martes, 6 de junio de 2017

A CALZÓN QUITADO



El alcalde de Cádiz, José María González Santos (apodado Kichi), ha condecorado con la Medalla de Oro de la ciudad a la Virgen del Rosario. Hasta aquí, todo bien. Conceder la medalla a quien más le apetezca es una de las atribuciones de su cargo. El problema es que Kichi llegó a la alcaldía como cabeza de lista de Por Cádiz Sí Se Puede, que era la versión local de Podemos. El resto es obvio. Podemos puso el grito en el cielo cuando el dúo tragicómico Fernández Díaz Cosidó condecoró a otra Virgen[1]. Uno diría que no se puede criticar una decisión y defender la otra.
Grave error.
A explicar la diferencia ha salido Juan Carlos Monedero, en otro tiempo una de las cabezas visibles de Podemos y hoy en la trastienda, como cualquiera que parezca hacer sombra al rostro que adornaba su papeleta en las primeras elecciones a las que concurrieron. Que se lo digan a Errejón, que lleva el mismo camino desde el momento en que reclamó un lugar propio[2].
Aproximadamente la mitad de su artículo se dedica a demostrar que las cosas son diferentes dependiendo de quién las diga. Incluso los chistes: “En los campos de concentración los judíos hacían chistes. Pero si los contaba un kapo o un nazi no eran graciosos”. Estoy seguro de que es problema mío, pero yo diría que si el chiste es gracioso, es gracioso. Tanto da si lo cuenta un rabino de Cracovia o el propio Hitler que, por lo que se sabe, tenía muy poco desarrollado el sentido del humor. La primera frase lo deja claro pero a la vez plantea un gran problema de apreciación: “No es lo mismo que un rico se burle de un pobre a que un pobre haga unas risas con la pobreza”.  ¿Cómo podemos entonces valorar el Lazarillo de Tormes? ¿Es una obra magnífica en la que un pobre se ríe de su pobreza (que va a ser que no) o es una sátira cruel de un rico hideputa que se burla de un pobre nacido, literalmente, en el arroyo? La respuesta es que es una obra maestra del humor y de otras muchas cosas que no son humor porque el buen trabajo se sostiene por sí mismo[3]. Siempre se ha dicho que el sentido del humor se demuestra cuando te hace gracia que otro se ría de tus defectos, pero en esta época de llorones ya no funciona así.
En su argumentación mezcla las burlas con las veras: “No es lo mismo que un trabajador o un autónomo digan que tenemos que trabajar más a que lo diga Díaz Ferrán, Presidente de la Patronal encarcelado por amigo de lo ajeno”. Hay más ejemplos. Demasiados, diría, que embrollan más que aclaran, pero este me gusta en especial porque demuestra que su autor ha vivido en un limbo laboral. Por decirlo con palabras más sencillas, que no ha tenido un trabajo de verdad en toda su vida[4]. Podía haberse arriesgado más, pero en su estrecho esquema (y ya veremos cuán estrecho es) el autónomo y el trabajador son los ejemplos andantes de aquello que está más allá de toda crítica. Sin embargo, ¿quién no ha oído a alguien decir que los autónomos usan todas las tretas imaginables para defraudar a Hacienda, robándonos como si fueran delanteros centro de equipos de la cabeza de la liga? Yo lo he oído muchas veces a muchos asalariados. En cuanto al trabajador, en fin, está más allá de duda por el hecho de serlo, aunque yo he conocido por experiencia personal a trabajadores que reventaban las taquillas de sus compañeros para robarles la calderilla. Y más de uno...
Sin embargo, si uno ha tenido una vida laboral mínimamente variada, puede conocer algún ejemplo de “jefe heroico”. Me refiero al mando intermedio que no deja clara su condición de jefe pegando gritos y tomando decisiones arbitrarias, sino trabajando más y mejor que nadie y que se rompe la cara ante la gran jefatura por defender a los que están bajo su mando[5]. Personalmente, yo apoyaría a ese jefe cuando dijera que tiene que trabajar más a un trabajador egoísta cuya incompetencia y dejadez sobrecarga de trabajo a sus compañeros o arruina el resultado final ante los jefazos, poniendo en peligro a todo el mundo sin importarle.
En fin, tras su sarta de ejemplos jocosos y serios llega a una conclusión que con mis rudimentarios conocimientos de Lógica diría que no se puede deducir de sus premisas, más aún si sirve como punto de partida de lo que sigue después: “Cuando hay víctimas y culpables, el punto medio no está en repartir culpas”.
Sinceramente, yo aquí ya estoy perdido... ¿qué relación tienen la culpa, las víctimas y el equivocado punto medio con poner una medalla a una talla de madera?
Quizá se deba a que tampoco conozco una nueva categoría humana: los humildes. Monedero no la define con claridad pero ofrece algunas pistas: “No es lo mismo que los humildes celebren a la Virgen, en su mundo sin grandes esperanzas, a que la celebren los que cierran a los humildes sus esperanzas. (...) Porque la Virgen de los humildes, aun siendo cierto que trabaja más tiempo para los poderosos que para los pobres, ayuda a que los golpeados imaginen la vida un poco menos miserable. Y eso, nos guste más o menos, hay que respetarlo”.
