Resulta que el Diccionario Oxford ha elegido post – truth como
palabra del año y a los medios mundiales les ha faltado tiempo para hacerse
eco. En castellano parece que se transcribirá como posverdad y significa
“que denota circunstancias en las cuales los hechos objetivos influyen menos en
la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la
creencia personal”.
Aunque según se dice la palabra ya se había utilizado antes, la
definición propuesta parece claramente inspirada por el referéndum británico y
la elección de Donald Trump. En este caso Colombia u Holanda no cuentan porque
para ciertos ambientes culturales anglosajones lo que no habla inglés
simplemente no existe.
Desde luego, los periódicos que la han jaleado se sitúan
automáticamente en el otro lado, en el que valora los hechos objetivos y no la
emoción o las creencias. Son como esos que se hartan de llamar tonto a todo el
mundo, ni se les pasa por la cabeza la posibilidad de pertenecer al grupo. Así
que me ha dado por revisar al más serio entre los serios para ver exactamente
en qué momento se encuentra respecto a la verdad, si anterior, coetáneo o
posterior. Tampoco he buscado exhaustivamente, me he contentado con tres
ejemplos pero desechando muchos para no aburriros[1].
Julio Carabaña es profesor de Sociología en la UCM y autor de un libro
titulado Pobres y ricos. En su artículo trata de demostrar que la
desigualdad no ha crecido utilizando “el índice de Gini (0, cuando todos
consiguen lo mismo, y 100, cuando uno se lo queda todo)”.
Comienza retador: “La teoría (o la ideología, o la narrativa)
dominante dice que la globalización aumenta la desigualdad y que la desigualdad
produce populismo, nacionalismo y xenofobia, con etiquetas de derecha y de izquierda.
Pero ¿y si la desigualdad no hubiera aumentado, o no hubiera aumentado tanto, o
hubiera aumentado por razones distintas de la globalización?”. Fuerte apuesta,
pardiez. Dejaremos de lado que el aumento de la desigualdad no suele achacarse a
la globalización sino al neoliberalismo para no chafarle el argumento. Aunque
sí desvelaré el final, porque lo que interesa es el argumento central. Sí,
desde luego, era obvio, la desigualdad no ha aumentado. Lo mejor es cómo lo
prueba. Resulta que en España el índice de Gini no ha aumentado desde mediados
de los 90. “Como apuntaba la OCDE, el aumento de la desigualdad en España
durante la crisis puede reducirse a un fenómeno mucho más simple, el aumento de
la pobreza. Los pobres severos pasaron de ser el 2% de la población en 2007 a
ser el 5% en 2009 y 2013. En la misma magnitud que han aumentado los pobres
severos han disminuido también las clases medias”. Que quede claro.
Es posible por tanto hablar de un populismo genérico. Hay sin embargo dos grandes diferencias
entre los populismos de derechas y de izquierdas. Primero, obviamente, las
políticas: “Podemos y el Frente Nacional tienen en común que dirigen sus
ataques contra una élite liberal que creen responsable de los problemas.
Difieren en el tipo de problemas que identifican y enfatizan, y en las
soluciones que ofrecen”, dice Benjamin Stanley, profesor en la Universidad SWPS
de Varsovia (Polonia)[2].
Así que ven la realidad de forma diferente y, como es lógico, tampoco
coinciden en las medidas a tomar. Entonces ¿en qué coinciden? En culpar a una
élite liberal. Por supuesto, aquí hay una polisemia que el muy conocido en
su casa a la hora de comer Benjamin Stanley no se ocupa en precisar, porque liberal
en Estados Unidos significa izquierdista mientras que en Europa se refiere a
los economistas de extrema derecha que celebran cada despido considerándolo una
“reducción de costes laborales”. Cuando tanto el PSOE como Ciudadanos dijeron
en voz alta y con todas las letras que nunca apoyarían un gobierno con Mariano
Rajoy de presidente caían en esa definición tan laxa de populismo. Suerte que
la prudencia les hizo rectificar...
La última aportación la proporciona Steve Roberts, de la Singularity
University, una universidad apoyada por Google y la NASA según la misma
lógica que alumbró la Trump University. Una universidad que ofrece un programa
que cuesta 14.000 dólares y tiene una duración de seis días. Según Roberts,
“ofrecemos una experiencia que cambia tu mentalidad, que transforma a la gente
y cuando se marchan no vuelven a ser los mismos”.
Cierto que hace tres mil años que los alquimistas vienen prometiendo
esto mismo, pero no eran tan insensatos como para asegurar resultados en una
semana. Ellos requerían toda una vida, por eso siempre se pinta a los
alquimistas como ancianos...
Y de tal universidad, tales sabios. El susodicho Roberts responde a
una pregunta diciendo que “Hace 50 años éramos granjeros. Todos estábamos
preocupados porque las máquinas nos quietarían (sic) el trabajo, era la única
manera de ganar dinero: tener una granja y vender comida”.
Hasta en un país tan industrialmente atrasado como España que levante
la mano el que en 1966 sus padres o sus abuelos vivían de tener una granja y
vender comida...
La pregunta es: si no están en la posverdad ni en la verdad, ¿estarán
en la preverdad?
[1] Todos proceden de El País. Aquí van por orden
de mención: Julio Carabaña: “¿Y si la desigualdad no ha crecido?” (22/11/16),
Jordi Pérez Colomé y Kiko Llaneras: “De Trump a Podemos, qué es el populismo”
(14/11/16) y Ana Torres Menárguez: “La mayoría de universidades del mundo van a
desaparecer” (25/10/16).
[2] Encuentro un poco triste que El País se vea
obligado a aclarar a sus actuales lectores que Varsovia está en Polonia. Aún
recuerdo la lluvia de cartas de indignación que recibió un redactor de El
País Semanal hace ya unos cuantos años (demasiados, según parece) por
escribir “ad divinis” en lugar de “a divinis”.
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