Una idea extraña
El referéndum está servido.
Emplatado de forma un tanto antihigiénica pero ya está encima de la mesa, listo
para consumir.
Si algo me ha llamado siempre la atención de este proceso, tan
aburrido por repetitivo, es la actitud de la que podríamos llamar ala izquierda
del soberanismo. El estímulo ha sido un artículo de Eudald Carbonell, uno de
los excavadores de Atapuerca, pero en realidad sólo sirve de pretexto, de él
apenas voy a comentar una frase que me ha llamado la atención.
Escribe que “tanto los comunistas como los anarquistas queremos la
supresión del Estado cuando el pueblo tenga la conciencia crítica suficiente y
sea capaz de autogobernarse”[1].
A pesar de su cuidadosa redacción para evitar decantarse, apostaría a que
anarquista no es. El anarquismo propugna la supresión inmediata del estado una
vez producida la revolución, mientras el comunismo es efectivamente partidario
de mantener el estado como forma de transición. Lo de la toma de conciencia del
pueblo parece un asunto largo, la URSS no llegó a conseguirla en más de setenta
años...
Esto tiene su importancia, no se trata de un mero tecnicismo de teoría
política. Lo que viene a indicar es la diferencia entre uno y otro modelo ideal
de revolución[2].
Si los anarquistas suprimirían el estado desde el inicio es porque la
revolución solo podría llegar cuando una buena mayoría de la gente ya fuera
anarquista y no hiciera falta explicarle nada. Sin embargo, el modelo comunista
aspira a la toma del poder de cualquier forma, sin desdeñar alguna tan ligada a
la derecha clásica como el golpe de estado. Obviamente, si una minoría se hace
con las riendas del estado de cualquier manera, necesitaría convencer de las bondades
de prescindir de él a un pueblo que hasta entonces sólo ha sido espectador. El
problema es que de ese modo el estado nunca desaparecerá y además acabará por
dar en una forma de tiranía. Ya se lo señaló Bakunin a Marx durante los debates
de la Primera Internacional y la profecía se ha cumplido con precisión absoluta
desde entonces, como no puede ser de otro modo.
El espejismo del que quiero tratar lo resumía muy bien el otro día el
tardo Tardà con su frase “Adiós corrupción, bienvenida república”.
Un movimiento que nace desde abajo y que va a generar un proceso
constituyente de raíz popular que pondrá todo en cuestión, esa es la imagen que
presentan los procesistas de izquierdas. De ser verdad sería el sueño del
anarquista y sin embargo...
Hay un detalle que encuentro muy interesante y es que con los años ha
cambiado el momento fundacional del proceso.
Si al principio era la manifestación de julio del 2010 contra la
sentencia del Tribunal Constitucional sobre el segundo estatuto, ahora
prefieren considerar tal la Diada del 2012.
Sin embargo, salieron encantados de aquella manifestación y durante
mucho tiempo era el símbolo favorito del inicio de la rebelión catalana y todas
esas cosas... Incluso se publicó un libro titulado Jo hi vaig ser (Yo
estuve) compuesto por docenas de fotografías tomadas durante la manifestación y
que la gente compraba para ver si aparecía en alguna[3].
Desde luego tenía sus incoherencias, empezando por la cabeza de la
manifestación. Allí se encontraba el entonces President José Montilla[4],
lo que no era incoherente en sí, pues presidía el gobierno que había redactado
el estatuto, pero sí resultaba incoherente a futuro como fecha de
nacimiento del soberanismo, pues Montilla de independentista bien poquito. Había
una incoherencia más clara pero que a los soberanistas no les ha afectado en lo
más mínimo: allí estaba defendiendo el estatuto con el furor del converso
Esquerra Republicana de Catalunya, uno de los dos partidos políticos que se
había opuesto a él. El otro era el PP.
Y aquel fue el origen hasta que se comenzó a reescribir hacia 2014[5],
otorgando la cualidad de primera piedra a la Diada del 2012. La causa
profunda la ignoro, pues soy incapaz de introducirme en unas mentes tan
complicadas y tan simples a la vez, pero apostaría a que el problema no es
tanto que la mani de 2010 no diera la talla como origen sino que resulta
difícil explicar lo que pasó entre julio del 2010 y setiembre del 2012. O
mejor, lo que no pasó...
Dos años y dos meses dan para mucho
Sí, en aquel momento en que los periodistas saludaban la fecha como
aquellas de las que “marcan un antes y un después” era todo muy distinto. CiU
estaba a punto de volver a la presidencia de la Generalitat y ERC de
sufrir un gran castigo electoral por su gestión frívola e incompetente. Cosas
que vistas desde hoy no es extraño que muchos hayan olvidado, cuando ERC parece
probable ganadora del primer premio electoral y los restos de la antigua CiU se
acercan peligrosamente al cubo de la basura[6].
