“Para saber cómo es Leonor
basta con mirar a Felipe VI. “Es como su padre, hasta en su expresión soñadora
(...) son iguales: químicamente buenos, cariñosos y tan sensatos que a veces
dan ganas de sacudirles y decirles algo... Son sensatos, pero no tienen miedo a
nada (...) Son idealistas, se entusiasman con las cosas, sienten curiosidad
(...) y, al tiempo, tienen un punto muy reflexivo, nada impulsivo. Son serenos
y valientes (...) Felipe y Leonor son tranquilos, pero cuando quieren algo en
serio, entra en juego una mente de estrategas incansables”.
De cerca, don Felipe es
tranquilo, atento, sentimental, prudente, moderado, tiende al equilibrio y,
desde el colegio, es alérgico a la pelea (...) adicto al consenso, aficionado
al trabajo en equipo (...) discreto, equilibrado, poco amigo de sobresalir y,
sobre todo, un profesional de observar antes de actuar (...) Leonor es una
“mediadora por naturaleza”, dispuesta a poner paz y concordia en las grescas
escolares. Aficionada a buscar argumentos que reconcilien a las partes. Es
imaginativa y trata de buscar un punto intermedio en las cosas.
A la niña – princesa le
encanta parar, mirar y pensar antes de tomar una decisión. Igual que él. Felipe
no habla mal de nadie. (...) Felipe VI es desde niño un fino olfateador (...)
doña Letizia, una mujer apasionada, espontánea y humana (...) [A Leonor] le
encanta el cálculo y lee mucho. Es una buena deportista y en el colegio
practica de todo, baloncesto, vóley, fútbol, pádel...
― ¿Habla inglés?
― Las dos son bilingües, y además sus padres son
conscientes de que hay cuatro lenguas cooficiales en el Estado y su
acercamiento al catalán, gallego y euskera es un hecho mediante canciones o
películas en esos idiomas.
Ha nacido para servir. Su
trabajo será un servicio público sin horarios, intentando ser útil a la nación
y sus ciudadanos. Gestos intangibles; utilidad, solidaridad, austeridad,
ejemplo, diálogo, concordia, una conducta intachable, un impulso hacia la
innovación y la modernidad; la importancia de los principios; unir más que
separar. Ese es el cúmulo de valores que don Felipe quiere transmitir a su
hija. Son los suyos; su hoja de ruta como hombre y como monarca.
Los Borbón – Ortiz son de
desayunos completos y calmados, no les van las prisas. (...) el diálogo forma
parte de su modelo de educación (...) “Doña Letizia es una experta en
nutrición, a la que le interesa el procedimiento dietético y científico de la
cocina (...) Ha guisado desde niña, y su padre, Jesús Ortiz, es un grandísimo
cocinero”.
A las nueve de la mañana,
uno de los dos, (...) conduce a Leonor y Sofía en un todoterreno Lexus
(respetuoso con el medio ambiente) hasta el colegio (...) por el que los Reyes
pagan una mensualidad de 700 euros por cada una de sus hijas. Un precio
estándar entre los centros privados de la zona.
Leonor se lo curra como
todos sus compañeros. (...) Ambas [Leonor y Sofía] ven muy poco la tele, tienen
poco tiempo. (...) “Leonor empatiza fácilmente y siente el dolor ajeno de una
forma muy directa (...) Pregunta, registra, procesa, sabe. No está en un
guindo. Está viva”.
Las hermanas Borbón – Ortiz aprobaron con nota en su
primer gran acto escénico. (...) Una banda sonora del hogar de los Borbón –
Rocasolano (sic) cuando cae la tarde es algo así como: “Mami, tenemos que
terminar el trabajo de reciclaje para el cole; mami, el disfraz de la función;
mami, el PowerPoint del rombo; mami, los zapatos me hacen daño; ordena tu mesa,
mi vida; ¿has hecho las fichas? Mañana tengo que salir a comprar camisetas
interiores. Mami, mira qué esquema tan chulo para estudiar las autonomías.
¡Niñas, a la ducha!”. (...) Letizia lee textos infantiles con su perfecta
dicción de antigua periodista televisiva y pone voces a cada uno de los
personajes con aire teatral. Las niñas se parten. Su padre prefiere leerles
algo más sosegado en inglés. Después apagan la luz”.
Jesús Rodríguez: “Leonor: niña y princesa”. El
País Semanal, 22/06/14
Con motivo del nacimiento
de Luis I, en 1707 “en todos nuestros monasterios fueron universales los
regocijos; pero el de San Lorenzo el Real se singularizó en varias demostraciones
de júbilo. Los seminaristas corrieron parejas y cañas, e hicieron varias
representaciones poco serias alusivas a lo grande del objeto. Los oficiales y
laborantes de la real fábrica y gentes del sitio, variedad de máscaras muy
divertidas por lo extraño de las raras invenciones. Corridas de novillos en la
gran plaza de la campaña y en cuyo paraje logró de esta diversión repetidas
veces el señor Carlos II. Finalmente, fue tal el gozo que se difundió por los
corazones de todos los monjes, que durante el Te Deum que se cantó, acompañado
de los órganos, campanas y descargas de fusilería, fueron más las lágrimas que
se vertieron que las voces que resonaron. Transportóse tan altamente un monje
llamado fray Juan de Santa María, que perdió el juicio y se volvió loco, dando
continuamente unas voces descompasadas diciendo: ¡Viva el Príncipe; Dios nos lo
guarde! Y en este frenesí continuó sin interrupción hasta el año de 1719 en que
murió”.
Fray Juan
Núñez: Quinta parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo[1]
[1] En
Francisco Asenjo Barbieri: Biografías y documentos sobre música y músicos
españoles (Legado Barbieri) Vol. I. (Edición de Emilio Casares), Fundación
Banco Exterior, Madrid, (1986), p. 529
Cortesanos, siervos, lameculos, vasallos... los tiempos cambian, la imbecilidad permanece.
ResponderEliminarUn saludo, maese Pedro El Negro.