domingo, 31 de enero de 2016

HACE CASI SIETE AÑOS

HACE CASI SIETE AÑOS

Me ha parecido curioso recuperar un artículo que se publicó en la desaparecida revista gratuita de mi barrio hace ya casi siete años. Se titulaba Arde Berga y dice así[1]:

“Decía Marx, y es de suponer que con algún fundamento, que los obreros no tienen patria. Los anarquistas la rechazaron también, tanto como a Dios y al amo. Ironías de la vida, más de un siglo después, las grandes corporaciones del capitalismo nos han confirmado que éste tampoco reconoce ninguna, ni siquiera a sus estados, si no es como meros garantes de la pax capitalista. Pese a tanta unanimidad, la implantación del nacionalismo entre ciertos movimientos sociales es un hecho; ahora bien, no es menos cierto que las contradicciones que tal maridaje plantea, sobre todo cuando esos movimientos aspiran a tener representación institucional, suelen llevar a un desenlace poco afortunado. Numerosos ejemplos, como el de Euskadi, dejan a las claras con cuanta frecuencia el elemento nacional acaba primando sobre el social en las luchas que estos grupos protagonizan; por lo demás, parece claro que es difícil postular un nacionalismo sin patria y una patria sin fronteras, esas viejas y feas cicatrices que la guerra deja culebreando en los mapas políticos, así como nos cuesta imaginar una patria sin estado y, menos aún, un estado sin ejército, aunque éste se pretenda popular. Más difícil aún es despojar a semejante elenco de los componentes insolidarios y represores.
Un poco de todo esto ha venido ejemplificándose durante los últimos meses en la zona del Berguedá. En este caso, el origen del conflicto está en un artículo publicado por el Pèsol Negre, periódico libertario del Alt Llobregat i Cardener, en el que se criticó a las Candidatures d’Unitat Popular (CUP), con representación en el Ajuntament, por su apoyo a la Ordenança Cívica municipal.
Además de algunas agresiones previas (por ejemplo, alguien le rajó las ruedas del coche a un redactor del Pèsol), la escalada de violencia comenzó la madrugada del 24 de diciembre, cuando un miembro de las CUP, incluido en su lista electoral, y otro del Casal independentista, encapuchados, reventaron la puerta de Cal Okupi de Berga y apedrearon la ventana del cuarto donde dormía el único ocupante de la casa en ese momento; volvieron poco después, ya sin capucha, para amenazar al desvelado okupa y a los miembros de los colectivos libertarios en los que milita. Pese a las peticiones dirigidas a las CUP para que se posicionaran sobre la actitud de su militante, la organización responde con un clamoroso silencio. Sea como sea, lejos de amainar, el conflicto vive otra vuelta de tuerca: la madrugada de fin de año alguien intenta quemar el Ateneu Anarquista Columna Terra i Llibertat de Berga con pastillas de parafina y líquido inflamable, resultando afectada sólo la entrada del local.
Queda postergado sine die el debate sobre si es posible un nacionalismo de izquierdas, incluso ácrata; probablemente, quienes pensamos que es incongruente tal combinación lo tenemos tan claro como aquellos que defienden la viabilidad de ese proyecto político o, mejor dicho, de esos proyectos, no siempre compatibles entre ellos mismos. La única respuesta a ese debate irresoluble es, pues, la convivencia: ya hemos restado suficiente entre tod@s. Ahora bien, el conflicto de Berga (del que, por cierto, esperamos no tener más noticia) saca de nuevo a la luz esa incomodidad que, inevitablemente, la izquierda que aspira a una nación y al poder político siente frente a otra izquierda: la que cree sólo en los pueblos, en su derecho a la autodeterminación social y en su capacidad para crear sus propias herramientas de participación y lucha.”

En el 2009 la CUP apenas era conocida en Cataluña, no digamos fuera. Su implantación se reducía a unos pocos núcleos rurales de los que Berga, con sus quince mil habitantes, es un buen ejemplo. Entonces era la época de las ordenanzas cívicas. Las de Barcelona fueron muy contestadas porque mientras el ayuntamiento proponía fuertes multas para chavales que circularan indebidamente en patín, por ejemplo, no tenía ningún problema en que se edificara el hotel W prácticamente en la arena de la playa, lo que parece (solo parece, ojo) contravenir unas cuantas leyes estatales y alguna que otra norma municipal[2]. Barcelona fue imitada por muchos otros lugares hasta el disparate y hubo ordenanzas que prohibieron besarse en el paseo marítimo o comer un bocadillo en la calle. Ignoro cómo eran las de Berga, pero no creo que fueran una gran aportación a las libertades cívicas.
En cualquier caso, ya que hablamos de civismo, es gratificante comprobar cómo la participación institucional ha suavizado los modales de estos muchachos. ¿Qué habrían hecho entonces si un profesor universitario les hubiera maldecido a ellos y a todos sus descendientes[3], como sucedió hace poco cuando rechazaron apoyar el gobierno que decidieron apoyar pocos días después? No, esos tiempos quedaron definitivamente atrás. Su paso por el parlamento les enseñó que aunque en momentos de máxima indignación sea legítimo amenazar con una zapatilla a los malvados, se consigue mucho más abrazándose con el presidente. Es todo un avance contemplar cómo hoy agachan el lomo hasta casi tocar el suelo y piden perdón humildemente por sus errores pasados.


No faltarán malpensados que opinen que la diferencia se debe a que unas críticas vienen de un lado y otras de otro. Se equivocan. Hace poco leía un sesudo análisis en el que se demostraba que las CUP eran las herederas del anarquismo catalán del primer tercio del siglo XX y algunos de sus dirigentes como la inconfundible Anna Gabriel , militan en la CGT, sindicato anarquista pero que también concurre a elecciones, en su caso las sindicales.



[1] Masala,46 (marzo abril del 2009), p.3. Escrito por el poeta Mateo Rello, que tenía una sección fija llamada Casa Fanelli cocina de mercado. (Fanelli fue el principal introductor del anarquismo en España). Salvo error por mi parte no he alterado nada, pese a que contradice alguna de mis normas ortográficas.
[2] Colau se comprometió a revisar la ordenanza si llegaba a la alcaldía. Desconozco en qué estado se halla el asunto.
[3] Sí, en ese nivel de delirio nos movemos por esta zona...

jueves, 28 de enero de 2016

APROVECHANDO QUE EL SENA PASA POR PARÍS...


