martes, 16 de febrero de 2016

BREVE TRATADO DE DERMATOLOGÍA


 La corrupción en el PP se desborda como una letrina atascada. Su organización regional en Valencia se ve imputada en bloque, con la notable excepción de su jefa Barberá, blindada jurídicamente de forma demasiado oportuna con su nombramiento como senadora. Esa es la última noticia de aquellas tierras pero tenemos ya la piel tan dura a estas alturas que ni siquiera nos indignó saber unos días antes que Consuelo Ciscar, directora del Instituto Valenciano de Arte Moderno hasta 2014, estaba imputada[1] por delitos tan poco originales como pagar 32.400 euros por una obra tasada en 2.000. Como mucho pensamos que qué se podía esperar si su marido cumple condena de seis años de prisión por los delitos cometidos cuando era consejero de la Generalitat valenciana... estamos ya aburridos de ese tipo de vulgaridades. Como quien cae en una letrina y no puede salir, se nos ha atrofiado el olfato. Sin embargo, otra noticia del mismo día me ha llamado la atención, no por el hecho en sí sino por el desparpajo con el que habla una de sus protagonistas.
Se está juzgando el asesinato de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León. Las principales acusadas, madre e hija, son dos militantes de su mismo partido y el presunto móvil sería un ajuste de cuentas, aunque en su momento varios figurones con bastantes cosas que ocultar intentaron desviar la autoría hacia el otro lado del espectro político. Entre ellos Barberá, claro, que a poca vergüenza nunca le ha ganado nadie. Pues bien, a mí, pese a todo lo que llevamos encima, aún me sorprende leer la ligereza con la que una de las acusadas explica que Carrasco creó una plaza de funcionario para un ingeniero de telecomunicaciones creada para mí y que era para mí y que como no se quiso acostar con la Carrasco, esta hizo que el tribunal diese la plaza a otro aspirante.
Hemos llegado a tal nivel de podredumbre moral que ante una declaración así en sede judicial, nadie ha pedido que se abra una investigación sobre lo declarado, para saber si se creó una plaza a dedo y el tribunal la adjudicó a quien le indicó la presidenta de la diputación y si eso era un hecho corriente, pues la acusada ha declarado que todo el mundo sabía que para optar a una plaza en la Diputación tenías que tener padrinos...
Eso sí, nuestra hipocresía sigue intacta. Se pasó por encima de lo que se dijo en su momento sobre cómo la finada manejaba sus asuntos, incluido el hecho de que cobrara trece sueldos al mismo tiempo, pero hubo gran escándalo porque en el lugar donde cayó muerta Carrasco alguien escribió “Aquí murió un bicho”. Tenemos la piel tan fina respecto a lo simbólico que mejor no pensar en la que se hubiera armado de haber escrito “Toma del frasco, Carrasco”...





[1] Sí, sé que ahora se dice investigada, pero es que yo estudié por el plan antiguo.

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