Voy a hacer una traducción libre y, como tal, seguro que el autor de las frases no se verá reflejado en ella, pero lo primero que yo entiendo es que los humildes no son como nosotros. Se rigen por una lógica especial, por eso es necesario explicar sus decisiones, porque no resultan comprensibles para los no-humildes. Por ejemplo, un cacho de madera ricamente vestido y enjoyado les ayuda a imaginar un futuro mejor. Nosotros sabemos que la única vida que puede albergar ese leño será la de la carcoma, la termita o la  de algún otro insecto xilófago que consiga introducirse en un bocado tan apetecible para ellos. Pero los humildes ahí no llegan, se quedan un poquito más abajo, por eso hay que tratarlos con cariño y comprensión aunque en el fondo sepamos que están profundamente equivocados. Los que son padres saben el derroche de ternura que hay que emplear cuando tu hijo pequeño pide a los Reyes unas gafas mágicas para que el abuelo ciego pueda verlo todo...
Unos días después, el mismísimo Pablo Iglesias aportaba su punto de vista a la cuestión, aunque no puedo decir que ayudase a clarificarla[6]. Dice que “Para alguien de Madrid suena raro y no encajaría en otros ayuntamientos que gobernamos”. A riesgo de olvidar alguno de los ayuntamientos en que gobiernan, la idea que saco es que al menos en Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza y Zamora no hay humildes. Si no, no habría ningún obstáculo para que lo entendieran. Para terminarlo de arreglar, luego añade que “Los urbanitas[7] de izquierda tenemos que aprender a respetar esas tradiciones tan arraigadas en el pueblo”. Esta es buena. Resulta que Cádiz fue la ciudad más rica y culta de España mientras Madrid era Villa con Corte[8], así que los humildes de Cádiz deben ser de derechas, porque urbanitas ya son desde hace siglos.
En fin, desisto de intentar clasificar a esta raza aparte por falta de datos coherentes.
En el último párrafo, Monedero se centra en el alcalde gaditano: “Kichi seguirá escribiendo, cuando escriba de política, que hay una iglesia que nunca ha viajado a los barrios pobres, recordará que tras la II República y durante el franquismo nos volvieron a llevar a comulgar literalmente a hostias e, incluso, dirá que poco a poco nos iremos atreviendo a saber que no hay primeros motores inmóviles y que la bondad y la solidaridad reposa en nuestra propia humanidad y no en forma de depósito de alguien que nos tutela”. Es decir, Kichi, como licenciado en Geografía e Historia que es (como vuestro humilde servidor, que ostenta el mismo pedestre título, aunque yo puedo añadir “especialidad en Historia Medieval”), recordará que tras la II República y durante el franquismo (¿acaso hubo una etapa intermedia entre la República y el Franquismo?) pasó nosequé y nosecual. Lo de decir que no hay Dios (que eso es lo que encubre con los jodidos eufemismos de motores y depósitos) costará más tiempo. ¿Por qué? Si, como dice él, nos volvieron a llevar a comulgar a hostias, era porque entonces no nos lo creíamos. ¿No bastaría con recordar que ya entonces no nos lo creíamos?
La explicación no tiene desperdicio: “Pero hoy Kichi es Alcalde de Cádiz y de todos los gaditanos. Y de la misma manera que está bien que no impulse nada que nos quite la responsabilidad de nuestros actos, hace bien en escuchar al pueblo en el momento concreto en el que vive el pueblo, que es el ahora. Porque en un mundo emancipado es verdad que o no habrá ni dioses ni vírgenes o habrá miles. Pero mientras tanto, gobernamos para el pueblo que está ahí. Y gobernamos sabiendo que no es lo mismo el poderoso que el humilde, aunque coincidan en algunos sitios. Kichi no es el alcalde de mañana. Es el alcalde de hoy”.
En un texto muy poco recomendable[9] encontré uno de los mejores insultos que he leído en mi vida: lengua sin manos. Apenas mes y medio después de constituidos los “Ayuntamientos del Cambio”, en julio del 2015, el primer gobierno europeo “del cambio”, el de Syriza en Grecia, convocaba y ganaba un referéndum sobre el rescate que significaba la salida de  Grecia de la Unión Europea en caso de hacer valer el resultado. La incógnita no duró ni cuarenta y ocho horas. Los del Cambio se bajaron los pantalones sin mayor problema, quién sabe si tras consultar a los humildes de Grecia.  El año pasado los conservadores británicos convocaron un referéndum que ganaron y el mundo contuvo el aliento. Porque, a diferencia de los payasos cambistas griegos, este iba en serio. Y los otros, los del cambio, lenguas sin manos.