Nota previa: Fiel a mi costumbre de no enredarme en cuestiones semánticas, aquí llamaré terrorismo a lo que los periódicos más difundidos del mundo entienden por terrorismo. Que cada quien aplique sus propios filtros y correcciones.

Según un artículo reciente[1], se han producido más de dos mil setecientas operaciones antiterroristas en Francia desde que el presidente francés declaró el estado de emergencia tras los ataques del 13 de noviembre pasado, lo que da una media de más de cincuenta al día. Sin embargo, los resultados no se corresponden con la magnitud de los esfuerzos. Ante semejante despliegue se tendría que haber garantizado la celebración de actos que han acabado suspendidos por miedo, alguno de ellos demasiado simbólico como para que no se entienda su suspensión como una debilidad demasiado evidente.
Pero hay más. Registros domiciliarios, clausuras arbitrarias de asociaciones y restricción del derecho de reunión, todo ello sin necesidad de comunicárselo a un juez. Puedes quejarte ante un tribunal, pero solo después. Como recuerda el artículo, con las leyes existentes nada impidió a Hollande decretar el estado de emergencia el 13 de noviembre ni prorrogarlo hasta el 26 de febrero, pero quiere más. Reformar la constitución para facilitar la declaración del estado de emergencia y eliminar impedimentos legales a las acciones del gobierno bajo el estado de emergencia, que incluyen registros sin orden judicial y detenciones preventivas, así como despojar de la nacionalidad francesa a nativos convictos de terrorismo, lo que recuerda demasiado a aquello de implantar la pena de muerte para disuadir a los terroristas suicidas[2]...
Hollande ha decretado que Francia está en guerra y, en cierto modo, ha acertado. Las solicitudes para  ingresar en el ejército se han disparado después de los atentados, aunque no se ha dicho nada parecido de la policía, parece que ha calado la visión de una guerra entendida como guerra convencional, de las que se libran con ejércitos[3]
Una brevísima historia de la lucha moderna contra el terrorismo debería comenzar con la incapacidad del ejército inglés para derrotar a la EOKA del coronel Grivas en Chipre, en los años cincuenta. Las tácticas militares de los ingleses nada valían contra un enemigo que no se comportaba como preveían sus reglamentos y las amenazas y la aplicación de la fuerza solo servían para incrementar el apoyo a su causa. Poco después Francia tuvo que hacer frente al FLN argelino y como aún se movía con esa vieja lógica, descargó el peso de la lucha sobre el ejército, en especial los temibles paracaidistas[4], que combinaron lo que se podría definir un acierto estratégico con un enorme error táctico. El acierto fue darse cuenta de que la clave para derrotar al FLN consistía en reunir la máxima información posible sobre el enemigo a batir y el error, conseguirla mediante el empleo sistemático de la violencia, con la tortura como su método básico. Desarbolaron al Frente en la capital, pero no pudieron detener el proceso de independencia, al que alimentaron indirectamente con su brutalidad[5]. Tuvieron que pasar dos décadas para que el general de los carabineros italianos Alberto Dalla Chiesa diera una lección de cómo se podía derrotar al terrorismo sin recurrir a lo que luego se llamó eufemísticamente atajos. Dalla Chiesa decía que para derrotar a las Brigadas Rojas había que llegar a pensar como ellos, es decir, había que reunir toda la información posible y saber interpretarla. No cabe duda de su aplicación magistral. Aún hoy, los antiguos brigadistas se preguntan cómo fue posible que de sus filas saliera un porcentaje tan enorme de arrepentidos y disociados y la única explicación lógica es que cuando se conoce al enemigo como a uno mismo, se le puede golpear donde más le duele.  Su victoria sobre las Brigadas Rojas es modélica por haber sido hecha sin porquerías y el gobierno italiano se lo recompensó mandándole a combatir a la mafia siciliana sin la protección adecuada. Apenas duró unos meses, claro, y muchos italianos piensan que fue precisamente su obsesión por reunir información lo que le perdió, pues suponen que llegaron a su conocimiento muchos datos molestos[6]...
La receta de Dalla Chiesa sigue teniendo validez hoy. Parece obvio repetirlo pero la información es la clave de las victorias. Por eso, entre las medidas disparatadas que han pedido loa cuerpos policiales y los servicios de inteligencia, está la de poder intervenir a su albedrío los servicios de mensajería instantánea. ¿De verdad necesitan acceder a ellos? ¿Cuánta gente necesitarían para seguir la pista a las decenas de millones de mensajes que se emiten a diario?
No. La lección más dolorosa que proporcionó la comisión oficial que investigó los atentados del 11S fue que se disponía de toda la información para haberlos evitado, pero cada servicio  la guardó para sí en lugar de ponerla en común. De modo que todo el mundo tenía alguna pieza clave del rompecabezas, pero nadie tenía acceso a la imagen completa. Seguía en vigor y probablemente aún sigue, pese a la dolorosa lección , el lema que Francis Bacon puso por escrito por primera vez, “La información es poder[7]”.
No, la receta es la que ha funcionado siempre: sobornar o chantajear a los elementos más débiles, seguir la pista de las armas utilizadas, infiltrar agentes en los puntos sensibles y vigilar los lugares “calientes”. No hace falta más. Pero claro, hace falta gente que sepa árabe, por ejemplo, y eso obliga a un esfuerzo suplementario.
Por cierto, magnífica la portada del número de aniversario de Charlie Hebdo...






