martes, 31 de enero de 2017

UN FARSANTE Y UNA MOMIA

Se llama Santiago Íñiguez, es presidente de la IE University y decano de la IE Business School y el entrevistador le presenta como “uno de los españoles más reconocidos en el ámbito de la formación empresarial”.
La primera pregunta que se me ocurre es ¿para qué necesita formarse un empresario? Que se miren en el espejo de Trump. Cuanto más ignorante, zafio, despiadado y lleno de prejuicios, mejor te irá en el mundo de los negocios. Por usar una frase que gusta mucho en ese ámbito, conseguirás todo lo que te propongas.
En respuesta a una pregunta dice que “La tecnología está sustituyendo la actividad de carácter manual y rutinaria, y eso hay que agradecerlo, porque sustituye tareas poco enriquecedoras y poco satisfactorias, pero también está generando múltiples empleos que no existían anteriormente, en el terreno de la gestión del entorno digital, del análisis del ‘big data’ o de la gestión global. Hay muchas nuevas funciones que surgen por el desarrollo de la tecnología”.
Es curioso cómo cambian las cosas... El trabajo manual siempre fue el símbolo del trabajo, “con sus propias manos”, se decía en tono de admiración , y hoy es una peste de la que hay que huir. Por otra parte, quizá sea yo muy raro pero prefiero un trabajo rutinario a uno “creativo”. Mis neuronas se resienten y prefiero aplicarlas, por ejemplo, a escribir estas divagaciones que a hacer rico a uno que no me lo va a agradecer y que en cuanto pueda prescindir de mí, me dará la patada en el culo sin mayor solemnidad. Trabajo porque soy tan exquisito que necesito un techo para guarecerme debajo cuando hace frío o llueve y porque no me fían en el supermercado, que si no, iba a trabajar la madre del topo[1]. Me sobran oportunidades satisfactorias y enriquecedoras. De mi educación cristiana recuerdo que el trabajo es una maldición divina y con los años aprendí que la palabra procede de “tripalium”, que era un instrumento de tortura.
Pero la cuestión no es cuáles son mis preferencias. Lo importante aquí es que el orden funcionaba sobre un contrato social: tendrás que trabajar y, a cambio, recibirás un salario que te permitirá mantenerte y darte algún capricho. Así es como funcionaba el invento y lo habíamos interiorizado de tal manera que nos parecía normal dedicar un tercio de tu vida a velar por los intereses de otro que te lo agradecerá siempre por debajo del valor de lo que produces porque si no, no habría ganancia. Pero aquello que nos contaron ya no sirve. El trabajo será un bien escaso por el que habrá que pelear y, una vez obtenido, dar gracias por pertenecer a la categoría de los explotados en lugar de a la de los excluidos[2].
En cuanto a lo del ‘big data’ y demás, veremos que las convicciones son muy firmes pero, según cómo, pueden serlo un poco menos. Parece que aún hay cierto margen...
Y sigue: “Por otro lado, tenemos datos de la UE y EEUU que demuestran el auge del trabajo por cuenta propia, de ‘freelance’ y autónomos. En España el entorno de los autónomos ha sido considerado como marginal desde el punto de vista del interés político, y hay que tomárselo en serio y promoverlo, ya que es algo genuinamente emprendedor. En EEUU, en 2020, una cuarta parte de la población laboral será de trabajadores autónomos. De modo que las grandes corporaciones tendrán menos trabajadores en términos absolutos.
Un momento, se le olvida Cuba, donde han creado una nueva palabra: “cuentapropista”. La cuestión es que, en Cuba, como en el “mundo libre”, no hay otra opción. Ese auge del trabajo por cuenta propia no es una decisión voluntaria de gente que ha decidido ser emprendedora. O bien son falsos autónomos o son los que han sido despedidos y se han quedado al margen y no tienen otra salida  que venderse lo mejor que sepan o puedan.
Y el tipo continúa: “Sin embargo, soy optimista y estoy seguro de que se van a generar nuevas oportunidades, nuevas habilidades y nuevos conocimientos. El reto no es cómo buscar compensaciones económicas para trabajadores cuyo contenido se queda obsoleto sino cómo formar al nuevo perfil de talento para identificar esas nuevas oportunidades. Hay que tomar como referencia la formación continuada”.
Aquí hay un salto mental bastante grande que confieso que me resulta imposible dar. Hablando su jerga estúpida se podría llegar a pensar en el contenido de un trabajo pero ¿el contenido de un trabajador? ¿qué demonios es eso?. Pero queda clara una cosa: no habrá renta básica, subsidio de desempleo indefinido ni ningún otro tipo de compensaciones económicas. Será la ley de la selva. Los fuertes, los talentosos que identifiquen las nuevas oportunidades, sobrevivirán. Los demás, se siente... Y aquí el propagandista se muestra más papista que el Papa, porque sus amos en la cumbre de  Davos  ya se han estado planteando la cuestión de la renta básica universal[3]. Es pura lógica. Si el motor es el consumo, ¿quién echará fuego a la caldera? Claro que en ese Foro Económico Mundial de Davos el mayor defensor del libre comercio fue el delegado del Partido Comunista Chino...
El entrevistador le dice que “El directivo también puede ser reemplazado por los programas informáticos, no solo los trabajadores manuales”.
Respuesta: “Valoro mucho la aportación del ‘big data’ y de los algoritmos a la hora de tomar decisiones, pero el ‘big data’ no es la nueva religión y tampoco el oráculo que va a determinar qué decisión tomar ante dilemas serios. Quizá en Uber un algoritmo pueda coordinar la asignación de servicios, o que el pilotaje de avión se haga por ordenador, pero nadie tomaría una decisión clave en una empresa, ni dejaría una decisión judicial importante, como la del Tribunal Supremo o la de un Tribunal Superior de Justicia en manos de robots o algoritmos. Ya hay algoritmos que están en consejos de administración, pero nadie nombraría presidente del consejo a un algoritmo. Hay estudios que aseguran que los trabajos rutinarios sí serán sustituidos, pero todos los que tengan que ver con una dimensión cualitativa o relacional necesariamente pasarán por la actividad humana”.
Pronto me ocuparé del tema, pero precisamente hace pocos días el Tribunal Supremo ha dictado sentencia diciendo que la intención es irrelevante, que lo que cuenta es la literalidad del mensaje, así que nadie mejor que una máquina para interpretar literalmente.
“Nadie nombraría presidente del consejo a un algoritmo”. ¿Por qué no? Es como cuando dicen que la globalización es irreversible (que este también lo dice, por cierto). La Historia está llena de ejemplos irreversibles a los que se dio vuelta sin mayor problema.  Si cuando hablan de destruir empleos utilizan el eufemismo “reducción de costes laborales”, sin duda los mayores costes laborales son los de los consejos de administración. Ese es un dato objetivo, (solo por hablar como ellos, yo diría que todos los datos son objetivos). ¿No sería, pues, un gran ahorro?
Los trabajos “insustituibles”, aquellos que tienen que ver con “una dimensión cualitativa o relacional”, es decir, los que no se juzgan con cualidades objetivas, son precisamente aquellos que llevan a la ruina a las empresas. Son los de los que sientan en el consejo de administración de una compañía eléctrica a un Ángel Acebes que mintió a conciencia siendo Ministro de Interior cuando los atentados del 11 M y de allí fue a Bankia. Ningún algoritmo recomendaría la contratación de Ángel Acebes, ni aún el más simple. No hace mucho leía que Google y otras grandes compañías de la rama informática están incorporando unos “botones” para apagar los programas por si les da por pensar demasiado...
 “Hay estudios que aseguran”... esta frase es equivalente al “Anunciado en TV” que acompañaba a  algunos productos hace años. Cuando se cuenta con un estudio serio y riguroso, a nadie le importa citarlo, para que todos podamos juzgar su exactitud.



