lunes, 15 de diciembre de 2014

EL CUENTO DE LOS DOS JOYEROS Y EL COLLAR

Un libro descatalogado hace tiempo[1] ofrece una simpática historia que puede recordarnos situaciones vividas en el presente y en el pasado cercano. Como supongo que será bastante difícil de encontrar, la reproduzco aquí. Dice así:

Isaac y Levi son dos joyeros instalados frente a frente en la misma calle. Un día Isaac compra por sólo diez dólares un collar de perlas finas. Va a jactarse ante Levy. Éste se queda maravillado. “Véndeme ese collar suplica ; justamente acabo de prometerle uno parecido a mi esposa Rebeca, con éste ella estará encantada. Aquí tienes once dólares.” Isaac se deja convencer. A mediodía cuenta el negocio a su esposa Sarah. “A las diez de la mañana dice compré un collar en diez dólares, a las diez y cinco se lo revendí a Levy en once dólares. Un dólar de ganancia en cinco minutos.”
Imbécil le dice Sarah . Sólo haces estupideces... Si Levy te compró ese collar en once dólares, es que se dio cuenta de que valía mucho más que eso. Ve rápidamente a recogerlo.
Temprano por la tarde Isaac llega con Levy. “Levy le dice si eres amigo mío, revéndeme ese collar. Sarah me ha hecho una de sus escenas... Aquí tienes doce dólares.”
Levy acepta, y esa noche cuenta la historia a Rebeca: “Esta mañana Isaac fue a venderme un collar en once dólares y por la tarde me lo volvió a comprar en doce. Me gané un dólar sin moverme de mi mostrador.”
Imbécil le dice Rebeca . Sólo haces estupideces. Si Isaac ha vuelto contigo para comprarte ese collar un dólar más caro, es que después se dio cuenta de que valía muchísimo más. Ve a recogérselo.
La mañana siguiente Levy deposita trece dólares en el mostrador de Isaac y vuelve a adquirir el collar. Al día siguiente toca el turno a Isaac quien lo compra por catorce dólares, y así siguieron.
Algunas semanas después, el collar fue vendido en veinticuatro dólares y se encuentra en poder de Isaac. Llega Levy y deposita ante él veinticinco dólares.
El collar, le dice.
Ya no hay collar responde Isaac . Ayer por la noche, antes de cerrar, pasó una norteamericana, se lo ofrecí en treinta dólares y lo compró.
Levy se desploma.
¡Vendiste nuestro collar! Pero, desdichado, con ese collar, agradablemente, calmadamente, cada uno de nosotros ganábamos un dólar diario. ¡Y lo vendiste! ¡Nuestro medio de sustento!

A continuación, el autor añadía: “Cuando se cuenta esta historia, generalmente la gente se ríe. La idea de que se pueda enriquecer sin producción ni enajenación les parece a todos divertida. Pero cuando se produce exactamente lo mismo en la Bolsa, con la única diferencia de que en vez de haber un Isaac y un Levy que se pasan mutuamente un collar, hay miles de Dupont y de Durant, que se pasan acciones, la gente toma todo esto en serio y aún se apresuran a fiarse de ello. Lo que era subjetivo e imaginario en el caso de dos individuos, se vuelve objetivo y real en el caso de un gran número de individuos.”
Supongo que en 1969, cuando Europa, Norteamérica, Japón y buena parte de sus países satélites rebosaban de fábricas que producían objetos que se podían ver, oír y tocar la Bolsa era el único disparate económico observable a simple vista. Hoy sabemos que cualquier rama de la actividad, desde la vivienda hasta el fútbol, puede ser campo abonado para los joyeros ilusos.
El pobre Arghiri Emmanuel no se libró de verlo. Murió en el año 2011 y, aunque por razones dictadas por una vida apasionante escribiera en francés, había nacido en Grecia. Supongo que el espectáculo que ofrecía su tierra natal no debió alegrar precisamente sus últimos días.



[1] Arghiri Emmanuel: El intercambio desigual. Ensayo sobre los antagonismos en las relaciones económicas internacionales. Siglo XXI, Madrid, 1973 (3ª ed.). El original francés es de 1969 y la traducción castellana es obra de Jorge Eduardo Navarrete y Sergio Fernández Bravo, revisada por Julio Moguel. Las citas aparecen en las páginas 145-146 y he respetado los americanismos del texto.

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