[1] “France’s diminished liberties”, International New York Times, 05/01/16, p. 6.
[2] Y el propio New York Times recuerda que Hollande junto con su partido , se opuso cuando Sarkozy propuso la misma medida.
[3] A diferencia de Afganistán, donde Osama Bin Laden era un mero invitado del régimen talibán, o Irak, que no tenía nada que ver con el 11-S, el Estado Islámico controla un territorio bien definido. Sí, por supuesto, existe el riesgo de que mueran civiles, pero aún estamos por ver la primera guerra en la que no mueran civiles. Por cierto, según dicen los medios, las solicitudes para  ingresar en el ejército francés se han multiplicado por diez. Parece que hay ganas de ajustar cuentas...
[4] En sus filas formaba entonces un don nadie llamado Jean – Marie Le Pen.
[5] Aprovecho aquí para recomendar una película, La batalla de Argel, de Gillo Pontecorvo (1966) que es una sobria recreación del desmantelamiento del FLN en la capital argelina y que se podría definir como un “documental con actores”. Su Operación Ogro (1979) es decepcionante porque en ella se toma muchas más libertades. Aun con eso, la secuencia del atentado contra Carrero está tan bien resuelta que ha sido reproducida innumerables veces, de tal manera que en estos tiempos de confusión no descarto que haya quien crea que se trata de imágenes originales.
[6]Como anécdota, hace poco he encontrado una especie de eslabón intermedio entre los paracaidistas franceses y Dalla Chiesa. El entonces capitán del ejército uruguayo Luis Agosto, que tenía obsesión por reunir los “papelitos” que encontraban a los tupamaros detenidos, lo que le permitió reconstruir infraestructuras, organigramas y todo tipo de lazos. Pero utilizaba la tortura, aunque una tortura “moderada”; presume de que nadie se le murió en la bañera, que era su método. El tacho, que dicen por allá. Desde luego, visto en contexto era un gran avance, pues la policía uruguaya utilizaba la tortura como técnica desde siempre y solo al comisario Otero hoy famoso pero al que nadie hizo caso entonces , le dio por reunir información. Tampoco resulta presentable, aunque también es cierto que la mayoría de tupamaros que pasaron por sus manos hablan bien de él, muchos de ellos por comparación con lo que vivieron en otros cuarteles,  lo que da lugar a reflexiones interesantes de las que me gustaría ocuparme en el futuro. Su historia se relata en un libro curiosísimo, Leonardo Haberkorn: Milicos y tupas, Fin de Siglo, (¿Montevideo?), 2011.
[7] Ahora ha llegado al castellano una expresión curiosa, “comunidad de inteligencia”, que es una traducción literal de una expresión inglesa. Es absolutamente engañosa. Si por algo se caracterizan los servicios de inteligencia es por guardarse la información para ellos solos y no compartirla, salvo que les obligue un juez.

lunes, 11 de enero de 2016

PENSADOR QUE PIENSA A RATOS

Hace poco el insustituible filósofo Fernando Savater nos deleitaba con un artículo del que disfruté especialmente de un párrafo:
En primer término, los que forman el partido mayoritario del país según las últimas elecciones, dos millones de votos por delante del siguiente. Me refiero, claro está, a quienes no votan, sea porque están en la inopia (“¡y yo qué sé!”) o porque creen pertenecer a la élite (“a mi no me engañan, yo no entro en el juego”). En los comicios con mayor oferta política de nuestra historia reciente no han encontrado motivo para salir de casa (excluyo, por supuesto, a los miles que quisieron votar desde el extranjero y no pudieron hacerlo por una infecta burocracia). La verdad es que no merecen vivir en un país democrático, sino en un establo con televisión y ADSL. Ahí seguirán, hasta que el voto obligatorio les recuerde que son ciudadanos mal que les pese[1].
En fin, como miembro del partido mayoritario del país, agradecerle que reconozca nuestra victoria. También afearle que no pueda cumplir sus promesas, pues si bien he superado el régimen de estabulación y ahora vivo en un piso, aún no dispongo de televisor ni de una buena conexión a Internet, aunque espero solucionar pronto esta última carencia sin esperar a la improbable generosidad de don Fernando.
No es la primera vez que lo escribo: ¡Qué mala es la memoria! Yo, que guardaba como oro en paño unas seguidillas abstencionistas del siglo XIX recopiladas por quien firma ese artículo... Porque Savater ha estado en tantos lados que su trayectoria resulta difícil de reconstruir, pero aún conservo algún recuerdo de ella.
Sí, claro, don Fernando coleccionaba seguidillas abstencionistas porque durante una época era un peligroso anarquista de salón, comecuras de boquilla, que reivindicaba la revolución frente a la política mientras tronaba contra la universidad desde su empleo universitario... ¡Si hasta intenté leer su Panfleto contra el Todo, un insufrible ejercicio de pedantería del que me engañó su estimulante título!
Pero no aguantó mucho en esas latitudes, como tanto anarquista de pose que hubo por aquellos años. Hay que entender que mi descubrimiento de las veleidades ácratas de Fernández Savater[2] coincidió en el tiempo con su etapa en ¡Basta ya!, una organización civil que daba la cara valientemente frente a la amenaza cierta de ETA. Nada que objetar.
¿O sí?
Ahora suena muy remoto, pero en esos mismos años Federico Jiménez Losantos, César Vidal y alguna otra figura menor, tenían una influencia nada despreciable en la opinión pública desde sus programas de radio emitidos por la cadena de los obispos. Durante esa época me dediqué a recopilar citas desviadas, mentiras fácilmente desmontables o simples absurdos proferidos por estos personajes. De Federico Jiménez Losantos guardaba con cariño dos especialmente llamativos, uno en el que llamaba “socialista” a Berlusconi y otro, un artículo de 1981, en el que tachaba a Savater[3] de “abertzale” y “proetarra”. Eran tan evidentemente ridículos... Pues bien, lo de Berlusconi está aún por demostrar y se me antoja de demostración difícil , pero en lo de don Fernando tenía razón, era abertzale y proetarra. En 1978, al tiempo que escribía artículos en Egin, era profesor del campus de Zorroaga (San Sebastián). En esa facultad se celebraban “asambleas de facultad presididas por un tipo encapuchado que dejaba la pistola sobre la mesa” y el alumno más brillante era José Luis Álvarez Santacristina, “Txelis”, uno de los máximos dirigentes de ETA cuando fue detenido en 1992. El propio interesado ha reconocido que aprobaba a los alumnos de ETA presos cuyos nombres le facilitaban en una lista, sin mayor control de su trabajo académico. En 2004 lo explicaba con su frivolidad habitual: “En mi ingenuidad creía y muchos como yo que los de la guerrilla eran los buenos y que la violencia de ETA era la inercia del pasado, del franquismo, y que iba a desaparecer más pronto que tarde”[4]. Y no hace falta explicar más. Era ingenuo, como yo cuando pensaba que Jiménez Losantos disparataba...
“En los comicios con mayor oferta política de nuestra historia reciente”, dice. Y supongo que lo dice porque en las próximas elecciones (¿de aquí a tres meses?) no estará la opción a la que ahora apoya con su indudable clarividencia política, Unión Progreso y Democracia. Pero los que éramos niños en los años setenta coleccionábamos pegatinas (al menos en el País Vasco, donde yo vivía) y, sinceramente, no había color. ¿Quién se acuerda hoy del Frente Democrático de Izquierdas, con sus manos entrelazadas? (Agrupación de electores que enmascaraba al PTE, según descubrí años después). Entonces sabíamos diferenciar entre la Liga Comunista y la Liga Comunista Revolucionaria[5], aunque nos perdiéramos entre las infinitas escisiones del falangismo: F.E. de las JONS, Falange Española Independiente, Falange Española Auténtica, los Círculos José Antonio, los diferentes grupos que se apellidaban sindicalista... (y eso que en mi caso solo los recuerdo por su diferente cotización en el mercado de intercambio, de acuerdo con su rareza).  Pero claro, entonces don Fernando estaba en otra cosa, tronando contra las urnas, ignoro si por inope o por elitista. Sí sospecho que estuvo en un buen establo, pues ha conservado una potencia intelectual tan formidable.



