jueves, 24 de diciembre de 2015

DIALOGO DE SORDOS



“Y mira si hay mayor disparate que no beber vino y no comer tocino, y tiene la ley de Mahoma que lo abone”.

Francisco de Quevedo, Libro de todas las cosas y otras muchas más.

Se dice que no hay peor sordo que el que no quiere oír y es gran verdad. Vuelven los crímenes religiosos a Francia y vuelven los papanatas de aquí a negar que los que empezaron a disparar al grito de ¡Alá es grande! tengan que ver con la religión. Es evidente que no pretendo convencer de nada a mentes cerradas tan herméticamente, solo quería añadir algo sobre lo que pasé por encima cuando traté el asunto de Charlie Hebdo. Tiene que ver con las justificaciones que exhiben los bienpensantes, que ya las invocaban entonces pero a las que en ese momento no dediqué espacio.
Las noticias de París me llevaron a buscar buenas lecturas, para que la razón pudiese dominar a la rabia, y entre ellas estaba Ibn Warraq, que es el seudónimo de un autor que tuvo la desgracia de criarse en un ambiente musulmán pero tuvo también la lucidez suficiente para despegarse por completo del entorno de podredumbre moral que le rodeaba. Elegí Por qué no soy musulmán[1], libro inspirado por el clásico artículo de Bertrand Russell “Por qué no soy cristiano”. No creo necesario insistir en que ambos son lecturas bien recomendables para oxigenar las neuronas.
Como a mí no me convence que Mahoma haya volado por los aires gracias a un caballo sin haber sido coceado primero y veo q que tanto él como su dios responsable civil subsidiario en este caso , fallaron lastimosamente sus profecías acerca de la llegada del hombre a la Luna, no me queda otra opción que interpretar el Corán y sus adiciones posteriores como obra humana, es decir, como una recopilación ideológica y moral. Y aquí es donde choco con los inventores del concepto de islamofobia (que, literalmente, significaría “fobia a la sumisión”, lo que no parece malo de por sí). Al parecer la palabrota fue definida por primera vez en 1997[2], en un informe de un cierto The Runnymede Trust encargado el año anterior. La parte más conocida del informe consta de ocho puntos que tienen dos versiones, una abierta y otra cerrada. Poca sorpresa aquí, la cerrada es la del islamófobo. El quinto punto dice en su versión abierta que se ve el Islam “como una genuina fe religiosa, practicada sinceramente por sus partidarios,” y en su versión cerrada como “una ideología política, utilizada para obtener una ventaja política o militar[3]”.
Dos consideraciones irritantes. La primera es que según este consejo de sabios soy un islamófobo de la peor especie. Confieso que duermo poco y mal desde que lo supe... La segunda y obvia es que esta superposición de enunciados es una manipulación burda y mezquina, una simplificación rastrera porque, si se excluyen los elementos tendenciosos,  ambas versiones son compatibles. Veamos. La buena hace hincapié en que es una fe genuina (lo de religiosa es redundante) practicada sinceramente. Desde luego, los asesinos de París la practicaban sinceramente y para constatar que es una fe genuina basta con ver que sus practicantes cumplen la definición de fe, que es “creer lo que no vimos”. Sin embargo, nada de eso es incompatible con que sea una ideología política si le quitamos lo que no vimos.
Como dice Sayeed Abdul A’la Maududi, una de las cuatro grandes influencias que colaboraron en el surgimiento moderno del islamismo militante, “En realidad el islamismo es una ideología y un plan revolucionarios que tienen por fin alterar el orden social del mundo entero y establecer uno nuevo que obedezca a los principios e ideales propios. “Musulmán” es el nombre de este Partido Revolucionario Internacional organizado por el islamismo para llevar a cabo su programa revolucionario, y la jihad es la lucha revolucionaria y el principal empeño del Partido Islámico para conseguir este objetivo”[4].
Dicho sea con la modestia que debe caracterizar a quien no pertenece a una comisión internacional de sabios, yo aquí veo a alguien que considera el Islam como una genuina fe religiosa, que además es la suya y la practica sinceramente quizá demasiado sinceramente , y al tiempo la ve como una ideología política utilizada para obtener una ventaja política y militar a la vez. Posee la verdad correcta y la errónea al mismo tiempo, según la ha decretado esa banda de manipuladores. No olvidemos que estos sofistas ridículos son los creadores del concepto de islamofobia, que a día de hoy es prácticamente inexistente o completamente marginal en Europa, por mucho que estos asalariados de la mentira lo agiten como espantajo. En su caso la Islamofobia es un deseo que no se ha convertido en realidad.