También se ha olvidado otra cosa que hoy parece incomprensible: dos
meses después de que Cataluña “dijera basta”, la Diada del 2010 no se
diferenció en nada de las de años anteriores. Y aquí me gustaría explicar un
poco cómo eran esas Diadas, pues tenía el mal gusto de acercarme a
verlas. Lo llaman curiosidad malsana.
Entre los puestos de libros, vídeos, chapas, pegatinas, camisetas y
baratijas varias había amplia presencia de extranjeros peninsulares, a falta de
los transpirenaicos. Mi recuerdo entrañable para el independentista andaluz que
con tesón envidiable se desplazaba cada año desde la otra punta de la península
con su mesa de caballetes y su amplio muestrario de libros y panfletos para no
vender una castaña. Y ahí seguía el tío, año tras año, inasequible al
desaliento.
También recuerdo a las juventudes de los partidos nacionalistas[7]
gritando entusiastas “ETA, ETA, ETA, ETA, ETA” o “¡Visca, visca, visca, visca
Terra Lliure!” al son de unos sonsonetes colegiales que no cuadraban mucho con
el mensaje que estaban emitiendo. Pero sobre todo recuerdo a los paletos y sus
expresiones de éxtasis. Lo que más me llamaba la atención era que no necesitabas
preguntarles de dónde eran porque siempre llevaban colgada la etiqueta, cual fuet
bien oreado... ¿Cómo olvidar aquella camiseta que decía “Els vigatans no som
espanyols” y el chasco al mirarla más de cerca porque en lugar de reproducir el
plano de Vic llevaba los Países Catalanes en pleno, islas incluidas?
Pero lo que más recuerdo es el eco. Recuerdo a oradores de la izquierda
abertzale siendo escuchados por menos catalanes de los que luego han ido a
recibirles a las puertas de la cárcel el día que salían.
Y pasó el 2010 y llegó el 2011. Y llegó el 15 ― M. Y aquí
recordaré un dato objetivo y otro subjetivo. El incontrastable es que a Podemos
aún le quedaban unos años para nacer y el subjetivo es que no recuerdo a Ada
Colau en el tenderete de la PAH. Quizá estuviera, puede ser que alguien
conserve alguna foto, pero lo que es yo, no la recuerdo aunque no me costaría
reconocer mi error si alguien me demuestra lo contrario.
Con el 15 ― M barcelonés ya me he metido, no me repetiré, solo
añadiré dos cosas que no escribí en su momento. Que no abundaban las banderas
catalanas y que pese a que la corrección política impusiera que los parlamentos
públicos fueran en catalán, el idioma que se utilizaba en los corros era el
castellano. Preocupante...
Y llegó el verano del 2011. Y
el campamento de la Plaza Cataluña se había desintegrado y poca gente lo
lamentaba. Tras haber cumplido su objetivo se había convertido en una muestra
de gente rara que exhibía teorías peregrinas, pero el hecho de que se
desmantelase el campamento no significaba que su espíritu rebelde hubiera muerto.
Aquel verano el influjo del 15 – M se manifestó en dos sentidos, uno con mucho
eco en los medios y el otro con muy poco. El primero fue la obstrucción de la
toma de posesión de los miembros del parlamento catalán, cuando Artur Mas tuvo
que acceder en helicóptero[8].
Muy publicitado y, de hecho, he leído en alguna parte que es el inicio de la
reacción soberanista.
Pues quizá. No seré yo quien lo niegue. Pero sí quiero añadir algún
dato que no está en ninguna de las versiones oficiales, pues no parece convenir
a nadie[9].
Durante aquel verano del 2011 hubo varias manifestaciones contra los recortes
de Artur Mas, nacidas a la estela del 15 ― M. Todas fueron concurridas pero la primera fue
multitudinaria. Vi pasar la cabeza de la manifestación por la Vía Laietana, una
calle que no es estrecha precisamente, a las 17 horas y me incorporé a ella a
las 21 cuando aún faltaba por pasar gente. Había alguna senyera pero no
recuerdo “estrelladas” y las pancartas, como es norma aquí cuando no manda el
rodillo, unas en catalán, otras en castellano y otras en inglés pensando en los
posibles fotógrafos extranjeros...
Las manifestaciones se repitieron durante el verano con menos
asistencia, pero aún así dignas de ocupar la portada de los medios locales, que
no las reflejaron como era debido porque no muerden la mano que les da de
comer.