[1] “Ni podemos ni debemos”, El País, 07/01/16. Confieso que suelo revisar la edición digital de este periódico, más por rutina que porque lo merezca, pero esta maravilla se me pasó. Llegué a ella a través de Caffe Reggio, una página muy interesante que reproduce artículos de opinión de varios periódicos y que parece tener problemas últimamente. Fernando Savater ha perdido a su esposa recientemente y se planteaba renunciar a leer o escribir, según se publicó. Celebro sinceramente que haya superado su melancolía.
[2] Supongo que se despojó de un apellido tan corriente por creer pertenecer a la élite, no por estar en la inopia.
[3] Respetaré su elección de abandonar el molesto Fernández que tan cacofónico suena junto a su nombre de pila.
[4] Los datos de este párrafo proceden de Gregorio Morán: El cura y los mandarines. Historia no oficial del Bosque de los Letrados. Cultura y política en España 1962-1996. Akal, Madrid, 2014, pp. 508-9. Lo del aprobado general a los presos es recuerdo personal de una entrevista que le hicieron.
[5] En una de ellas andaba envuelto José María Mendiluce, que luego compartió con Savater el hecho de haber recibido un  premio Planeta, aunque creo que el de Savater fue de consolación, pero a nadie le amarga un dulce.

viernes, 8 de enero de 2016

UNA HEREJÍA

Hay cosas que no se deben pensar y, desde luego, si uno comete el tremendo error de pensarlas, debe abstenerse de decirlas.
Llevo tiempo dando vueltas a las ideas más corrientemente admitidas hoy sobre política en su sentido más amplio, lo que incluye el concepto de democracia, como no podía ser de otra manera. No hace mucho señalé de pasada que frente a la opinión común , la democracia más antigua no es ni Gran Bretaña ni los Estados Unidos; es Suiza, ese lugar extraño donde según se dice , los ciudadanos son soldados durante buena parte de su vida y guardan sus armas de dotación en casa, como los antiguos griegos, y que reconoce cuatro lenguas oficiales[1] . El tercer tomo del Diccionario de Autoridades de la Real Academia publicado en 1732 , definía democracia como “Gobierno popular, como el de las Repúblicas de los Cantones Suizos y otras”. En 1732 los Estados Unidos de América no existían ni como proyecto y Gran Bretaña era una monarquía como tantas otras del continente.
Suiza es el ejemplo más desarrollado de democracia. La frecuencia con la que se consulta a la población sobre asuntos que le atañen directamente es envidiable, al menos para mí[2]. Sin embargo, Suiza recibe ataques demoledores de todas partes[3]. Algunos son efecto del actual clima bienpensante, por ejemplo cuando se les arrastró por el fango por haber votado que se prohibieran los minaretes en las mezquitas. En este caso solo deseo a los críticos que tengan al lado un muecín que les atormente los oídos cinco veces al día a horas intempestivas. Otros son tan disparatados como afearles precisamente eso, preguntar demasiado a menudo a la población.
También hay acusaciones de más calado, como que su posición de neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial les permitió hacer negocios con los nazis, que eran muy rentables y carentes de ética al mismo tiempo. Cierto, pero también lo es que muchos países europeos pequeños se declararon neutrales pero dejaron de serlo porque Alemania les invadió, no porque decidieran plantar cara. Por supuesto, no tiene sentido especular sobre ello puesto que no sucedió, pero me da que sería interesante haber visto el comportamiento de alguna de esas naciones en caso de no haber sido invadidas.
Pero sí es cierto que Suiza es un lugar que tiende a cerrarse. Su política migratoria es restrictiva y, dentro de la confederación, las comunidades más pequeñas son hostiles hacia el forastero. Esta característica, por cierto, no es exclusiva, también es muy común en Gran Bretaña o Estados Unidos, además de otros muchos lugares.
Pensando sobre esto, he llegado por elevación a otros lugares y épocas que experimentaron la sensación de hallarse en una democracia auténtica. Las ciudades griegas, por ejemplo, todas de tamaño reducido y en las que, pese a ello, los extranjeros (los famosos metecos) estaban excluidos de participar en la asamblea[4]. O la primera república española, que es sabido que acabó fraccionándose en cantones, simbolizados en el grito de ¡Viva Cartagena! La Comuna de París apenas tuvo dos meses de vida, pero también parece que apuntaba hacia ese lado...
La pregunta es ¿deben ser las democracias abiertas, como dice la opinión actual, o cerradas sobre sí mismas ejerciendo una autodefensa férrea?
Dejo la respuesta a cada cual...[5]







[1] Una de ellas, el romanche, se subdivide en cinco dialectos, pese a que solo tiene 35.000 hablantes.
[2] Aunque mi religión me impide votar en las elecciones tal y como están diseñadas, me permite participar en consultas. No fui a votar la de la independencia catalana porque tanto me daba el no como el sí-no o el sí-sí, pero no porque sintiera escrúpulos de conciencia.
[3] Y muchas veces los más violentos salen de la boca de los propios suizos. No saben cuánto se engañan los que creen que la autocrítica feroz es patrimonio de su pueblo, y no lo digo solo por este ejemplo. Por cierto, me parece mucho más sana la autocrítica que la complacencia y la indulgencia de los errores propios.
[4] También las mujeres y los esclavos, pero entonces tampoco había otros sitios en el mundo donde les fuera mejor en cuestión de intervenir en los “asuntos de estado”. Lo cierto es que todos los matriarcados que describen los observadores antiguos parecen errores de interpretación, cuando no fábulas.
[5] Escrito esto hace tiempo, leo que lugares considerados universalmente tan envidiables como Suecia y Dinamarca están empezando a cerrar sus fronteras, aún no se sabe si como gesto o con carácter permanente.

miércoles, 6 de enero de 2016

LOS ORÍGENES (II): UN CIERTO TUFO A INCIENSO


En la anterior entrada me ocupaba de la extraña posición de la izquierda española respecto a los nacionalismos y separatismos periféricos. Pues bien, más importante que la relación con el nacionalismo fue la relación con parte de la Iglesia, pero esta se suele señalar mucho menos.
La defensa de la religión fue uno de los argumentos de la sublevación contra la República. Los caídos del bando franquista lo fueron “por Dios y por España”, por ese orden, y los historiadores suelen llamar “nacional catolicismo” al régimen instaurado tras la guerra, aunque es cierto que sus defensores jamás utilizaron esa expresión para nombrarlo.
Pero la iglesia que defendían y que a su vez les legitimaba públicamente , ya era una reliquia durante la República, no digamos en la posguerra. La Segunda Guerra Mundial hizo mucho daño a Dios. Millones de cristianos se preguntaban cómo había podido permitir que sucedieran Auschwitz, Hiroshima o Dresde y no les convencía ninguna respuesta. Añádase a ello el obvio cambio de mentalidad que provoca dedicar unos años de tu juventud a esquivar las balas que disparan los de enfrente mientras, por tu parte, intentas con toda tu habilidad que dejen de respirar para siempre, y fueron muchos millones de jóvenes europeos los que fueron al frente y aún más millones de mujeres, niños y ancianos los que sufrieron las consecuencias de la guerra en su propia casa[1]. Si a ello se añade, por poner un solo ejemplo, la difusión masiva en los años siguientes de teorías y hallazgos científicos que iban empequeñeciendo el papel de un dios creador, no es difícil llegar a la conclusión de que a finales de la década de 1950 la iglesia católica tenía un grave problema enfrente. El papa Juan XXIII, que era protector de pederastas pero no tonto, se dio cuenta y trató de remediarlo convocando un concilio ecuménico que tenía la tarea de poner la Iglesia al día, lo que se conoció entonces como el “aggiornamento”. Pero Dios tenía otros planes y fue su sucesor, Pablo VI, el que llevó a término el Concilio Vaticano II, a cuyo nombre estará siempre asociado.
El concilio supuso una sacudida para la iglesia española probablemente la más atrasada de Europa occidental, después de la portuguesa[2] , y procuró visibilidad a fenómenos que ya se estaban cociendo, entre los que interesa destacar a los “curas obreros” y las comunidades cristianas de base.
Los “curas obreros” eran los que ejercían la “opción preferencial por los pobres”, como decían los teólogos de la liberación americanos, y se apuntaban a trabajar de obreros para hacer apostolado entre ellos sin colgar los hábitos (aunque al final la mayoría de ellos acabaran abandonándolos para casarse). El más famoso fue José María Llanos, “el padre Llanos”, por lo extremo de su giro ideológico: pasó de dirigir los ejercicios espirituales de Franco a militar en el Partido Comunista de España tras sus vivencias en el Pozo del Tío Raimundo, un suburbio de condiciones terribles. Junto a ellos convivían los “curas rojos”, aquellos que trataban de conciliar el cristianismo con el marxismo, el psicoanálisis, el existencialismo o cualquier otra ideología que pareciera avanzada, como se decía entonces. Uno de los ejemplos más curiosos fue Jesús Aguirre, futuro Duque de Alba, que se especializó en casar a notorios izquierdistas (los entonces conocidos como “progres”), entre ellos la propia Manuela Carmena[3].
A su vez surgieron por todo el territorio las llamadas “comunidades cristianas de base”, agrupadas en torno a algunas parroquias, que buscaban revivir el ambiente del cristianismo primitivo, aquel que se suponía que Jesucristo había instaurado entre sus discípulos y que se había desvirtuado en algún momento del camino, lo que en el fondo no dejaba de ser un modo de expresar una discrepancia política vestida con un transfondo religioso, como un extraño reflejo de actitudes de muchos siglos atrás[4].
Curas obreros, curas rojos y comunidades de base tuvieron una influencia enorme en la izquierda de entonces, basta con pensar en uno de los hechos más interesantes y desconocidos de la famosa Transición; el movimiento huelguístico de Vitoria que acabó con la muerte de cinco obreros el tres de marzo de 1976. Les disparó la policía al salir de una iglesia, porque iglesias eran los lugares donde se celebraban las asambleas, cedidas por curas rojos; una de las caras visibles del movimiento era Jesús Fernández Naves, antiguo cura obrero, y quizá la mejor fuente directa de información sobre aquel conflicto visto desde dentro sea la que recogía “el secretariado social de la diócesis de Vitoria en una serie de cuadernillos trabajados con la colaboración de las Comisiones representativas” (es decir, los propios huelguistas)[5]. Se respiraba iglesia por todos lados, aunque no fuera la parte alta de la jerarquía. Hasta sus enemigos explotaron la circunstancia, pese a la contradicción evidente que suponía que creyentes atacaran a creyentes por el hecho de serlo. Una de las hojas de contrapropaganda que circulaban entonces, mostraba a Fernández Naves vestido de cura (aunque hacía años que no lo era) y a una tal Sor María del Carmen Landaluce (Médico) vestida de monja con un hábito remendado, que cuelgan un cartel en una iglesia que dice: “Se alquila para huelgas. Los bautizos en Sindicatos”, mientras el reverendo padre don Jesús Fernández Naves piensa: “Ya estarán contentos en Moscú”[6].