Uno diría que examinando la tradición escrita de la doctrina musulmana encuentra muchas justificaciones a lo ocurrido en París, casi una en cada página. Pero no, quien piense eso está equivocado, las verdaderas justificaciones son muy otras, aunque en realidad todas acaben siendo la misma...
El 19 de noviembre del 2015 El País publicaba un artículo muy extraño titulado “Para el Estado Islámico, el islam no es paz”. Ya la primera frase me dejó perplejo: Puede parecer increíble, pero el Estado Islámico quiere (¡y necesita!) convencer especialmente a los musulmanes europeos de que el “islam no es paz”. Tras leer una frase tan estupenda fui al final del artículo por ver si había alguna referencia sobre el autor y me topé con esto: “Jaume Flaquer, jesuita, es responsable del área teológica de Cristianisme y Justícia”. El disparate empezaba a encajar mejor. ¿Increíble que una banda que se carga a ciento treinta a sangre fría trate de convencer de que la ideología por la que lucha no es pacífica?
Un jesuita en activo que termina su artículo con un párrafo que lo resume todo perfectamente: “Si este es su objetivo, Europa debe ser cauta e inteligente para no caer en la trampa de la islamofobia. De lo contrario, ayudaremos al Estado Islámico a desarrollarse como le ayudamos a nacer cuando invadimos Irak”.
¿Cuando invadimos Irak? Un servidor se manifestó varias veces contra la invasión en dos ciudades distintas y un sábado me tocó correr para enlazar con una manifestación porque venía de otra. ¿Qué responsabilidad tengo yo en la invasión de Irak y de rebote en el desarrollo del Estado Islámico?
Toda. Da igual lo que yo diga. Llevo encima una culpa imborrable que no puedo expiar ni tras la absolución de un jesuita, pues tuve la enorme desgracia de nacer en Europa antes de que Sadam Hussein llegara al poder en Irak. Culpables por nacer donde nacimos, que evidentemente es culpa nuestra y que, además, no caduca nunca[5].
La cuestión de la culpa arrastrada eternamente la resume muy bien Elie Kedourie: “El éxito político justificaba al Islam, y el curso de la historia mundial probaba la verdad de la religión. Los musulmanes lucharon para extender los límites del Islam y humillar a los no creyentes; la lucha era sagrada y la recompensa para quien caía luchando era la dicha eterna. La propia historia del Islam parecía mostrar sin lugar a dudas tal creencia, lo que insufló a los musulmanes confianza en sí mismos y un fuerte sentimiento de superioridad. De aquí que la larga serie de derrotas sufridas a manos de la Europa cristiana solo pudieran socavar la autoestima de los musulmanes y trajeran como resultado una crisis moral e intelectual de grandes proporciones. Porque la derrota militar no solo era una derrota en sentido material, también ponía en duda la verdad de la propia revelación musulmana”[6]
Aquí descansa todo. En el momento en que se detuvo la expansión de una religión creada por y para la guerra, una religión de la espada. Se puede hablar de Siria, pero antes de los atentados de Madrid no existía Siria. Se puede hablar de Irak, pero antes de los atentados de Bali no existía Irak. Se puede hablar de Afganistán, pero antes de los atentados de Nueva York no existía Afganistán.
Osama Bin Laden[7] justificó el 11-S porque diez años atrás las tropas de Estados Unidos habían profanado lugares santos de Arabia Saudí. Un crimen así no prescribe nunca. Ha habido idiotas estos días que se han remontado a la caída del imperio otomano o a las propias cruzadas y contra eso no hay defensa[8].
En cualquier caso, pese a Siria, Irak, Afganistán o la toma de Granada, la reivindicación del Estado Islámico esa organización que no tiene nada que ver con la religión, como deja claro su nombre , acusaba a los muertos de frívolos, decadentes y degenerados. Literalmente, de haber caído en la abominación, perversión e idolatría. Murieron por salir a cenar, beber, reír, cantar y besar un viernes, en lugar de quedarse en casa culo en pompa hacia La Meca, balbuceando salmodias y sacudiendo un rato a la mujer entre rezo y rezo...[9]