Cuando Kichi entró en su despacho de alcalde sustituyó el retrato del rey que ya no reinaba pero seguía siendo rey por el de Fermín Salvochea. No hace falta salir de la Wikipedia para encontrar algunos datos sobre su actividad: “fue alcalde de Cádiz durante la Primera República donde tomó numerosas medidas para limitar la influencia de la iglesia. Desalojó a las monjas de la Candelaria  de su convento, sustituyó en las escuelas la enseñanza de “religión” por la de “moral universal”, prohibiendo cualquier dogma positivo alguno. Las escuelas con nombres de santos, recibieron nuevos nombres como La Razón, La Igualdad o La Armonía. También cambiaron el nombre de las calles dedicadas a santos por otros laicos como Voltaire, Juárez, Jacobinos, etc. Se suprimieron las fiestas religiosas y se creó una fiesta cívica del advenimiento de la República Federal”.
Uf, parece evidente que Fermín Salvochea no era un alcalde de hoy sino un alcalde de ayer que trabajaba para el mañana... Querido Kichi, si aún te queda un poco de vergüenza, retira el retrato de Fermín y coloca en su lugar la tira de Mafalda que te adjunto. Te representa bastante mejor.
De nada.





[1] Este es un pequeño problema teológico. En realidad debería haber escrito “a otra advocación de la Virgen” porque Virgen solo hay una, venerada bajo diferentes nombres. Sin embargo, no lo parece. La iglesia católica ha jugado mucho con esa ambigüedad, en parte por razones económicas pero sobre todo porque consideraba que era una manera de acrecentar la fe, aunque los teólogos sabían que era una fe meramente superficial. Los protestantes, que no otorgan un papel especial a la Virgen, se mueren de risa cuando ven que los católicos adoran a centenares de vírgenes diferentes, porque es algo realmente difícil de entender. Hay un documental titulado Rocío, dirigido por Fernando Ruiz Vergara en 1980 (y disponible en YouTube) que, aunque contiene algunas simplificaciones históricas, pone los pelos de punta...
[2] Juan Carlos Monedero: “¡Ahí va, la virgen!”, Público, 28/05/17.
[3] Como anécdota, una vez vi en televisión a un humorista contar un chiste que aparece en el Lazarillo, sustituyendo a Lázaro por “un gitano”. Eso sí que es un chiste viejo, cuatro siglos y medio de antigüedad. Y le funcionó, por supuesto. El buen material no envejece con el tiempo.
[4] Lo que en inglés llaman a real job, idioma del que creo lo hemos adoptado.
[5] Quizá yo haya tenido mucha suerte, pero he conocido a más de uno/a.
[6] Pedro Ingelmo: “Pablo Iglesias: “La medalla a la Virgen de Cádiz es una decisión muy laica”, Diario de Cádiz, 03/06/17.
[7] Según el diccionario de la RAE, esa espantosa palabra deriva del inglés urbanite. No esperaba menos...
[8] Hablo de buena parte del siglo XVIII. La fórmula “Villa y Corte” nació después.
[9] El Poema del Cid, a primera vista heteropatriarcal, islamófobo, antisemita, eurocéntrico, belicista, especista y yo qué sé cuántos delitos de opinión más podrá acumular...

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