Se llama Santiago Íñiguez, es presidente de la IE University y decano
de la IE Business School y el entrevistador le presenta como “uno de los
españoles más reconocidos en el ámbito de la formación empresarial”.
La primera pregunta que se me ocurre es ¿para qué necesita formarse un
empresario? Que se miren en el espejo de Trump. Cuanto más ignorante, zafio,
despiadado y lleno de prejuicios, mejor te irá en el mundo de los negocios. Por
usar una frase que gusta mucho en ese ámbito, conseguirás todo lo que te
propongas.
En respuesta a una pregunta dice que “La tecnología está sustituyendo
la actividad de carácter manual y rutinaria, y eso hay que agradecerlo, porque
sustituye tareas poco enriquecedoras y poco satisfactorias, pero también está
generando múltiples empleos que no existían anteriormente, en el terreno de la
gestión del entorno digital, del análisis del ‘big data’ o de la gestión
global. Hay muchas nuevas funciones que surgen por el desarrollo de la
tecnología”.
Es curioso cómo cambian las cosas... El trabajo manual siempre fue el
símbolo del trabajo, ― “con sus propias manos”, se decía en tono de
admiración ―, y hoy es una peste de la que hay que huir. Por otra parte, quizá sea
yo muy raro pero prefiero un trabajo rutinario a uno “creativo”. Mis neuronas
se resienten y prefiero aplicarlas, por ejemplo, a escribir estas divagaciones
que a hacer rico a uno que no me lo va a agradecer y que en cuanto pueda
prescindir de mí, me dará la patada en el culo sin mayor solemnidad. Trabajo porque
soy tan exquisito que necesito un techo para guarecerme debajo cuando hace frío
o llueve y porque no me fían en el supermercado, que si no, iba a trabajar la
madre del topo[1]. Me
sobran oportunidades satisfactorias y enriquecedoras. De mi educación cristiana
recuerdo que el trabajo es una maldición divina y con los años aprendí que la
palabra procede de “tripalium”, que era un instrumento de tortura.
Pero la cuestión no es cuáles son mis preferencias. Lo importante aquí
es que el orden funcionaba sobre un contrato social: tendrás que trabajar y, a
cambio, recibirás un salario que te permitirá mantenerte y darte algún
capricho. Así es como funcionaba el invento y lo habíamos interiorizado de tal
manera que nos parecía normal dedicar un tercio de tu vida a velar por los
intereses de otro que te lo agradecerá siempre por debajo del valor de lo que
produces porque si no, no habría ganancia. Pero aquello que nos contaron ya no
sirve. El trabajo será un bien escaso por el que habrá que pelear y, una vez
obtenido, dar gracias por pertenecer a la categoría de los explotados en lugar
de a la de los excluidos[2].
En cuanto a lo del ‘big data’ y demás, veremos que las convicciones
son muy firmes pero, según cómo, pueden serlo un poco menos. Parece que aún hay
cierto margen...
Y sigue: “Por otro lado, tenemos datos de la UE y EEUU que demuestran
el auge del trabajo por cuenta propia, de ‘freelance’ y autónomos. En España el
entorno de los autónomos ha sido considerado como marginal desde el punto de
vista del interés político, y hay que tomárselo en serio y promoverlo, ya que
es algo genuinamente emprendedor. En EEUU, en 2020, una cuarta parte de la
población laboral será de trabajadores autónomos. De modo que las grandes
corporaciones tendrán menos trabajadores en términos absolutos.
Un momento, se le olvida Cuba, donde han creado una nueva palabra:
“cuentapropista”. La
cuestión es que, en Cuba, como en el “mundo libre”, no hay otra opción. Ese
auge del trabajo por cuenta propia no es una decisión voluntaria de gente que
ha decidido ser emprendedora. O bien son falsos autónomos o son los que han
sido despedidos y se han quedado al margen y no tienen otra salida que venderse lo mejor que sepan o puedan.
Y el tipo continúa: “Sin embargo, soy optimista y estoy seguro de que
se van a generar nuevas oportunidades, nuevas habilidades y nuevos
conocimientos. El reto no es cómo buscar compensaciones económicas para
trabajadores cuyo contenido se queda obsoleto sino cómo formar al nuevo perfil
de talento para identificar esas nuevas oportunidades. Hay que tomar como
referencia la formación continuada”.
Aquí hay un salto mental bastante grande que confieso que me resulta
imposible dar. Hablando su jerga estúpida se podría llegar a pensar en el
contenido de un trabajo pero ¿el contenido de un trabajador? ¿qué demonios es
eso?. Pero queda clara una cosa: no habrá renta
básica, subsidio de desempleo indefinido ni ningún otro tipo de compensaciones
económicas. Será la ley de la selva. Los fuertes, los talentosos que
identifiquen las nuevas oportunidades, sobrevivirán. Los demás, se siente... Y
aquí el propagandista se muestra más papista que el Papa, porque sus amos en la
cumbre de Davos ya se han estado planteando la cuestión de la
renta básica universal[3].
