La corrupción en el PP se desborda como una letrina atascada. Su
organización regional en Valencia se ve imputada en bloque, con la notable
excepción de su jefa Barberá, blindada jurídicamente de forma demasiado
oportuna con su nombramiento como senadora. Esa es la última noticia de
aquellas tierras pero tenemos ya la piel tan dura a estas alturas que ni siquiera
nos indignó saber unos días antes que Consuelo Ciscar, directora del Instituto
Valenciano de Arte Moderno hasta 2014, estaba imputada[1]
por delitos tan poco originales como pagar 32.400 euros por una obra tasada en
2.000. Como mucho pensamos que qué se podía esperar si su marido cumple condena
de seis años de prisión por los delitos cometidos cuando era consejero de la Generalitat
valenciana... estamos ya aburridos de ese tipo de vulgaridades. Como quien cae
en una letrina y no puede salir, se nos ha atrofiado el olfato. Sin embargo,
otra noticia del mismo día me ha llamado la atención, no por el hecho en sí
sino por el desparpajo con el que habla una de sus protagonistas.
Se está juzgando el asesinato de Isabel Carrasco, presidenta de la
Diputación de León. Las principales acusadas, madre e hija, son dos militantes
de su mismo partido y el presunto móvil sería un ajuste de cuentas, aunque en
su momento varios figurones con bastantes cosas que ocultar intentaron desviar
la autoría hacia el otro lado del espectro político. Entre ellos Barberá,
claro, que a poca vergüenza nunca le ha ganado nadie. Pues bien, a mí, pese a todo
lo que llevamos encima, aún me sorprende leer la ligereza con la que una de las
acusadas explica que Carrasco creó una plaza de funcionario para un ingeniero
de telecomunicaciones creada para mí y que era para mí y que como no se
quiso acostar con la Carrasco, esta hizo que el tribunal diese la plaza a otro
aspirante.
Hemos llegado a tal nivel de podredumbre moral que ante una
declaración así en sede judicial, nadie ha pedido que se abra una investigación
sobre lo declarado, para saber si se creó una plaza a dedo y el tribunal la
adjudicó a quien le indicó la presidenta de la diputación y si eso era un hecho
corriente, pues la acusada ha declarado que todo el mundo sabía que para optar
a una plaza en la Diputación tenías que tener padrinos...
Eso sí, nuestra hipocresía sigue intacta. Se pasó por encima de lo que
se dijo en su momento sobre cómo la finada manejaba sus asuntos, incluido el
hecho de que cobrara trece sueldos al mismo tiempo, pero hubo gran escándalo
porque en el lugar donde cayó muerta Carrasco alguien escribió “Aquí murió un
bicho”. Tenemos la piel tan fina respecto a lo simbólico que mejor no pensar en
la que se hubiera armado de haber escrito “Toma del frasco, Carrasco”...
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