Y llegó la Diada y una vez más me acerqué a curiosear. Por la
mañana, mínimas variantes de lo que ya he contado arriba y por la tarde la
manifestación más numerosa tardó quince minutos en pasar. Por supuesto estaba
reloj en mano, quería comparar...
Fuera el detonante el cerco al Parlament o las manifestaciones subsiguientes, lo cierto
es que debieron sembrar la alarma en los despachos del Govern y
decidieron que había que organizar el contraataque.
Les tomó un tiempo, estas cosas no se improvisan de la nada. ¿Con qué
podían contar? ¿Con unas juventudes tan envejecidas mentalmente que jaleaban a Terra
Lliure disuelta veinte años atrás y a una ETA a la que faltaban meses para
adoptar la misma forma de azucarillo mojado?
Estaba Òmniúm Cultural, una asociación tan rompedora que el Franquismo
la legalizó en 1967. Pero Òmnium vivía de la inercia en 2011 y había que
revitalizarlo y no bastaría con eso. Habría que crear algo más.
Y ahí viene al pelo una Conferència Nacional per l’Estat Propi celebrada
el 30 de abril de 2011, un día antes de que los anarquistas nos manifestáramos.
Otra de tantas fantasmadas catalanistas con nombre rimbombante y nada detrás,
pero decidieron invertir en ella de forma que en marzo del 2012 se reconvirtió
en la Assemblea Nacional Catalana,
pese a no ser en realidad ninguna de las tres cosas. Ya tenían el huevo,
la gallina y lo de enmedio y ya sólo faltaba regarla con subvenciones
abundantes y mostrarla al sol de los medios públicos y subvencionados.
Trabajando a toda máquina con una determinación y coordinación
envidiables lograron armar una manifestación grandiosa para la Diada del
2012. Por supuesto, las cifras oficiales no son creíbles cuando pasan de
ciertas magnitudes[10]
pero aún con eso las imágenes eran impresionantes y se han repetido con suerte
diversa. Parece claro que esta última ha estado por debajo de las anteriores
salvo la de 2016. La pregunta es, ¿representan un proceso popular, nacido desde
abajo, en el que todo se puede poner en cuestión?
La revolución de las sonrisas
Así les gusta que les llamen. Lo de las sonrisas es opinable, tanto
por lo que puede significar una sonrisa como por las veces con las que puede
alternarse con otras expresiones. Será mejor centrarse en lo revolucionario de
su actitud y sobre todo en esa promesa de que todo podrá ponerse en cuestión y
ser cambiado si el pueblo de Cataluña así lo decide.
Los datos que luego expondré apuntan a que no pero ¿qué pueden frente
a una ilusión establecida con firmeza?
Este proceso ha dado a luz una de las frases más sorprendentes jamás
escritas: soy independentista pero no nacionalista. Entiendo lo que
quieren decir, soy independentista para que en un espacio más pequeño podamos
decidir nuestro futuro. Hermoso. Pero esa posibilidad no se contempla. O no de
esa forma. Está diseñado para que a un estado le sustituya otro (como dirían
los perezosos intelectuales, “desde el minuto uno”).
Pero siguen creyendo que podría ser así y para esquivar la evidencia
se refugian en cuestiones que podríamos llamar “laterales” como ¿la burguesía
está a favor del proceso o no? y se da por entendido que si no está a favor,
estaríamos ante un proceso de raíz popular. Dejando aparte el hecho de que la burguesía
lleva dos siglos al frente del negocio por su capacidad de adaptación, el
dilema es irresoluble. La burguesía italiana apoyó a Mussolini porque venía
avalado por el rey y la alemana despreció a Hitler porque tenía miedo de un
partido que se definía socialista. Por supuesto, una vez triunfador apostó por
él, no podía ser de otro modo, pero es evidente que hubieran preferido al
candidato del Zentrum u otro
partido similar.
Pero lo que es, es.
Pese a los años y los hechos sigue transmitiéndose esa idea de que los
procesos nacional y social van de la mano, pero siempre el nacional va por
delante, pese a la realidad. Hemos tenido muchos procesos de liberación
nacional en los últimos dos siglos. Iberoamérica, buena parte de Asia y
prácticamente toda África. Y ya hemos visto cuántos de esos procesos han traído
aparejada la liberación social: ninguno.
Ha habido un ejemplo inverso, una revolución social que tuvo aparejada
una liberación nacional, la revolución francesa. De hecho, fue la que inventó
el concepto de nación como se entiende hoy. Solo que en lugar de hacerlo con un
sentido divisivo lo hizo con uno de suma. Mal ejemplo. El problema es que lo
contrario no se ha dado pero ¿quién puede poner límites a la imaginación por
mucho que se estrelle contra la realidad?