Le presentan como “sin lugar a dudas, el gran historiador catalán vivo”, pero seguramente es porque nació en 1931. También le suelen presentar como “maestro de historiadores” pero supongo que será porque dio clase en la universidad durante muchos años. Josep Fontana militó en el PSUC, la sucursal catalana del PCE nacida para ahogar la revolución anarquista del 36, pero últimamente se ha pasado al catalanismo más vociferante. El periodista dice:
“Hay quien habla directamente del fin del trabajo, porque el sistema ya no podrá ofrecer suficiente ocupación”.
Respuesta: “(...) esto son sandeces. La transformación del trabajo se ha producido siempre. Refiriéndose a los robots, por ejemplo, un economista norteamericano decía que el problema será saber de quién son los robots, a quienes beneficiarán. Es una tontería decir que la desaparición de trabajos mecánicos en la industria puede significar el fin del trabajo. Teóricamente, en una sociedad muy organizada, hay un sector en el cual las capacidades de absorción son ilimitadas. Es el sector servicios. Justamente, una de las enormes diferencias en la respuesta a la crisis de China y de los países occidentales es que la política del estado chino ha sido, en buena medida, la de absorber en el sector servicios buena parte de la gente que se quedaba sin oficio al desaparecer empresas que no eran rentables y que había que suprimir. Es evidente que la robotización puede hacer que se pierdan muchos puestos de trabajo, pero si los robots producen más beneficio, estos beneficios se tendrían que traducir en más impuestos, que permitan dar ocupación a más gente dedicada a servicios sociales. Si algo sabemos que falta en este país son médicos y enfermeros en los hospitales, en cantidad, y aquí no hay ningún robot que los pueda sustituir. Esto del fin del trabajo es una barbaridad. En todo caso, sería la de determinados tipos de trabajo”.
Resulta un poco difícil buscar luz en este batiburrillo conceptual. Por supuesto, lo del impuesto a los robots recuerda mucho a lo de la “Tasa Tobin” con la que tanto nos dieron la paliza a principios de siglo. La idea era imponer una tasa que gravaría las transacciones especulativas. Quedó en  nada, claro. ¿Por qué habrían de pagarla si lo hacen para ahorrar dinero? ¿Por la fuerza de la razón? Por otro lado, ¿está poniendo a China como ejemplo de planificación? Mira, ahí coincide con Mariano Rajoy que alababa su crecimiento al 7% que ya está al seis y pico. ¿Este alaba qué? ¿su organización? ¿su justicia social? ¿su eficiencia? Por no entrar en la cuestión de que, por supuesto, no hay ningún sector donde las capacidades de absorción sean ilimitadas, eso no hay ni que explicarlo.
Resurgen sus viejos fantasmas... Cuando se lee el Manifiesto comunista de Marx y Engels lo primero que llama la atención es que es una defensa cerrada de la eficiencia del capitalismo, al que solo critican por sus aspectos morales. Fontana se ha quedado anclado en esa época y el único capitalismo que se corresponde con el que describían los dos barbudos es el de la China actual. Por otro lado, como alto funcionario que fue, solo entiende que el estado sea quien lo arregle todo, como le ingresaba e ingresa milagrosamente su sustanciosa paga anual. En esto  se parece a Colau, que también da por sentada la inyección de fondos públicos desde su experiencia laboral en ONGs (y aquí la N parece una broma). Y sin embargo, el estado no arregla nada. Él dice que es evidente que faltan médicos y enfermeros y la realidad es que sobran. Cientos de ellos salen cada año con un contrato bajo el brazo hacia lugares donde se les aprecia más. 