[1] La historia editorial de este libro es un poco complicada. Hubo una edición española pero no llegué a conseguirla porque se editó como si fuera algo clandestino y vergonzante y cuando fui a pedirla a la librería ya estaba agotada y descatalogada. Solo los editores sabrán por qué no reeditaron un libro con tanta demanda... Europa Laica ha colgado en Internet un extracto generoso (nueve de los diecisiete capítulos). Ibn Warraq: Why I am not a muslim, Prometheus books, Amherst, 1995 es la edición original.
[2] Aunque se empleaba con anterioridad. La utiliza Joseph Hoffmann en el prólogo al libro de Ibn Warraq (edición original, p. X). Sin embargo, todas las referencias que he leído de diversos agelastas remiten a ese documento.
[3] Literalmente, “Islam seen as a genuine religious faith, practised sincerely by its adherents” o “Islam seen as a   political ideology, used for political or military advantage”.
[4] Ambas citas proceden de la página 16 de la edición extractada por Europa Laica. No aparecen en el original porque fueron escritas expresamente para el prólogo a la traducción castellana.
[5] Sobre esta cuestión me explicaré mejor cuando explique la Doctrina Colau, sobre la que me ocupé antes de los atentados parisinos pero aún está en revisión y, espero, de publicación próxima.
[6] Citado por Ibn Warraq a través de B. Lewis (ed): The World of Islam, Londres, 1976, p. 322. La traducción se basa en la reproducida por Europa Laica (p. 220) pero con unos cuantos cambios a la vista del original (p. 209). Alguien podrá decir que Kedourie era un conservador con todas las letras. Cierto. Sucede que me parece un buen resumen, breve y centrado, de ideas que han expuesto otros muchos. Sucede también que no soy sectario y valoro las ideas por lo que valen, no por quién las emita.
[7] Al parecer la transcripción correcta de su apellido sería Ben Laden, pero se cambió la e por la i porque con e sonaba “demasiado judío”
[8] Respecto al imperio otomano, recuerdo que hace muchísimo tiempo vi en televisión un documental en el que un anciano palestino muy simpático contaba cómo cuando aún eran parte del imperio, los turcos les decían “vosotros los árabes sois unos burros”. Y al vejete le entraba la risa al recordarlo...
[9] Terminado de escribir esto se ha hecho pública la noticia de que Samra Kesinović, una adolescente austriaca que fue engañada para unirse al Estado Islámico a los 17 años, ha sido asesinada a golpes cuando pretendía escapar


martes, 22 de diciembre de 2015

RECUERDOS


El día 27 de noviembre La Vanguardia publicaba un largo artículo de tres páginas en el que examinaba de forma crítica los “procesos de participación ciudadana” que llevan a cabo Colau y los suyos desde el Ayuntamiento de Barcelona[1].
Es evidente que el diario del señor conde era más partidario de Trías, pero el texto no parece tan escorado como para que se deba dudar de lo que dice. Haré aquí un resumen apretado, fijándome en especial en las partes que han despertado ciertos recuerdos, como luego se verá. Comienza citando una frase que Ada Colau decía en campaña electoral: “Un ayuntamiento que camina preguntando y obedeciendo” (y ya se comprobará que hay mucho más de lo primero que de lo segundo). El resto lo citaré encabalgado, pero creo que se conserva el sentido.

El proyecto de presupuestos municipales para el 2016 prevé ampliar la partida de “participación y relación con la ciudadanía” de 9,1 a 14,1 millones de euros (...) Algunos partidos han insinuado, por decirlo suavemente, “amiguismo” en algunas contrataciones (...) La mayoría de la oposición pone en cuestión no la participación en sí misma, sino la manera de conducirla, encauzarla. “Dirigirla” hacia los propósitos del gobierno, dicen los más críticos. Los dardos apuntan principalmente a las contrataciones de empresas dinamizadoras y la “repetición” de procesos y consultas. (...) En todo caso, el equipo de Colau ha advertido que de las consultas y participaciones no prosperarán propuestas que vayan contra su programa de gobierno. (...) Los consejos de barrio son un espacio de participación donde mejor se manifiesta el nuevo estilo. Reuniones con vecinos que, en líneas generales, presentaban quejas y reivindicaciones se han transformado con la presencia de monitores o “dinamizadores” externos. En los consejos que han adoptado la nueva fórmula (...) forman dos o tres grupos de trabajo con vecinos sobre temáticas determinadas (...) que discuten y elaboran propuestas con la orientación, dirección o acompañamiento de los monitores. Por último, y refiriéndose a las críticas de los grupos de la oposición, La externalización de estos trabajos se ve como privatización de la gestión de los procesos participativos, siendo “estos trabajos”, diversos trabajos de dinamización, evaluación y elaboración de conclusiones en procesos participativos.

