Un amigo ha preparado una reseña para la página en
la que colabora habitualmente ― un lugar de crítica literaria[1]
―, dedicada a
un libro impresionante de Andrea Camilleri. Para quien no le conozca, Camilleri
es un siciliano que aparte de ser autor de la serie dedicada al comisario
Montalbano cuyas adaptaciones emiten por televisión, escribe novelas
ambientadas en el lugar inexistente de Vigata en las que aprovecha para
despacharse a gusto con las flaquezas del género humano ― entre las que
destaca nuestra estupidez incurable ―, pero casi siempre rodeadas de un baño agradable de
buen humor e ironía, aunque alguna vez no le quede otro remedio que hundirse en
la amargura, como es el caso del libro del que hablamos.
Mi amigo quiere hacer coincidir (y creo que lo ha
logrado) la fecha de su publicación con el 90 cumpleaños de don Andrea, que es
el 6 de setiembre. Como se ve, no es precisamente un mozo, ha visto pasar
bastante vida delante de sus ojos. Suele decirse que la edad otorga sabiduría a
través de la experiencia, pero lo cierto es que sólo la aprovecha quien tiene
capacidad de recogerla e incorporarla a su memoria. El que nació tonto es
difícil que mejore en una época de deterioro general...
Sucede que yo desconocía su fecha de nacimiento y me
lancé al recurso fácil ― Internet, claro ― donde, aparte del dato que buscaba, encontré unas
cuantas entrevistas hechas en la misma fecha de 2014[2].
En una de ellas el titular era llamativo, decía que Montalbano vivía su vida
rodeado de imbéciles. El viejo sabio explicaba en el cuerpo de texto que el 99%
de los asesinos son imbéciles.
Horas después la policía rumana detenía al presunto
asesino de las dos chicas de Cuenca, que había conseguido huir hasta allí sin
ser detectado pero llevaba su teléfono móvil encendido...
Decididamente, hay sabios y hay imbéciles.
[2] La
pereza de los periodistas de esta Sociedad de la Información y el Conocimiento
es legendaria. A ninguno se le ocurre entrevistar a Camilleri si no es porque
viene de visita a España. Y alguno de los entrevistadores de la impresión de no
saber quién era hasta dos horas antes de plantarle el micrófono delante de la
boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario