jueves, 28 de enero de 2016

APROVECHANDO QUE EL SENA PASA POR PARÍS...


Nota previa: Fiel a mi costumbre de no enredarme en cuestiones semánticas, aquí llamaré terrorismo a lo que los periódicos más difundidos del mundo entienden por terrorismo. Que cada quien aplique sus propios filtros y correcciones.

Según un artículo reciente[1], se han producido más de dos mil setecientas operaciones antiterroristas en Francia desde que el presidente francés declaró el estado de emergencia tras los ataques del 13 de noviembre pasado, lo que da una media de más de cincuenta al día. Sin embargo, los resultados no se corresponden con la magnitud de los esfuerzos. Ante semejante despliegue se tendría que haber garantizado la celebración de actos que han acabado suspendidos por miedo, alguno de ellos demasiado simbólico como para que no se entienda su suspensión como una debilidad demasiado evidente.
Pero hay más. Registros domiciliarios, clausuras arbitrarias de asociaciones y restricción del derecho de reunión, todo ello sin necesidad de comunicárselo a un juez. Puedes quejarte ante un tribunal, pero solo después. Como recuerda el artículo, con las leyes existentes nada impidió a Hollande decretar el estado de emergencia el 13 de noviembre ni prorrogarlo hasta el 26 de febrero, pero quiere más. Reformar la constitución para facilitar la declaración del estado de emergencia y eliminar impedimentos legales a las acciones del gobierno bajo el estado de emergencia, que incluyen registros sin orden judicial y detenciones preventivas, así como despojar de la nacionalidad francesa a nativos convictos de terrorismo, lo que recuerda demasiado a aquello de implantar la pena de muerte para disuadir a los terroristas suicidas[2]...
Hollande ha decretado que Francia está en guerra y, en cierto modo, ha acertado. Las solicitudes para  ingresar en el ejército se han disparado después de los atentados, aunque no se ha dicho nada parecido de la policía, parece que ha calado la visión de una guerra entendida como guerra convencional, de las que se libran con ejércitos[3]
Una brevísima historia de la lucha moderna contra el terrorismo debería comenzar con la incapacidad del ejército inglés para derrotar a la EOKA del coronel Grivas en Chipre, en los años cincuenta. Las tácticas militares de los ingleses nada valían contra un enemigo que no se comportaba como preveían sus reglamentos y las amenazas y la aplicación de la fuerza solo servían para incrementar el apoyo a su causa. Poco después Francia tuvo que hacer frente al FLN argelino y como aún se movía con esa vieja lógica, descargó el peso de la lucha sobre el ejército, en especial los temibles paracaidistas[4], que combinaron lo que se podría definir un acierto estratégico con un enorme error táctico. El acierto fue darse cuenta de que la clave para derrotar al FLN consistía en reunir la máxima información posible sobre el enemigo a batir y el error, conseguirla mediante el empleo sistemático de la violencia, con la tortura como su método básico. Desarbolaron al Frente en la capital, pero no pudieron detener el proceso de independencia, al que alimentaron indirectamente con su brutalidad[5]. Tuvieron que pasar dos décadas para que el general de los carabineros italianos Alberto Dalla Chiesa diera una lección de cómo se podía derrotar al terrorismo sin recurrir a lo que luego se llamó eufemísticamente atajos. Dalla Chiesa decía que para derrotar a las Brigadas Rojas había que llegar a pensar como ellos, es decir, había que reunir toda la información posible y saber interpretarla. No cabe duda de su aplicación magistral. Aún hoy, los antiguos brigadistas se preguntan cómo fue posible que de sus filas saliera un porcentaje tan enorme de arrepentidos y disociados y la única explicación lógica es que cuando se conoce al enemigo como a uno mismo, se le puede golpear donde más le duele.  Su victoria sobre las Brigadas Rojas es modélica por haber sido hecha sin porquerías y el gobierno italiano se lo recompensó mandándole a combatir a la mafia siciliana sin la protección adecuada. Apenas duró unos meses, claro, y muchos italianos piensan que fue precisamente su obsesión por reunir información lo que le perdió, pues suponen que llegaron a su conocimiento muchos datos molestos[6]...
La receta de Dalla Chiesa sigue teniendo validez hoy. Parece obvio repetirlo pero la información es la clave de las victorias. Por eso, entre las medidas disparatadas que han pedido loa cuerpos policiales y los servicios de inteligencia, está la de poder intervenir a su albedrío los servicios de mensajería instantánea. ¿De verdad necesitan acceder a ellos? ¿Cuánta gente necesitarían para seguir la pista a las decenas de millones de mensajes que se emiten a diario?
No. La lección más dolorosa que proporcionó la comisión oficial que investigó los atentados del 11S fue que se disponía de toda la información para haberlos evitado, pero cada servicio  la guardó para sí en lugar de ponerla en común. De modo que todo el mundo tenía alguna pieza clave del rompecabezas, pero nadie tenía acceso a la imagen completa. Seguía en vigor y probablemente aún sigue, pese a la dolorosa lección , el lema que Francis Bacon puso por escrito por primera vez, “La información es poder[7]”.
No, la receta es la que ha funcionado siempre: sobornar o chantajear a los elementos más débiles, seguir la pista de las armas utilizadas, infiltrar agentes en los puntos sensibles y vigilar los lugares “calientes”. No hace falta más. Pero claro, hace falta gente que sepa árabe, por ejemplo, y eso obliga a un esfuerzo suplementario.
Por cierto, magnífica la portada del número de aniversario de Charlie Hebdo...






[1] “France’s diminished liberties”, International New York Times, 05/01/16, p. 6.
[2] Y el propio New York Times recuerda que Hollande junto con su partido , se opuso cuando Sarkozy propuso la misma medida.
[3] A diferencia de Afganistán, donde Osama Bin Laden era un mero invitado del régimen talibán, o Irak, que no tenía nada que ver con el 11-S, el Estado Islámico controla un territorio bien definido. Sí, por supuesto, existe el riesgo de que mueran civiles, pero aún estamos por ver la primera guerra en la que no mueran civiles. Por cierto, según dicen los medios, las solicitudes para  ingresar en el ejército francés se han multiplicado por diez. Parece que hay ganas de ajustar cuentas...
[4] En sus filas formaba entonces un don nadie llamado Jean – Marie Le Pen.
[5] Aprovecho aquí para recomendar una película, La batalla de Argel, de Gillo Pontecorvo (1966) que es una sobria recreación del desmantelamiento del FLN en la capital argelina y que se podría definir como un “documental con actores”. Su Operación Ogro (1979) es decepcionante porque en ella se toma muchas más libertades. Aun con eso, la secuencia del atentado contra Carrero está tan bien resuelta que ha sido reproducida innumerables veces, de tal manera que en estos tiempos de confusión no descarto que haya quien crea que se trata de imágenes originales.
[6]Como anécdota, hace poco he encontrado una especie de eslabón intermedio entre los paracaidistas franceses y Dalla Chiesa. El entonces capitán del ejército uruguayo Luis Agosto, que tenía obsesión por reunir los “papelitos” que encontraban a los tupamaros detenidos, lo que le permitió reconstruir infraestructuras, organigramas y todo tipo de lazos. Pero utilizaba la tortura, aunque una tortura “moderada”; presume de que nadie se le murió en la bañera, que era su método. El tacho, que dicen por allá. Desde luego, visto en contexto era un gran avance, pues la policía uruguaya utilizaba la tortura como técnica desde siempre y solo al comisario Otero hoy famoso pero al que nadie hizo caso entonces , le dio por reunir información. Tampoco resulta presentable, aunque también es cierto que la mayoría de tupamaros que pasaron por sus manos hablan bien de él, muchos de ellos por comparación con lo que vivieron en otros cuarteles,  lo que da lugar a reflexiones interesantes de las que me gustaría ocuparme en el futuro. Su historia se relata en un libro curiosísimo, Leonardo Haberkorn: Milicos y tupas, Fin de Siglo, (¿Montevideo?), 2011.
[7] Ahora ha llegado al castellano una expresión curiosa, “comunidad de inteligencia”, que es una traducción literal de una expresión inglesa. Es absolutamente engañosa. Si por algo se caracterizan los servicios de inteligencia es por guardarse la información para ellos solos y no compartirla, salvo que les obligue un juez.

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