Ya hablando en serio, ¿quién puede pensar en una revolución a cuya
manifestación acude el primer ministro? ¿Quién imagina una revolución a
la que los manifestantes van con camisetas de apoyo al jefe de policía o
depositan flores sobre las furgonetas policiales?
Sí, Corea del Norte o Cuba. La revolución catalana aún no ha llegado
al nivel norcoreano pero sí pienso que ha superado el castrista[11].
Lo que hay
La transición está diseñada hace tiempo. La “Ley de Transitoriedad
Jurídica y Fundacional de la República” (LTJFR), la Norma Suprema, ya ha
dejado bien claro cuál es el lugar de las reivindicaciones populares: “De
hecho, el reconocimiento específico de derechos sociales se reduce al punto
segundo del artículo 23, exactamente cuatro líneas, 40 palabras, de un total de
45 folios[12]”.
Estará en vigor hasta que la reemplace la Constitución Catalana.
Por supuesto, hay que aprender de la realidad, la LTJFR fue parida en
secreto por no se sabe aún quién y mantenida así mientras se posponía por dos
veces su presentación en el Parlament y se hurtaba todo el debate el día
que se presentó con un enorme muestrario de tretas y argucias.
Dicha ley estará en vigor hasta que sea sustituida por la futura Constitución
Catalana. Conociendo los precedentes, quien piense que esa constitución
recogerá el sentir del pueblo catalán merecerá todo lo que le pase de
ahí en adelante.
Yo ya habré huido...
[1] Eudald Carbonell: “Estat i Catalunya”, El Mundo,
08/09/17 (la traducción es mía). Le recomendaría humildemente que se centrara
en lo de los huesos.
[2] Tengo un artículo pendiente sobre esta cuestión tan
aparentemente pasada de moda desde antes de que naciera el blog. A ver si puede
ser en los próximos meses...
[3] Una coincidencia curiosa: la manifestación fue el
día anterior al triunfo de España en el mundial de fútbol. Resultaba
sorprendente ver Las Ramblas llenas de banderas catalanas el sábado y españolas
el domingo.
[4] Ya dijo la dicharachera Marta Ferrusola que podía
ser President pero nunca sería Honorable. Ella sabía mucho de
eso.
[5] Uno de los primeros en hacerlo fue el patético Josep
Fontana en un bodrio que perpetró entonces al que me referí hace unos meses,
pero ahora no me apetece buscar la referencia.
[6] También unos y otros han olvidado que aquella CiU
triunfante se entendió a la perfección con el Partido Popular y tan ricamente
que se aplicaron en comandita a recortar lo que fuese menester, como si fuesen
socios de gobierno con pacto de por medio.
[7] Entiéndase CiU, ERC y partidos marginales, pero no
las CUP como tales, aunque alguno de aquellos grupúsculos se integrara en ellas
en el futuro. Entonces aún estaban en un estado de desarrollo embrionario. Como la memoria es traicionera vuelvo a
recordar que las CUP no entraron en el Parlament hasta el 2012 y con una
presencia puramente testimonial, aunque David Fernández ocupase muchas portadas
por su especial habilidad para dar la nota.
[8] No sé si se conservará pero en youtube estaba
disponible un discurso que un chaval echaba a unos “secretas” de los mossos
que ya lo hubiesen querido firmar Cicerón o Demóstenes. Entonces, en lugar de
aplaudírseles y llenar sus furgonetas de flores se les gritaba “secreta,
idiota, ¿te crees que no se nota?”. Por cierto, el porcentaje de acierto
rondaba el 100%.
[9] Y una pequeña anécdota que no leeréis en ninguna parte:
En la manifestación alternativa de la tarde del Primero de Mayo del 2011
pasamos por delante del Hospital Clinic denunciando los recortes y
salieron los trabajadores a aplaudirnos. A quince días del 15 ― M que parece
haberlo inventado todo. También nos tocó correr un par de veces...
[10] El millón es una cifra muy recurrente y no hablo de
las manifestaciones catalanistas sino en general. Equivaldría más o menos a
diez Campnous o Santiagobernabeus llenos hasta la bandera. ¿Alguien se ha
parado a pensar cuánto espacio ocupa tanta gente, por no hablar de los
problemas logísticos que conlleva reunirla?
[11] Y hay un paralelismo que no deja de inquietarme:
alaban a Puigdemont pensando en Mas como los cubanos alaban a Raúl pensando en
Fidel.
[12] Soledad Gallego ― Díaz: “Lo que conviene leer con lupa”, El País,
10/09/17. Después leí un artículo en Público que defendía la ley como
mucho más avanzada que la constitución del 78. No es por tomar partido en una
carrera de caracoles, pero “por sus obras los conoceréis”, que dijo El
Sandalias.
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