Es pura lógica. Si el motor es el consumo, ¿quién echará fuego a la caldera?
Claro que en ese Foro Económico Mundial de Davos el mayor defensor del libre
comercio fue el delegado del Partido Comunista Chino...
El entrevistador le dice que “El directivo también puede ser reemplazado
por los programas informáticos, no solo los trabajadores manuales”.
Respuesta: “Valoro mucho la aportación del ‘big data’ y de los
algoritmos a la hora de tomar decisiones, pero el ‘big data’ no es la nueva
religión y tampoco el oráculo que va a determinar qué decisión tomar ante
dilemas serios. Quizá en Uber un algoritmo pueda coordinar la asignación de
servicios, o que el pilotaje de avión se haga por ordenador, pero nadie tomaría
una decisión clave en una empresa, ni dejaría una decisión judicial importante,
como la del Tribunal Supremo o la de un Tribunal Superior de Justicia en manos
de robots o algoritmos. Ya hay algoritmos que están en consejos de administración,
pero nadie nombraría presidente del consejo a un algoritmo. Hay estudios que
aseguran que los trabajos rutinarios sí serán sustituidos, pero todos los que
tengan que ver con una dimensión cualitativa o relacional necesariamente
pasarán por la actividad humana”.
Pronto me ocuparé del tema, pero precisamente hace pocos días el
Tribunal Supremo ha dictado sentencia diciendo que la intención es irrelevante,
que lo que cuenta es la literalidad del mensaje, así que nadie mejor que una
máquina para interpretar literalmente.
“Nadie nombraría presidente del consejo a un algoritmo”. ¿Por qué no?
Es como cuando dicen que la globalización es irreversible (que este también lo
dice, por cierto). La Historia está llena de ejemplos irreversibles a los que
se dio vuelta sin mayor problema. Si
cuando hablan de destruir empleos utilizan el eufemismo “reducción de costes
laborales”, sin duda los mayores costes laborales son los de los consejos de
administración. Ese es un dato objetivo, (solo por hablar como ellos, yo diría
que todos los datos son objetivos). ¿No sería, pues, un gran ahorro?
Los trabajos “insustituibles”, aquellos que tienen que ver con “una
dimensión cualitativa o relacional”, es decir, los que no se juzgan con
cualidades objetivas, son precisamente aquellos que llevan a la ruina a las
empresas. Son los de los que sientan en el consejo de administración de una
compañía eléctrica a un Ángel Acebes que mintió a conciencia siendo Ministro de
Interior cuando los atentados del 11 ― M y de allí fue a Bankia.
Ningún algoritmo recomendaría la contratación de Ángel Acebes, ni aún el más
simple. No hace mucho leía que Google y otras grandes compañías de la rama
informática están incorporando unos “botones” para apagar los programas por si
les da por pensar demasiado...
“Hay estudios que aseguran”... esta
frase es equivalente al “Anunciado en TV” que acompañaba a algunos productos hace años. Cuando se cuenta
con un estudio serio y riguroso, a nadie le importa citarlo, para que todos podamos
juzgar su exactitud.
Le presentan como “sin lugar a dudas, el gran historiador catalán
vivo”, pero seguramente es porque nació en 1931. También le suelen presentar
como “maestro de historiadores” pero supongo que será porque dio clase en la
universidad durante muchos años. Josep Fontana militó en el PSUC, la sucursal
catalana del PCE nacida para ahogar la revolución anarquista del 36, pero
últimamente se ha pasado al catalanismo más vociferante. El periodista dice:
“Hay quien habla directamente del fin del trabajo, porque el sistema
ya no podrá ofrecer suficiente ocupación”.
Respuesta: “(...) esto son sandeces. La transformación del trabajo se
ha producido siempre. Refiriéndose a los robots, por ejemplo, un economista
norteamericano decía que el problema será saber de quién son los robots, a
quienes beneficiarán. Es una tontería decir que la desaparición de trabajos
mecánicos en la industria puede significar el fin del trabajo. Teóricamente, en
una sociedad muy organizada, hay un sector en el cual las capacidades de
absorción son ilimitadas. Es el sector servicios. Justamente, una de las
enormes diferencias en la respuesta a la crisis de China y de los países
occidentales es que la política del estado chino ha sido, en buena medida, la
de absorber en el sector servicios buena parte de la gente que se quedaba sin
oficio al desaparecer empresas que no eran rentables y que había que suprimir.
