Cada quien tiene su versión sobre la teoría de los universos paralelos
y no sé cuántas se parecerán lo suficiente a la original que, por otra parte,
fue ideada por un tipo bien curioso.
La mía es totalmente de andar por casa en el sentido más literal, pues
encuentro universos paralelos a distancias que se pueden recorrer a pie. A
veces me basta con escuchar las vivencias de gente a la que conocí en un cierto
momento para pensar que su vida posterior ha debido transcurrir en un universo diferente
al que yo habito. En otras ocasiones ni siquiera necesito haberles conocido
antes...
Pensaba en esto el viernes, cuando escuché la tan esperada sentencia
del caso Noos.
Por un lado estaba el coro propietario o visitante asiduo de los
grandes medios con su letanía de que la justicia es igual para todos, con
especial protagonismo de su abogado, Miquel Roca, que estaba levitando,
según dijo textualmente. Además ha conseguido que su elevada minuta[1]
se la tenga que pagar la acusación particular, lo que queda como advertencia
para futuros aventureros. No han faltado detalles rastreros como el de José
Antonio Zarzalejos arremetiendo contra el juez Castro por el hecho de haber
intentado cumplir con su deber lo mejor posible teniendo que luchar en solitario
contra la Agencia Tributaria, la Abogacía del Estado o la propia Fiscalía en
todas sus ramas. Están exultantes y no termina de entenderse muy bien por qué,
ya había dicho Rajoy en su momento que consideraba que la infanta[2]
era inocente y la lucidez y visión de futuro de don Mariano deberían haber
bastado para tranquilizarles.
Al otro lado estaban los que consideran la sentencia un tongo, un
amaño, un pasteleo, un paripé... y que por supuesto, como los del bando
infantesco, ya sabían en su fuero interno, externo y mediopensionista que las
cosas no iban a ser de otro modo y que ver a una infanta sentada en el
banquillo contestando como un muñeco animado por José Luis Moreno en su peor
día era lo máximo a lo que podían aspirar. A diferencia de las licencias que se
toman los respetadores de las sentencias judiciales siempre que digan lo que
ellos piensan, estos han sido muy moderados en sus apreciaciones. Un ejemplo de
puro guante blanco, nada de zarzalejear atacando a las juezas que firman la
sentencia. Pese a que las porras de Twitter, fácilmente consultables, apostaban
de forma casi unánime por la absolución de la infanta ― lo que nadie
en su sano juicio pensaba que podía ser de otra manera ―, a Urdangarín
le calculaban una media de ocho años, obviamente dejándose llevar por la cabeza
y no por el corazón. Ni siquiera se ha cumplido esa idea de que Urdangarín
pagase por los pecados de ambos. Ni siquiera ha caído la pedrea, los más
optimistas podrán tomarlo como un reintegro y el resto, ni eso.
Sin embargo, en mi universo particular está muy extendida la idea de
que somos mayoría los que pensamos que encima de putas, pagamos la cama. Pero
yo vivo en un mundo muy extraño, en el que la gente es estimada por lo que vale
y en el que no cuentan la cuna, las amistades, los negocios comunes o los
secretos compartidos. No hace falta decirlo, es un universo muy pequeño.
[1] Ciento
cincuenta mil del ala, según se ha dicho. Este no
es un mundo de caballeros, aquí no se hacen favores, todo se cobra al
contado y en buena moneda, como corresponde a los hombres de negocios.
Roca y el antiguo Rey que aún es Rey se entienden sin necesidad de hablar...
[2] Aquí me asalta una duda ortográfica: ¿debo escribir infanta o Infanta?
He decidido interpretar por mi cuenta y riesgo los deseos del rey Felipe (y
quizá de la reina Letizia) que le pidió que renunciase a sus derechos
dinásticos. Sin estar en la línea de sucesión al trono ni se es Infanta ni se
es nada, al menos en mi universo...
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