Así que cuando el 12 de octubre pasado Ada Colau condenó la celebración del genocidio, mi imaginación calenturienta me recordó esa influencia tan clara de una parte de la mentalidad cristiana en las creencias de estos izquierdistas, tan nuevos y tan arcaicos a la vez[7]. Para que se entienda lo que quiero decir, no me resisto a transcribir una cita que para mí encierra las claves ideológicas de lo que era el cristianismo primitivo, aunque ya tenga tres siglos a sus espaldas: “Por lo que respecta a la moral de Jesús Cristo, si se distingue la que le era propia de la que tenía en común con los filósofos, se encontrará que la primera tiene dos defectos considerables. Uno, que exige de los hombres cosas absolutamente imposibles y contra su naturaleza, como la obligación de odiarse a sí mismo, amar a los enemigos, no ofrecer resistencia a los malvados, etc. El otro es que parece haber sido imaginada con el objeto de mantener una tropa de miserables y de vagabundos, como lo fueron sus apóstoles y sus discípulos. ¿Acaso esa moral no está llena de imprecaciones contra la insensibilidad de los ricos? ¿No encontramos en ella lecciones que enseñan a vivir a costa de los demás? Se encuentran allí formularios de bendiciones para las ciudades, los pueblos, las aldeas, las casas y las personas que dieron una buena acogida a sus seguidores, y maldiciones contra los lugares que no quisieron recibirlos”[8]. Por supuesto, cuando el Cristianismo se convirtió en la religión oficial de Roma esta teología de pedigüeños fue sustituida por otra que consideraba que el poder era una bendición que Dios derramaba sobre sus elegidos. No hay que ser un lince para ver la analogía que movía a las comunidades cristianas de base de los sesenta.
Comenzaré por la segunda parte. Según una fuente hostil[9], el Observatori DESC, del que procede el núcleo de Barcelona en Comú (Colau, Pisarello, Asens, Pin...), recibió 3’8 millones de euros de subvenciones públicas entre 2008 y 2014 y especifica que en 2014 un año flojo , de los 444.309 € que les tocaron, dedicaron 182.144 a gastos de personal y 84.111 a pagar asesorías externas. Puede que yo sea de otra época, pero no creo que sean estos suplicantes los que nos lleven a la emancipación, como dice la famosa canción. Espero ocuparme despacio sobre ello algún día, pero si Felipe González pasa a la historia por algún motivo debería ser por el arte con el que utilizó las subvenciones para desmantelar cualquier atisbo de protesta. Fue muchísimo más eficaz que veinte pelotones de antidisturbios con carta blanca.
La primera es obvia hasta para alguien tan antipatriota como yo: las culpas son imborrables, nunca caducan, es un pecado original que no se lava ni con el bautismo. Es lo que llamo la “Doctrina Colau”: si perteneces a la estirpe equivocada, tu responsabilidad heredada te acompañará siempre, aunque puedes mejorarla haciendo autocrítica pública por ti y por todos tus antepasados, aunque maldita la cosa que tuvieran que ver en ello[10]. Pero claro, en la responsabilidad también hay grados. Gerardo Pisarello, el teniente de alcalde de Ada Colau, está libre de pecado, pese a que si no se hubiera producido el genocidio previo, jamás hubieran podido ir sus antepasados a Argentina a colaborar en la expoliación de las riquezas indígenas. A diferencia de los míos, que se quedaron en su casa.




[1] Este hecho, que no se suele citar, puede ayudar a explicar la enorme diferencia de población creyente que hay entre Europa y los Estados Unidos.
[2] Los ultras del Régimen nunca perdonaron a Pablo VI, al que consideraron personalmente responsable de lo que vino después. En diciembre de 1970 a cuenta de que el Papa pidió clemencia para los condenados a muerte del Proceso de Burgos , la revista ¿Qué pasa? escribía: “Para nosotros el Papa, en cuanto representante de Jesucristo, es anterior y superior a España, a la patria, a Franco, a todas las naciones y a todo lo humano. Pero el Papa en cuanto a no representante de Jesucristo, en cuanto a representante de su propia personalidad privada, en cuanto a representante de intereses puramente humanos, en cuanto a Montini, es cuasi infinitamente inferior a España, la patria y a Franco como cabeza de la nación”. (Reproducido en Fernando Díaz Plaja: La España franquista en sus documentos (La posguerra española en sus documentos), Plaza y Janés, Barcelona, 1976, p. 500).
[3] Jesús Aguirre es el hilo conductor del imprescindible libro de Gregorio Morán: El cura y los mandarines. Historia no oficial del bosque de los letrados (1962  1996), Akal. Madrid, 2014.
[4] Un estudio clásico sobre las herejías medievales como expresiones políticas es el de Norman Cohn: En pos del milenio, recientemente reeditado por las riojanas Pepitas de Calabaza. Para quien prefiera la ficción es muy recomendable Q, escrito por Luther Blissett, que es un seudónimo colectivo que ahora firma como Wu Ming.
[5] Según los describe Gasteiz: Vitoria. De la huelga a la matanza, Ruedo Ibérico, s. l., 1976, p. 31. En el libro ocupan de la página 31 a la 85, pese a que treinta y dos años después un historiador pretenda haberlos descubierto (Iñigo González Inchaurraga: Vitoria, 3 de marzo. Un conflicto transicional, Ediciones García , S. L., s. l. 2008). Claro que este librito cita fuera de contexto, altera las citas a su capricho y contiene alguna falta de ortografía que hace daño a la vista.
[6] La describo como aparece en el libro de Antonio Rivera y Santiago de Pablo: Profetas del pasado. La conformación de una cultura política III. Las derechas en Álava, Ikusager, Vitoria, 2014, ilustración 112. La imagen es tan pequeña y borrosa que mis pobres medios digitales no me permiten reproducirla con claridad. Confieso que ignoro todo sobre María del Carmen Landaluce.
[7] Sin querer entrar en lo ridículo que resulta en términos históricos , describir un proceso que comenzó hace quinientos años y duró más de trescientos, con un concepto acuñado en el siglo XX. Si tuviera algo de formación política sabría aquello de que cada sociedad solo se plantea los problemas que puede resolver, pero supongo que una idea así le provocará dolor de cabeza.
[8] Anónimo clandestino del siglo XVIII: Tratado de los tres impostores. Moisés, Jesús Cristo, Mahoma. El Cuenco de Plata, Buenos Aires, 2006, p. 114.
[9] “L’escandol esquitxa l’Observatori DESC/ICV – EUiA/Barcelona en Comú”, directe!cat, 18/05/15. Este es un medio que no oculta su ideología, su lema es El digital dels que votaran #SíSí.
[10] Es justo reconocer que el germen de esta  idea aparece en un contexto diferente en un pequeño libro tanto en tamaño como en profundidad , de Emilio Lopez Adan “Beltza”: Terrorismo y violencia revolucionaria. Likiniano Elkartea, Bilbao, 1998, pp. 40ss. (El autor firma así, sin tildes. Supongo que es un intento de euskaldunización sobre unos apellidos imposibles). Ya dice Lázaro de Tormes que no hay libro por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena, sin olvidar que Dios escribe derecho con renglones torcidos...