Es evidente que la robotización puede hacer que se pierdan muchos puestos de
trabajo, pero si los robots producen más beneficio, estos beneficios se
tendrían que traducir en más impuestos, que permitan dar ocupación a más gente
dedicada a servicios sociales. Si algo sabemos que falta en este país son
médicos y enfermeros en los hospitales, en cantidad, y aquí no hay ningún robot
que los pueda sustituir. Esto del fin del trabajo es una barbaridad. En todo
caso, sería la de determinados tipos de trabajo”.
Resulta un poco difícil buscar luz en este batiburrillo conceptual. Por
supuesto, lo del impuesto a los robots recuerda mucho a lo de la “Tasa Tobin”
con la que tanto nos dieron la paliza a principios de siglo. La idea era
imponer una tasa que gravaría las transacciones especulativas. Quedó en nada, claro. ¿Por qué habrían de pagarla si lo
hacen para ahorrar dinero? ¿Por la fuerza de la razón? Por otro lado, ¿está
poniendo a China como ejemplo de planificación? Mira, ahí coincide con Mariano
Rajoy que alababa su crecimiento al 7% que ya está al seis y pico. ¿Este alaba
qué? ¿su organización? ¿su justicia social? ¿su eficiencia? Por no entrar en la
cuestión de que, por supuesto, no hay ningún sector donde las capacidades de
absorción sean ilimitadas, eso no hay ni que explicarlo.
Resurgen sus viejos fantasmas... Cuando se lee el Manifiesto comunista de Marx y Engels lo primero
que llama la atención es que es una defensa cerrada de la eficiencia del
capitalismo, al que solo critican por sus aspectos morales. Fontana se ha
quedado anclado en esa época y el único capitalismo que se corresponde con el
que describían los dos barbudos es el de la China actual. Por otro lado, como
alto funcionario que fue, solo entiende que el estado sea quien lo arregle
todo, como le ingresaba e ingresa milagrosamente su sustanciosa paga anual. En
esto se parece a Colau, que también da
por sentada la inyección de fondos públicos desde su experiencia laboral en
ONGs (y aquí la N parece una broma). Y sin embargo, el estado no arregla
nada. Él dice que es evidente que faltan médicos y enfermeros y la realidad es
que sobran. Cientos de ellos salen cada año con un contrato bajo el brazo hacia
lugares donde se les aprecia más.
Convertido al catalanismo más extremo, en el 2014 Josep Fontana perpetró
un bodrio titulado La formació de la identitat. Una história de Catalunya.
En El Periódico, (22/10/14) le preguntaban: “¿No habrá traducción?
― He dicho que no. Quería explicar cosas a gente
que tiene la misma cultura, que ha tenido las mismas experiencias, que se ha
encontrado con los mismos problemas y con la que tenemos una visión del mundo
compartida, que es lo que acaba fabricando toda esa identidad.
Cualquiera diría que si se han de dar todas esas condiciones es que en
realidad no explica nada[4].
Pero el periodista insiste:
― ¿Se rinde? ¿No hay nada a
hacer?
― No es eso solo. He escrito este libro pensando en
lectores catalanes. Si he de hacer los mismos razonamientos a lectores
castellanos, lo tendría que reescribir completamente. Y no sé si vale la pena
el esfuerzo.
En fin, ¿qué decir? Los castellanos somos tan subnormales que el amigo
Fontana debería reescribir en clave de mi ma ― má me
mi ― ma, yo a ― mo a mi ma ― má los razonamientos que los catalanistas cogen al
vuelo. Normal que dude ante tan ciclópea tarea...
No sé si debido a su pasado criptocomunista o a su presente de converso
al catalanismo más extremo, Fontana figuraba el último en la lista de Ada Colau
al Ayuntamiento de Barcelona[5].
[2] Y
mientras tanto, el anarquismo organizado lleva meses inmerso en un debate sobre
el “sindicalismo revolucionario”. Es triste comprobar que las fuerzas que se
supone que quieren el cambio sigan analizando el mundo con conceptos
decimonónicos.
[3] Héctor
G. Barnés: “Lo único que pone de acuerdo a las élites y a Podemos: la renta
básica universal”, El Confidencial, 23/01/17.
[4] Aunque
quién sabe lo que quería decir el viejo... Es evidente que la entrevista está
horriblemente traducida del catalán, basta ver ese doloroso ¿No hay nada a
hacer? Lo digo porque en catalán suele utilizarse el verbo explicar como
sinónimo de contar. En catalán los chistes no se cuentan, se explican.
[5] Para
quien quiera leerlos enteros, Esteban Hernández: “Cómo está afectando a los
directivos la llegada del populismo”, El Confidencial, 22/01/17 y Carles
Bellsolà: “Josep Fontana: El sistema, tal como funcionaba, ya no convence a la
gente”, Público, 21/12/16.