Bien. Hasta aquí lo que dio de sí noviembre de 2015, pero según avanzaba en la lectura, más me recordaba a una fecha mítica, una de las que se han ganado su lugar en la Historia con un guión en medio, el legendario 15 de mayo del 2011, el 15-M. Pues bien, yo estuve allí. No en el de Madrid, donde nació, sino en el de Barcelona, que es donde vivo. Tampoco fue el 15. Hay que recordar que ese día había convocada una manifestación bastante extraña cuyo mensaje principal era no votar a los partidos que habían apoyado una ley para restringir accesos a Internet, a la que se añadió una mezcla de gente que pedía desde no votar a votar a partidos minoritarios.
No fue el 15 y no tengo muy claro si fue el 16 o el 17, pero fue uno de los dos. Una buena amiga y yo decidimos acercarnos, porque aquello sonaba bien. Cosa impresionante: miles de personas sentadas en el centro de la plaza, en completo silencio, y una chica micrófono en mano, presta a comenzar[2].
En fin, comenzó la asamblea y una de las primeras sorpresas fue que se aplaudía sin aplaudir, moviendo las manos sin hacer ruido (en una plaza muy grande rodeada por edificios de oficinas en los que nadie duerme a esa hora) pero la asamblea se interrumpía cuando llegaba el pasacalles cacerolada, ruidoso como nada en el mundo. Cuando pregunté por lo que a mí me parecía un contrasentido claro, me respondieron que la gente se tenía que desahogar.
Callaron los caceroleros y la muchacha retomó su discurso, donde una de las propuestas más importantes era declarar que todo aquello no era obra de Democracia Real Ya, que se aprobó mayoritariamente. Y ella seguía leyendo... Entonces un grupo pequeño una docena , intentó intervenir, pero ella se lo impidió.
Resultó que no era una asamblea sino un plebiscito. Se trataba de refrendar o reprobar lo ya acordado por otros, pero sin capacidad para alterar el texto ya fijado.
Unos cuantos preguntamos dónde y cómo se acordaba el texto y nos dieron una hora y una ubicación para intervenir en la comisión política y participar en la elaboración de los textos. Así que al día siguiente aparecimos en el lugar y hora indicados. Allí nos dijeron que la cosa no funcionaba exactamente así, que había una gente que estaba las veinticuatro horas y que estos eran los que en realidad estaban al tanto de todos los giros argumentales y eran los que podían graduarlos. Les respondí que bien empezaban creando aristocracias, dando más valor a unas opiniones que a otras independientemente de los argumentos, pues ese es el concepto aristocrático, valorar la posición sobre cualquier otra consideración. Así que mi amiga y yo optamos por irnos a tomar un vino. Quizá fueran dos...
Se les empezaba a ver el plumero pero, aún así, acudimos a la siguiente asamblea. Una vedette del ambiente marginal propuso que había que redactar un manifiesto porque Quim Monzó había escrito que los de la plaza ni siquiera tenían un manifiesto[3]. No sé cuántos lo oyeron, pero le respondí que “eso te pasa por leer a Quim Monzó”. Tuve éxito, hubo risas.
La cuestión fue que la elaboración del manifiesto se sometió a votación y fue derrotada ampliamente. A la portavoz no le quedó otro remedio que admitir que la votación se había perdido y no habría manifiesto.
Al día siguiente, la misma que anunció solemnemente que no habría manifiesto convocaba a asistir a una esquina de la plaza a los que quisieran contribuir al manifiesto.
Claro, ahí nos descolgamos, ya era demasiado.
Luego fueron los mossos a traición un día y les forraron a palos, y se extrañaban de que la policía les pegase. Después me llegó al buzón una convocatoria para una asamblea de barrio del 15 – M, que se había descentralizado para conquistar los barrios.
Acudí a varias. Las anécdotas graciosas eran que la gente se esforzaba por hablar en catalán, aunque era evidente que no lo dominaban, y que había un muchacho que no hacía más que llamar a la violencia y di por supuesto que él era el mosso infiltrado.
En fin, era una buena tribuna para exponer tus ideas, aunque siempre hablasen los mismos. Pero sí debo decir que quien no hablaba era porque no quería, pues jamás se le retiró o negó la palabra a nadie.
Y así caminaba la asamblea. No llegamos a grandes acuerdos pero era un sitio donde se escuchaban cosas interesantes. Un buen lugar para pasar un par de horas a la semana.
Hasta que un día apareció un muchacho que se presentó como “dinamizador”. Al parecer, algo debía preocupar a la dirigencia del 15 – M. Quién sabe si era porque decidíamos poco o porque lo poco que decidíamos no les cuadraba...
La cuestión es que aquel comisario político estaba allí, examinándonos, tomando nota mental de si lo que se decía era adecuado o se salía de la línea. Cómo me recordaba la escena a los exámenes orales del horrible colegio en el que estudié, cuando el cura movía la mano del bolígrafo negro al rojo sin detenerse en ninguno hasta que acababas...
Aprobamos. De hecho comenzó haciéndonos la pelota, aunque después dejó claro en qué fallábamos y por qué. A la semana siguiente no volví. Me pareció una intromisión demasiado descarada. Pero un mes después, me picó la curiosidad y me acerqué a la plaza. No había nadie.
Ignoro cuándo se produjo la deserción masiva, pero sí tengo claro que el dinamizador  acabó siendo un dinamitador. Y nunca sabré si estaba triste o sonreía cuando lo supo...