lunes, 4 de enero de 2016

LOS ORÍGENES (I): EL ESTADO ESPAÑOL


           Desde que irrumpieron los nuevos partidos en las municipales de mayo pasado doy vueltas a la cuestión de por qué entre todas las formas que podrían haber adoptado, han acabado en lo que son. Creo que en ello tienen mucho que ver las circunstancias históricas, que en España estuvieron marcadas sin duda por la larga duración del periodo franquista, lo que dotó a la izquierda local de características originales respecto a las de otros países vecinos.
Dos cuestiones me parecen especialmente importantes: la actitud respecto al nacionalismo que trataré aquí , y la influencia de algunas corrientes religiosas, que quedará para otro texto[1].
Hace poco entrevistaron a Ada Colau y a algunos comentaristas les llamó la atención que la alcaldesa utilizara la ridícula perífrasis “el estado español” para evitar decir España[2].Creo que para entender el empleo de una fórmula tan absurda hay que recurrir a la historia de la izquierda desde el final de la Guerra Civil hasta la época constitucional, que se podría resumir en una palabra: debilidad.
Por supuesto, es sencillo de explicar. Durante la guerra y la fase dura de la posguerra (digamos unos diez años a contar desde la victoria), el franquismo se dedicó a la eliminación física de la oposición mediante ejecuciones o con largas condenas de cárcel. En los años que siguieron, apenas fue necesario tomar medidas tan extremas, pues los diversos servicios de información conocían perfectamente sus estructuras clandestinas y las desarticulaban cada vez que consideraban que habían alcanzado un tamaño peligroso. Solo a finales del franquismo pareció que el control de la oposición se les fue un poco de las manos, pero no hay que descartar que solo lo pareciera[3].

En paralelo se produjo otro proceso, la distancia creciente entre los militantes del interior y las viejas cúpulas exiliadas desde 1939. Basta comprobar cómo en los años 70 algunos partidos hacían llamamientos a los campesinos, que ya no existían como tales. O habían emigrado a las ciudades y se habían convertido en obreros industriales o, los que se quedaron en el pueblo, habían tenido acceso a maquinaria, abonos y semillas seleccionadas y se habían convertido en agricultores, que es otra cosa muy distinta[4].
De forma que había diferencias, a veces muy importantes, entre la visión del exilio y la visión del interior, aunque con suerte dispar para unos y otros. El incalificable Carrillo[5] no permitió nunca que el PCE del interior se le fuera de las manos aunque hubiera que recurrir a las tretas más viles , mientras en el PSOE se dio un “golpe de estado” que aupó al poder a mi querido Felipe González y su camarilla, los que apenas ocho años después llegaban al gobierno con todas las bendiciones.
En cualquier caso, la izquierda del interior era débil, así que tuvo que recurrir a alianzas en las que tampoco estaba en disposición de elegir, simplemente si el otro tenía algo que mejorase su situación, con él se juntaba. En los lugares donde existía un nacionalismo bien enraizado, a él se acercaba. Obviamente en el País Vasco y Cataluña. También en Galicia, pero este era mucho menos potente.
Sin embargo, el nacionalismo histórico no era izquierdista, estaba compuesto por gente de orden. Su comportamiento durante la Guerra Civil fue bastante vergonzante. El PNV se ocupó de velar para que no se destruyera la industria pesada vizcaína mirando por los intereses de sus propietarios y accionistas , aunque sabía de sobra que desde el día siguiente esa industria se pondría a trabajar en contra del bando republicano. Por su parte, el nacionalismo catalán se entregó en cuerpo y alma a desbaratar la revolución que se llevaba a cabo en su territorio, quizá la más profunda que se haya producido jamás en parte alguna, pero que era obra de murcianos, andaluces y otras gentes de oscuros orígenes[6]. Es cierto que existía un ala izquierda del nacionalismo vasco, Acción Nacionalista Vasca (ANV), pero aparte de ser bastante tibia hoy diríamos socialdemócrata , era muy minoritaria.  Lo más llamativo de ella era su laicismo militante, frente al catolicismo intransigente del PNV. Su grito de guerra era “Gora Euskadi sin sotanas”. En cuanto a Esquerra Republicana de Catalunya, basta apuntar dos datos. Los dirigentes veteranos de Esquerra en el poder que recordamos (como Carod Rovira) militaron durante los setenta en el PSAN (siglas catalanas del Partido Socialista de Liberación Nacional), porque la Esquerra de entonces, dirigida por Heribert Barrera, aún no se había puesto al día y no tenía mayor problema en culpar a los inmigrantes de todas las desgracias de Cataluña. El otro es más divertido: Ramón Franco fue senador por ERC en las cortes republicanas. Por supuesto, Ramón era hermano del futuro generalísimo Paco y para más escarnio , su avión desapareció en el mar cuando, según sospechas bien fundadas, se dirigía a bombardear Barcelona.
La relación con ETA puede servir de ejemplo de la ambigüedad de la izquierda de entonces hacia el nacionalismo. La primera ETA era anticomunista lo que no es raro porque nació de una escisión en EGI, las juventudes del PNV , pero a raíz de los triunfos de Castro en Cuba y el FLN en Argelia adoptó lo que entonces se llamó un enfoque tercermundista, considerando a Euskadi una colonia e importando el socialismo que formaba parte de la ideología de los movimientos de liberación nacional. No por casualidad su consigna Aberria ala hil! es una traducción literal del ¡Patria o muerte! cubano. La izquierda del interior comenzó a relacionarse con ella, muchas veces sin conocimiento del exilio, por el prestigio que le aportaba entonces el uso de las armas, que se multiplicó con la admiración que causó la osadía y perfección técnica del atentado contra Carrero Blanco[7]. Un prestigio que no sufrió daños cuando al año siguiente cometió la infame masacre de la cafetería Rolando en la calle Correo de Madrid[8]. Entonces se produjeron situaciones muy extrañas. Recuerdo haber tenido en mis manos una edición de la época de Operación Ogro el libro en el que ETA da su versión del atentado contra Carrero , dedicada a Felipe González[9]. Estaba muy extendida la visión de ETA como una campeona del antifranquismo y, sin embargo, ETA había sido muy clara en ese punto. Decía que los partidos españoles luchaban contra Franco como si no existiera opresión nacional en Euskadi, mientras ETA luchaba contra la opresión nacional en Euskadi como si no existiera Franco, así que sólo se engañaba quien quería engañarse.
Más allá de este ejemplo, la relación con el nacionalismo llevó a la izquierda a asumir de forma natural muchos de sus conceptos, lo que marcaba una diferencia muy clara con la mayoría de la izquierda europea. No hace falta buscar demasiado para encontrar fotografías de finales de los 70 en las que futuros ministros y altos cargos del PSOE sostienen pancartas en defensa del derecho de autodeterminación.

