El alcalde de Cádiz, José María González Santos (apodado Kichi), ha
condecorado con la Medalla de Oro de la ciudad a la Virgen del Rosario. Hasta
aquí, todo bien. Conceder la medalla a quien más le apetezca es una de las
atribuciones de su cargo. El problema es que Kichi llegó a la alcaldía como
cabeza de lista de Por Cádiz Sí Se Puede, que era la versión local de Podemos.
El resto es obvio. Podemos puso el grito en el cielo cuando el dúo tragicómico
Fernández Díaz ― Cosidó condecoró a otra Virgen[1].
Uno diría que no se puede criticar una decisión y defender la otra.
Grave error.
A explicar la diferencia ha salido Juan Carlos Monedero, en otro
tiempo una de las cabezas visibles de Podemos y hoy en la trastienda, como cualquiera
que parezca hacer sombra al rostro que adornaba su papeleta en las primeras
elecciones a las que concurrieron. Que se lo digan a Errejón, que lleva el
mismo camino desde el momento en que reclamó un lugar propio[2].
Aproximadamente la mitad de su artículo se dedica a demostrar que las
cosas son diferentes dependiendo de quién las diga. Incluso los chistes: “En
los campos de concentración los judíos hacían chistes. Pero si los contaba un
kapo o un nazi no eran graciosos”. Estoy seguro de que es problema mío, pero yo
diría que si el chiste es gracioso, es gracioso. Tanto da si lo cuenta un
rabino de Cracovia o el propio Hitler que, por lo que se sabe, tenía muy poco
desarrollado el sentido del humor. La primera frase lo deja claro pero a la vez
plantea un gran problema de apreciación: “No es lo mismo que un rico se burle
de un pobre a que un pobre haga unas risas con la pobreza”. ¿Cómo podemos entonces valorar el Lazarillo
de Tormes? ¿Es una obra magnífica en la que un pobre se ríe de su pobreza (que va
a ser que no) o es una sátira cruel de un rico hideputa que se burla de un
pobre nacido, literalmente, en el arroyo? La respuesta es que es una obra
maestra del humor y de otras muchas cosas que no son humor porque el buen
trabajo se sostiene por sí mismo[3].
Siempre se ha dicho que el sentido del humor se demuestra cuando te hace gracia
que otro se ría de tus defectos, pero en esta época de llorones ya no funciona
así.
En su argumentación mezcla las burlas con las veras: “No es lo mismo
que un trabajador o un autónomo digan que tenemos que trabajar más a que lo
diga Díaz Ferrán, Presidente de la Patronal encarcelado por amigo de lo ajeno”.
Hay más ejemplos. Demasiados, diría, que embrollan más que aclaran, pero este
me gusta en especial porque demuestra que su autor ha vivido en un limbo
laboral. Por decirlo con palabras más sencillas, que no ha tenido un
trabajo de verdad en toda su vida[4].
Podía haberse arriesgado más, pero en su estrecho esquema (y ya veremos cuán
estrecho es) el autónomo y el trabajador son los ejemplos andantes de aquello
que está más allá de toda crítica. Sin embargo, ¿quién no ha oído a alguien
decir que los autónomos usan todas las tretas imaginables para defraudar a
Hacienda, robándonos como si fueran delanteros centro de equipos de la cabeza
de la liga? Yo lo he oído muchas veces a muchos asalariados. En cuanto al
trabajador, en fin, está más allá de duda por el hecho de serlo, aunque yo he
conocido por experiencia personal a trabajadores que reventaban las
taquillas de sus compañeros para robarles la calderilla. Y más de uno...
Sin embargo, si uno ha tenido una vida laboral mínimamente variada,
puede conocer algún ejemplo de “jefe heroico”. Me refiero al mando intermedio
que no deja clara su condición de jefe pegando gritos y tomando decisiones
arbitrarias, sino trabajando más y mejor que nadie y que se rompe la cara ante
la gran jefatura por defender a los que están bajo su mando[5].
Personalmente, yo apoyaría a ese jefe cuando dijera que tiene que trabajar más
a un trabajador egoísta cuya incompetencia y dejadez sobrecarga de
trabajo a sus compañeros o arruina el resultado final ante los jefazos, poniendo
en peligro a todo el mundo sin importarle.
