El otro día mostraba mi extrañeza ante ese fenómeno de los
independentistas que no eran nacionalistas, esos que quieren la independencia
para cambiarlo todo de arriba abajo aunque esa posibilidad no figure ni
en la letra pequeña del contrato independentista que conocemos.
Pues bien, tengo comprobado hace tiempo que, por alguna razón
diabólica cuya comprensión se me escapa, las malas ideas viajan mucho más
rápido que las buenas y esta ha logrado atravesar el Ebro en los últimos días
con mínimas adaptaciones. Extendida por Podemos, pero no sólo por ellos,
circula la idea de que hay que apostar por el referéndum[1]
porque provocaría un cataclismo que permitiría acabar con el “régimen del 78”.
Aquí haré un pequeño inciso[2].
Quizá suene retórico o abstracto pero no me gusta eso de impugnar la Santa
Transición. Por una parte transmite la ilusión de que el pasado se puede
enmendar, como si pudiera echarse atrás el calendario y corregir los errores. Y
de paso, presentarse como una “versión buena” de los actores de entonces. Si
Albert Rivera tiene un trastorno de personalidad que le hace creerse la reencarnación de Adolfo
Suárez, Pablo Iglesias[3]
vendría a ser una versión mejorada de un Felipe González setentero que no
hubiera hecho renegar al PSOE del marxismo chantajeándolo con una dimisión que
no se creía ni él. Agua pasada no mueve molino, pero aquí subyace una cierta
forma de pensamiento mágico. Si vamos a la raíz del Mal, que es el orden
constitucional del 78, y la abolimos por consenso o por decreto,
automáticamente triunfará el Bien.
Pues no. Las cosas mejorarían si se presentara un programa mejor y se
dispusiera de los medios para hacerlo cumplir aunque fuera mediante el uso de
la fuerza, pues tener el poder no significa otra cosa que disponer de la
fuerza. Pero ese programa alternativo no aparece por ningún lado, se supone que
se dará por sí mismo una vez pongamos en fuga al malvado Rajoy.
Alguien lo ha sintetizado muy bien en un texto dado a conocer hoy: al
“crack económico se ha sumado la crisis política, institucional, social y
territorial” por lo que considera que “las grietas del régimen del 78
resultan evidentes”. E incluso destaca que “el proceso catalán es
la realidad principal que puede quebrar ese régimen”.
De todos los textos que he leído, este es el que mejor condensa esta
idea de que la independencia catalana conlleva aparejada la caída del régimen
del 78.
Mentiría si dijera que no me ha sorprendido su autoría. Es el último
comunicado de ETA[4].
Mientras se cocía el régimen del 78, ETA entrenaba y armaba al primer
comando operativo de Terra Lliure. Frederic Bentanachs, uno de los
supervivientes, suele recordar que su instructor Txomin Iturbe[5]
les dijo que en tres meses estarían muertos, presos o huidos.
Mira por dónde, esta profecía sí se cumplió.
[2] En los próximos meses me gustaría dedicar espacio a
cuestiones de teoría política. Espero que no sea una de tantas promesas
incumplidas en estos ya casi tres años. En mi descargo he de decir que si no
las he cumplido, tampoco las he olvidado y me suelen atormentar de vez en
cuando...
[4] Aitor Ubarretxena: “ETA pide para Euskadi un proceso
independentista como el catalán”, El Periódico, 27/09/17. Las negritas y
las comillas son suyas.
[5] La otra era María Dolores González Cataráin, Yoyes,
ejecutada por ETA en la década siguiente por botiflera.
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