muertos son importantes, hay una foto que
resulta terrorífica.
El exterminio de
tutsis y hutus moderados en Ruanda tuvo lugar entre el 7 de abril y el 15 de
julio de 1994. Murieron entre 500.000 y un millón de personas y se calculan
entre 250.000 y medio millón de violaciones. Aquí todas las incineraciones
fueron al aire libre y recuerdo un caso en que la gasolina la proporcionó un
convento de monjas.
Diría que la
comparación con Auschwitz es adecuada. Por supuesto, la pregunta principal es
por qué se recuerda algo que sucedió hace 75 años y no lo que sucedió 50 años
después, cuando muchos ya éramos adultos. Pero esa pregunta tendrán que
responderla los que no quieren recordar...
[1]
Hace poco leía a un experto que decía que aunque la cantidad de gente dispuesta
a suscribirse a servicios de televisión de pago es muy grande, calculaba en
unos 300.000 el número máximo de españoles dispuestos a pagar por leer un
periódico en Internet. El tiempo dirá...
[2] El
artículo original ha sido modificado. Entiendo la justificación pero sigo
estando en contra, me recuerda demasiado a 1984.
[3]
Nazi es un término despectivo que en alemán tenía connotaciones de “paleto”,
los seguidores de Hitler nunca lo utilizaban para referirse a sí mismos.
[4] A
veces no importa repetirse: la mejor biografía de Hitler es la que escribió Ian
Kershaw, precisamente porque nunca olvida el contexto en que Hitler surge como
figura pública.
[5]
Ahora se reivindica mucho el papel de la URSS en la guerra y se recuerda que
fueron las tropas soviéticas las que entraron en Berlín o liberaron Auschwitz y
es cierto. Pero también lo es que Stalin fue fiel al pacto de amistad
germano ― soviético hasta que Hitler le
traicionó, dos años después de empezada la guerra.
Entre las cláusulas del pacto estaba el reparto de Polonia y lo llevaron a cabo
como dos buenos amigos.
[6]
Fue ejecutado al final de la guerra pero en el juicio varios presos
testificaron a su favor.
[7]
Todos los datos que siguen están tomados de la Wikipedia en castellano. Caben
matices pero no refutaciones importantes.