En fin, tras su sarta de ejemplos jocosos y serios llega a una
conclusión que con mis rudimentarios conocimientos de Lógica diría que no se
puede deducir de sus premisas, más aún si sirve como punto de partida de lo que
sigue después: “Cuando hay víctimas y culpables, el punto medio no está en
repartir culpas”.
Sinceramente, yo aquí ya estoy perdido... ¿qué relación tienen la
culpa, las víctimas y el equivocado punto medio con poner una medalla a una
talla de madera?
Quizá se deba a que tampoco conozco una nueva categoría humana: los
humildes. Monedero no la define con claridad pero ofrece algunas pistas: “No es
lo mismo que los humildes celebren a la Virgen, en su mundo sin grandes
esperanzas, a que la celebren los que cierran a los humildes sus esperanzas.
(...) Porque la Virgen de los humildes, aun siendo cierto que trabaja más
tiempo para los poderosos que para los pobres, ayuda a que los golpeados
imaginen la vida un poco menos miserable. Y eso, nos guste más o menos, hay que
respetarlo”.
Voy a hacer una traducción libre y, como tal, seguro que el autor de
las frases no se verá reflejado en ella, pero lo primero que yo entiendo es que
los humildes no son como nosotros. Se rigen por una lógica especial, por eso es
necesario explicar sus decisiones, porque no resultan comprensibles para los
no-humildes. Por ejemplo, un cacho de madera ricamente vestido y enjoyado les
ayuda a imaginar un futuro mejor. Nosotros sabemos que la única vida que puede
albergar ese leño será la de la carcoma, la termita o la de algún otro insecto xilófago que consiga
introducirse en un bocado tan apetecible para ellos. Pero los humildes ahí no
llegan, se quedan un poquito más abajo, por eso hay que tratarlos con cariño y
comprensión aunque en el fondo sepamos que están profundamente equivocados. Los
que son padres saben el derroche de ternura que hay que emplear cuando tu hijo
pequeño pide a los Reyes unas gafas mágicas para que el abuelo ciego pueda
verlo todo...
Unos días después, el mismísimo Pablo Iglesias aportaba su punto de
vista a la cuestión, aunque no puedo decir que ayudase a clarificarla[6].
Dice que “Para alguien de Madrid suena raro y no encajaría en otros
ayuntamientos que gobernamos”. A riesgo de olvidar alguno de los ayuntamientos
en que gobiernan, la idea que saco es que al menos en Madrid, Barcelona,
Valencia, Zaragoza y Zamora no hay humildes. Si no, no habría ningún obstáculo
para que lo entendieran. Para terminarlo de arreglar, luego añade que “Los
urbanitas[7]
de izquierda tenemos que aprender a respetar esas tradiciones tan arraigadas en
el pueblo”. Esta es buena. Resulta que Cádiz fue la ciudad más rica y culta de
España mientras Madrid era Villa con Corte[8],
así que los humildes de Cádiz deben ser de derechas, porque urbanitas ya son
desde hace siglos.
En fin, desisto de intentar clasificar a esta raza aparte por falta de
datos coherentes.
En el último párrafo, Monedero se centra en el alcalde gaditano:
“Kichi seguirá escribiendo, cuando escriba de política, que hay una iglesia que
nunca ha viajado a los barrios pobres, recordará que tras la II República y
durante el franquismo nos volvieron a llevar a comulgar literalmente a hostias
e, incluso, dirá que poco a poco nos iremos atreviendo a saber que no hay
primeros motores inmóviles y que la bondad y la solidaridad reposa en nuestra
propia humanidad y no en forma de depósito de alguien que nos tutela”. Es
decir, Kichi, como licenciado en Geografía e Historia que es (como vuestro
humilde servidor, que ostenta el mismo pedestre título, aunque yo puedo añadir
“especialidad en Historia Medieval”), recordará que tras la II República y
durante el franquismo (¿acaso hubo una etapa intermedia entre la República
y el Franquismo?) pasó nosequé y nosecual. Lo de decir que no hay Dios (que eso
es lo que encubre con los jodidos eufemismos de motores y depósitos) costará
más tiempo. ¿Por qué? Si, como dice él, nos volvieron a llevar a comulgar a
hostias, era porque entonces no nos lo creíamos. ¿No bastaría con recordar que
ya entonces no nos lo creíamos?