Citaré un ejemplo entre otros muchos, pero muy llamativo. En 1983 se aprobaba en el parlamento catalán la Ley de Normalización Lingüística, que dispone que el catalán es la “lengua vehicular” para la enseñanza. Entonces el PSOE de Felipe González disfrutaba la mayoría absoluta más numerosa que haya disfrutado nadie desde 1977, no necesitaba a los nacionalistas catalanes para nada. No entraré aquí en si la ley es buena o mala, hay opiniones para todos los gustos. Creo que la enseñanza está tan desvirtuada que tanto da una ley como otra, pero esa es otra historia... La cuestión es ¿cuántos países homologables a España permiten que en una parte de su territorio no se pueda enseñar en la lengua oficial? La respuesta es ninguno, y no hace falta irse al ejemplo extremo de Francia. La lengua vernácula podrá ser co-oficial, pero en ninguna parte es exclusiva, solo en Cataluña. Esa es una cesión que ningún gobierno del entorno hubiera hecho. Y si alguien recuerda que en ese mismo año nacieron los GAL, también se le puede recordar que el PSE llegó a ceder la presidencia del Gobierno Vasco al PNV sin pelear, tras haberle aventajado en votos, aunque no en escaños. Basta pensar en los desafíos actuales de Pedro Sánchez a Rajoy para percibir la diferencia.
Se trataba simplemente de que para esa izquierda que se había vestido de prestado tanto tiempo, el nacionalismo atesoraba una superioridad moral, con lo que acabaron por cederles la primacía en algo tan intangible como el discurso público, las claves que deben marcar la opinión general. Esta tendencia ha llegado hasta hoy. En Cataluña se observa cómo los que marcan las reglas del juego son los catalanistas y se vio muy claro con la cuestión del referéndum. En 2014 era el asunto central[10] y los opinantes se dividían entre los que lo reclamaban mayoría en los medios públicos y subvencionados, que aquí son casi todos y los que lo rechazaban. Sin embargo, la mera aceptación de la hipótesis del referéndum como opción natural ya era una cesión de terreno por parte de los que no son catalanistas, porque procesos separatistas hay varias decenas en el mundo, pero votaciones solo ha habido en dos, Quebec y Escocia. No hay visos de que las vaya a haber en Bélgica, Córcega, Trentino Alto Adigio, Irlanda del Norte (curioso que nadie lo mencionase cuando lo de Escocia) o cualquier otro lugar de Europa. Por no recordar situaciones de fuera del continente tan dramáticas como Sahara, Palestina o el Tíbet. Por tanto, el referéndum no es la conclusión lógica, sino, de nuevo, la excepción clamorosa. Pero nadie lo dijo claramente, ni siquiera la derecha más correosa, que se agarraba a la constitución de 1978 como a un clavo ardiendo. Lo denunciaba por ilegal, en lugar de descartarlo por ser una opción totalmente marginal en términos estadísticos.












[1] La idea original estaba pensada como una sola entrada, pero acabó complicándose hasta alcanzar un tamaño poco manejable, así que he decidido partirla en dos.
[2] Ridícula porque los que la utilizan solo la emplean para España y Francia. Nunca hablan del estado noruego o el estado italiano, dicen Noruega o Italia, como la gente normal.
[3] Esta es una materia quizá irresoluble, al menos en un futuro cercano. La administración española no se caracteriza por su transparencia y muchos documentos clave se han destruido. Se sabe que el incalificable Martín Villa (incalificable porque cualquier otro adjetivo aplicable a su persona cae dentro del código penal)  ordenó quemar los archivos del Movimiento. Alguien pensará que no es extraño que acabara su carrera como alto ejecutivo del grupo PRISA.
[4] Quedaban los jornaleros, pero muy localizados en Extremadura y Andalucía, nada que ver con las ideas que tenían en la cabeza las viejas momias.
[5] No es extraño que acabase sus días compartiendo tertulia en la SER con Rodolfo Martín Villa (el señorito recibía en casa). Allí se dedicaban a lavar sus biografías bajo el silencio ignorante de la presentadora.
[6] Lo que, por supuesto, no es cierto. Abundaban los apellidos catalanes entre los revolucionarios, solo que ese dato no cuadraba con su historia canónica. Como decía el historiador Vicens Vives, el anarquismo era una idea extraña a Cataluña.
[7] Sintetizada en la famosa frase del entonces ministro de Gobernación (y futuro sustituto del propio Carrero) Carlos Arias Navarro: “Cabrones, qué bien les ha salido...”
[8] Estos dos atentados son buena muestra de lo escrito. Para llevarlos a cabo fue imprescindible la ayuda de dos militantes críticos del PCE Alfonso Sastre y Genoveva Forest , que pusieron a disposición de ETA buena parte de la infraestructura clandestina del PCE en Madrid sin saberlo la dirección en París. ETA nunca se atrevió a reivindicar la matanza de la cafetería, cuya discusión llevó a la escisión ETAm – ETA pm, pero resultaba evidente que habían sido ellos.
[9] Sospecho que era la de Ruedo Ibérico, pero no tengo oportunidad de comprobarlo.
[10] Se supone que ya no lo es, tras el inicio de la desconexión. Sin embargo, alguno de los comentadores que se mueven en los círculos cercanos a Junts pel Sí  dicen que la declaración sería en realidad una maniobra para forzar el referéndum. Sea como fuere, ahora mismo los únicos que defienden la opción con claridad son Podemos y sus asociados.