[1] “Excesos de participación”, Vivir, pp.  1-3. Vivir  es un cuadernillo central con paginación independiente del resto del diario.
[2] Me sonaba haberla visto conduciendo una tediosa charla convocada por un grupúsculo independentista – marxista – leninista – feminista – animalista (antipatriarcal y antiespecista, por usar su jerga) pero no podría jurarlo.
[3] Escritor de ámbito local, poco conocido fuera pero mantenido por gente como el señor Conde de Godó, que le paga una columna diaria.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

¿EXISTIÓ FRANCO?

Historiadores serios y otros que no lo son tanto, afirman con rotundidad que un tal Francisco Franco Bahamonde murió el 20 de noviembre de 1975 pero, la verdad, yo cada vez lo pongo más en duda[1].

Porque si existió Franco, debía ser alguien que sobrepasaba la talla humana. Un gigante. Un titán. Un semidiós. Porque tantas tareas de las que se encargó rebasan el alcance de cualquier mortal y, sin embargo, los testimonios coinciden sospechosamente en que era más bien un alfeñique. Él sólo fusiló a decenas de miles, torturó, encarceló, censuró... Cualquier otro hubiera necesitado la colaboración entusiasta de muchos seguidores obedientes, pero en este caso no fue así. Es un lugar común que durante la guerra firmaba las penas de muerte mientras tomaba café. ¿Todas? Lo dicho, ni el brazo de Hércules unía tal rapidez y firmeza. Se afirma que nunca se separaba del brazo incorrupto de Santa Teresa que tomó prestado de un convento, y que hubo una propuesta para hacerle cardenal que él mismo frenó sin duda por humildad , pero el milagro de gobernar un país de más de medio millón de kilómetros cuadrados[2] durante casi cuarenta años es una tarea mucho más peliaguda que convencer a unos ángeles para que aren tus campos mientras tú te dedicas a conversar con Dios.
Hay autores que han intentado romper este laberinto con la hipótesis de que Franco habría tenido colaboradores humanos, hombres de carne y hueso que cumplían sus órdenes y que, en algún caso, hasta llegarían a adelantarse a ellas interpretando la voluntad del Caudillo por su propia cuenta, pero las pruebas que aportan no resisten el menor análisis. Examinaré dos ejemplos de presuntos ministros franquistas para que quede clara la endeblez del argumento. Mencionan a un tal Manuel Fraga, sin darse cuenta del absurdo de que un hombre pudiera servir a un régimen que prohibió los partidos políticos por ser la causa de las divisiones entre los españoles y apenas enterrado su mentor, fundara un partido que hoy dirige los destinos de España. ¿En qué cabeza cabe? El otro supuesto ministro es mucho menos conocido, pero la contradicción es aún más flagrante. El canario Demetrio Carceller, cuyos descendientes son los que manejan la cervecera Damm, famosa hoy por su compromiso inquebrantable con el catalanismo. Absurdo.
Otro dato evidente que me mueve a dudar de la existencia del personaje es que alguien que según la leyenda , mandó durante cuarenta años con un poder absoluto, debería haber dejado algún rastro tangible. ¿Cómo puede ser que este hombre no tenga un triste monumento en toda la geografía española o solo un puñado, como dicen algunos rumores sin confirmar? Si hasta un mindundi de provincias como Carlos Fabra hizo erigir su estatua en un aeropuerto sin aviones para pavonearse delante de sus nietos... Aunque hace poco leí que no muy lejos de allí, en un instituto de enseñanza media, habían retirado un escudo franquista que, la verdad, al verlo en fotografía solo parecía un compuesto artificial de los escudos de varios reyes antiguos, pero en él no figuraba el rostro de Franco ni elemento alguno de su escudo nobiliario. Eso sí, guardaba un sospechoso parecido con el escudo oficial de la época en que se debió construir el edificio.