Convertido al catalanismo más extremo, en el 2014 Josep Fontana perpetró un bodrio titulado La formació de la identitat. Una história de Catalunya. En El Periódico, (22/10/14) le preguntaban: “¿No habrá traducción?
He dicho que no. Quería explicar cosas a gente que tiene la misma cultura, que ha tenido las mismas experiencias, que se ha encontrado con los mismos problemas y con la que tenemos una visión del mundo compartida, que es lo que acaba fabricando toda esa identidad.
Cualquiera diría que si se han de dar todas esas condiciones es que en realidad no explica nada[4]. Pero el periodista insiste:
¿Se rinde? ¿No hay nada a hacer?
No es eso solo. He escrito este libro pensando en lectores catalanes. Si he de hacer los mismos razonamientos a lectores castellanos, lo tendría que reescribir completamente. Y no sé si vale la pena el esfuerzo.
En fin, ¿qué decir? Los castellanos somos tan subnormales que el amigo Fontana debería reescribir en clave de mi ma má me mi ma, yo a mo a mi ma los razonamientos que los catalanistas cogen al vuelo. Normal que dude ante tan ciclópea tarea...
No sé si debido a su pasado criptocomunista o a su presente de converso al catalanismo más extremo, Fontana figuraba el último en la lista de Ada Colau al Ayuntamiento de Barcelona[5].



[1] Es decir, topota madre.
[2] Y mientras tanto, el anarquismo organizado lleva meses inmerso en un debate sobre el “sindicalismo revolucionario”. Es triste comprobar que las fuerzas que se supone que quieren el cambio sigan analizando el mundo con conceptos decimonónicos.
[3] Héctor G. Barnés: “Lo único que pone de acuerdo a las élites y a Podemos: la renta básica universal”, El Confidencial, 23/01/17.
[4] Aunque quién sabe lo que quería decir el viejo... Es evidente que la entrevista está horriblemente traducida del catalán, basta ver ese doloroso ¿No hay nada a hacer? Lo digo porque en catalán suele utilizarse el verbo explicar como sinónimo de contar. En catalán los chistes no se cuentan, se explican.
[5] Para quien quiera leerlos enteros, Esteban Hernández: “Cómo está afectando a los directivos la llegada del populismo”, El Confidencial, 22/01/17 y Carles Bellsolà: “Josep Fontana: El sistema, tal como funcionaba, ya no convence a la gente”, Público, 21/12/16.