El otro día recuperaban un programa de investigación sobre la que se
conoció como “guerra del pan” en el año 2012.
En setiembre de ese año en Quart de Poblet ― un lugar de 25.000 habitantes a cinco kilómetros de
Valencia al que se puede llegar en metro ―, un tal José Navarro desataba un torbellino al
comenzar a vender barras de pan a veinte céntimos de euro. Entonces el precio
medio era de 59 céntimos.
Hasta ese momento, Navarro era un panadero más del gremio que llevaba
un pequeño negocio heredado de su padre. La impresión general de sus compañeros
era que Navarro solo era la cara visible de un negocio que habían concebido
otros y el documental parecía apoyar esa hipótesis.
En cualquier caso, la ofensiva iba en serio. La novedad fue muy bien
acogida por los compradores, capaces de hacer cola durante más de una hora para
comprar un pan más barato, y ese éxito inicial llevó a una política de
expansión que está en la página siguiente de los manuales que escriben los
ideólogos que se hacen llamar economistas.
Los otros panaderos no se quedaron de brazos cruzados. Aparte de
expulsarle del gremio, acosaron sus negocios hasta tal punto que sus obradores
recibían una visita de inspección cada semana y contraatacaron vendiendo pan a
veinte céntimos, pese a que reconocían que con esas barras perdían dinero.
Varios de ellos murieron del esfuerzo...
Pero bien se dice que quien golpea primero, golpea dos veces.
Imparable, Navarro proseguía su expansión. En 2014 facturaba 8.400.000 euros,
tenía cincuenta puntos de venta con unos quinientos empleados y vendía 50.000
panes al día. Hasta el gigante Mercadona, golpeado en su tierra natal, llegó a
ofrecer “cinco panes tipo bocadillo” por un euro.
Los autores del reportaje consultaron a diversos expertos. Incluso
hicieron analizar una de las polémicas barras en un laboratorio y la conclusión
fue que aunque sus valores nutricionales eran algo más pobres que los del pan
corriente, eran perfectamente comestibles.
El ideólogo de turno consultado en esta ocasión era un tal Gonzalo
Bernardos. Extraigo su impresionante currículum de su propia página. Aunque no
estoy seguro de si el orden correcto es de arriba abajo o de izquierda a
derecha, usaré el primero: Analista y consultor económico e inmobiliario.
Profesor Titular de Universidad del Departamento de Teoría Económica de la
Universidad de Barcelona. Profesor del Institut Barcelona d’Estudis
Internacionals. Comisionado de Recursos Económicos de la Universitat de
Barcelona (diciembre 2008 – diciembre 2009). Profesor de la Universitat Oberta
de Catalunya. Vicerrector de Economía de la Universitat de Barcelona (enero
2010 – octubre 2012). Director del Master en Desarrollo Personal y Liderazgo.
Director del Master de Asesoría y Consultoría Inmobiliaria de la Universidad de
Barcelona. Director del Master de Creación, Gestión y Desarrollo de Franquicias
de la Universidad de Barcelona.
Decía varias cosas, pero recuerdo dos en especial. La primera era su
diagnóstico de futuro: José Navarro era el que estaba haciendo las cosas bien,
y a los demás más les valía tomar nota y hacer lo mismo que él estaba haciendo.
Quedaba claro que Navarro era el futuro y el resto de obradores el pasado que
se resistía a morir. La segunda era la explicación de su éxito: José Navarro
triunfaba porque había aplicado una economía de escala.
Para quien no esté versado en la jerga de los ideólogos, aporto aquí
una definición que aparece en una especie de “diccionario económico” del diario
Expansión redactada por Begoña Blasco Torrejón: “En teoría económica se
dice que aparecen Economías de Escala cuando es posible aumentar la producción
por encima de lo que se elevan los costes. En suma, hay economías de escala
cuando el coste por término medio disminuye a medida que aumenta la
producción”. Pero la voz de Wikipedia “Economía de escala” añade un matiz
importante: “El concepto de “economías de escala” sirve para el largo plazo”.
Y si en 2014 vendía 50.000, “se especula que llegó a vender 250.000
panes al día[1]”.
El problema es que si en 2014 facturaba 8,4 millones de euros, sus gastos eran
de 8,6 millones.
Suena triste pero lo que pasó es una reproducción exacta de aquel
viejo chiste sobe un industrial de Eibar que perdía dos céntimos con cada
tornillo pero no le importaba porque vendía muchos...
Hoy en día Navarro ha vuelto a los niveles más bajos de la panadería,
gana menos de mil euros mensuales y debe más de trescientos mil. Nada se sabe
de aquellos que parece que le empujaron a la aventura.
El experto Bernardos no se salía del manual de la tribu: innovar,
arriesgar, emprender, el 90/10 y el “si quieres puedes” de los que hablaba hace
poco. Hasta aplicaba el conjuro de una hipotética “economía de escala” sabiendo
que el concepto no era posible en este caso.
Por supuesto, cualquier mente que operase lógicamente podía deducir
que los expertos a los que había que escuchar eran el resto de panaderos que
decían que era imposible ganar dinero vendiendo pan a veinte céntimos.
Como dato curioso, Gonzalo Bernardos tiene una sección en su página
llamada “Predicando y acertando”. Contiene un solo artículo sobre el precio de
la vivienda, publicado en 2006. No parece un balance a la altura de su
curriculum...
¿O sí?[2]
[1] El
reportaje pertenecía a la serie “Equipo de Investigación”, que creo que se
emitió en Antena 3 aunque yo lo vi en La Sexta. Todas las cifras proceden de Martín Mucha: “El rey
del pan: de vender millones con barras a 20 céntimos, a la ruina”, El Mundo,
05/03/16.
[2] Para intentar salvar los muebles, los periodistas
económicos dicen que el efecto beneficioso de esa “guerra del pan” fue que Lidl
y DIA bajaron el precio de sus barras a 39 céntimos. Ellos saben o deberían
saber que esa decisión no obedece a la amenaza de Navarro sino a la llegada de
las masas congeladas. Por otra parte, basta una operación matemática de
Primaria para darse cuenta de que el precio de venta es el doble de las barras
que vendía Navarro.