Es inquietante la similitud que guarda este hecho con otros recientes bien documentados. Un presidente de Aragón mandó retirar del escudo oficial unas cabezas de moros muertos que llevaban allí unos cuantos siglos para evitar que alguien se ofendiera, aunque al hacerlo quedó una cruz que tiene la misma capacidad de ofensa. Siendo Xavier Trías alcalde de Barcelona, desapareció de la fachada del ayuntamiento una alusión muy incómoda a una constitución española antigua porque, como es sabido, los historiadores oficiales de esta parte han decretado que ningún catalán ha podido jamás sentirse identificado con una constitución que no sea la de la futura república catalana, aún por escribir.
Hechos que, tomados juntos, llevarían a una conclusión sorprendente, la de que si se hace desaparecer un vestigio del pasado, el propio pasado desaparece con él[3]. A los que las palabras Gran Hermano les evoquen algo más que un programa de televisión ya un poco revenido, les podría recordar a un tal Winston Smith ante su escritorio, dedicado disciplinadamente a cumplir con su labor. Antes de descubrir que había otras alternativas y buscarse así su propia desgracia, claro.





[1] También se ha escrito que en realidad murió el día 19, pero no se anunció hasta el día siguiente por dos razones. Una, para que coincidiera con la fecha del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera y la otra, que es la que más me gusta, para evitar una curiosa coincidencia: si se suman la fecha del inicio de la Guerra Civil (18/07/36) y la de su final (01/04/39) se obtiene el 19 de noviembre del 75.
[2] Sin contar las colonias en África, que aumentaban con creces su superficie incluso cuando solo quedaba el Sahara, en el momento de su presunta muerte.
[3] Si prosperase la doctrina Colau sobre el genocidio, de la que espero ocuparme pronto, me temo que en un futuro la fachada de la Universidad de Salamanca, el Castillo de la Mota y otros cuantos lugares dejarían de ser como los recordamos.

ACLARACIÓN

Por razones que no vienen al caso, he estado una buena temporada sin conexión a la red, pero no he permanecido ocioso. Mi media docena de seguidores fieles puede respirar tranquila: no he tirado la toalla. En octubre se cumplió un año desde que empezó la pelea y aún encuentro objetos que arrojar desde el tejado y tampoco faltan ganas.
Alguna de las entradas ya terminadas remiten a fechas pasadas, como es el caso de la dedicada a Franco o las de la masacre de París, pero espero y deseo que no por ello hayan perdido vigencia.
En el futuro próximo quería dedicar espacio a la crítica de la izquierda existente, en parte con cosas hechas anteriormente y en parte con cosas nuevas. Por supuesto, también me dedicaré a otros asuntos, pero quería advertir aquí de que aunque pondré mucho cuidado en evitarlo, bien pudiera ser que en alguna entrada repita ideas ya escritas en otra anterior o, por el contrario, dé por sabidas materias de las que no me he ocupado aquí.





En cualquier caso, velita soplada y tarta comida, sigue el combate...