La explicación no tiene desperdicio: “Pero hoy Kichi es Alcalde de
Cádiz y de todos los gaditanos. Y de la misma manera que está bien que no
impulse nada que nos quite la responsabilidad de nuestros actos, hace bien en
escuchar al pueblo en el momento concreto en el que vive el pueblo, que es el
ahora. Porque en un mundo emancipado es verdad que o no habrá ni dioses ni vírgenes
o habrá miles. Pero mientras tanto, gobernamos para el pueblo que está ahí. Y
gobernamos sabiendo que no es lo mismo el poderoso que el humilde, aunque
coincidan en algunos sitios. Kichi no es el alcalde de mañana. Es el alcalde de
hoy”.
En un texto muy poco recomendable[9]
encontré uno de los mejores insultos que he leído en mi vida: lengua sin
manos. Apenas mes y medio después de constituidos los “Ayuntamientos del
Cambio”, en julio del 2015, el primer gobierno europeo “del cambio”, el de
Syriza en Grecia, convocaba y ganaba un referéndum sobre el rescate que
significaba la salida de Grecia de la
Unión Europea en caso de hacer valer el resultado. La incógnita no duró ni
cuarenta y ocho horas. Los del Cambio se bajaron los pantalones sin mayor
problema, quién sabe si tras consultar a los humildes de Grecia. El año pasado los conservadores británicos
convocaron un referéndum que ganaron y el mundo contuvo el aliento. Porque, a
diferencia de los payasos cambistas griegos, este iba en serio. Y los otros,
los del cambio, lenguas sin manos.
Cuando Kichi entró en su despacho de alcalde sustituyó el retrato del
rey que ya no reinaba pero seguía siendo rey por el de Fermín Salvochea. No
hace falta salir de la Wikipedia para encontrar algunos datos sobre su actividad:
“fue alcalde de Cádiz durante la Primera República donde tomó numerosas medidas
para limitar la influencia de la iglesia. Desalojó a las monjas de la
Candelaria de su convento, sustituyó en
las escuelas la enseñanza de “religión” por la de “moral universal”,
prohibiendo cualquier dogma positivo alguno. Las escuelas con nombres de
santos, recibieron nuevos nombres como La Razón, La Igualdad o La Armonía. También
cambiaron el nombre de las calles dedicadas a santos por otros laicos como
Voltaire, Juárez, Jacobinos, etc. Se suprimieron las fiestas religiosas y se
creó una fiesta cívica del advenimiento de la República Federal”.
Uf, parece evidente que Fermín Salvochea no era un alcalde de hoy sino
un alcalde de ayer que trabajaba para el mañana... Querido Kichi, si aún te
queda un poco de vergüenza, retira el retrato de Fermín y coloca en su lugar la
tira de Mafalda que te adjunto. Te representa bastante mejor.
De nada.
[1] Este es un pequeño problema teológico. En realidad
debería haber escrito “a otra advocación de la Virgen” porque Virgen solo hay
una, venerada bajo diferentes nombres. Sin embargo, no lo parece. La iglesia
católica ha jugado mucho con esa ambigüedad, en parte por razones económicas
pero sobre todo porque consideraba que era una manera de acrecentar la fe,
aunque los teólogos sabían que era una fe meramente superficial. Los
protestantes, que no otorgan un papel especial a la Virgen, se mueren de risa
cuando ven que los católicos adoran a centenares de vírgenes diferentes, porque
es algo realmente difícil de entender. Hay un documental titulado Rocío,
dirigido por Fernando Ruiz Vergara en 1980 (y disponible en YouTube) que,
aunque contiene algunas simplificaciones históricas, pone los pelos de punta...
[3] Como anécdota, una vez vi en televisión a un
humorista contar un chiste que aparece en el Lazarillo, sustituyendo a Lázaro
por “un gitano”. Eso sí que es un chiste viejo, cuatro siglos y medio de
antigüedad. Y le funcionó, por supuesto. El buen material no envejece con el
tiempo.
[6] Pedro Ingelmo: “Pablo Iglesias: “La medalla a la Virgen
de Cádiz es una decisión muy laica”, Diario de Cádiz, 03/06/17.
[7] Según el diccionario de la RAE, esa espantosa
palabra deriva del inglés urbanite. No esperaba menos...
[9] El Poema del Cid, a primera vista
heteropatriarcal, islamófobo, antisemita, eurocéntrico, belicista, especista y
yo qué sé cuántos delitos de opinión más podrá acumular...
No hay comentarios:
Publicar un comentario