martes, 19 de septiembre de 2017

DESEOS Y REALIDADES



Una idea extraña

El referéndum  está servido. Emplatado de forma un tanto antihigiénica pero ya está encima de la mesa, listo para consumir.
Si algo me ha llamado siempre la atención de este proceso, tan aburrido por repetitivo, es la actitud de la que podríamos llamar ala izquierda del soberanismo. El estímulo ha sido un artículo de Eudald Carbonell, uno de los excavadores de Atapuerca, pero en realidad sólo sirve de pretexto, de él apenas voy a comentar una frase que me ha llamado la atención.
Escribe que “tanto los comunistas como los anarquistas queremos la supresión del Estado cuando el pueblo tenga la conciencia crítica suficiente y sea capaz de autogobernarse”[1]. A pesar de su cuidadosa redacción para evitar decantarse, apostaría a que anarquista no es. El anarquismo propugna la supresión inmediata del estado una vez producida la revolución, mientras el comunismo es efectivamente partidario de mantener el estado como forma de transición. Lo de la toma de conciencia del pueblo parece un asunto largo, la URSS no llegó a conseguirla en más de setenta años...
Esto tiene su importancia, no se trata de un mero tecnicismo de teoría política. Lo que viene a indicar es la diferencia entre uno y otro modelo ideal de revolución[2]. Si los anarquistas suprimirían el estado desde el inicio es porque la revolución solo podría llegar cuando una buena mayoría de la gente ya fuera anarquista y no hiciera falta explicarle nada. Sin embargo, el modelo comunista aspira a la toma del poder de cualquier forma, sin desdeñar alguna tan ligada a la derecha clásica como el golpe de estado. Obviamente, si una minoría se hace con las riendas del estado de cualquier manera, necesitaría convencer de las bondades de prescindir de él a un pueblo que hasta entonces sólo ha sido espectador. El problema es que de ese modo el estado nunca desaparecerá y además acabará por dar en una forma de tiranía. Ya se lo señaló Bakunin a Marx durante los debates de la Primera Internacional y la profecía se ha cumplido con precisión absoluta desde entonces, como no puede ser de otro modo.
El espejismo del que quiero tratar lo resumía muy bien el otro día el tardo Tardà con su frase “Adiós corrupción, bienvenida república”.
Un movimiento que nace desde abajo y que va a generar un proceso constituyente de raíz popular que pondrá todo en cuestión, esa es la imagen que presentan los procesistas de izquierdas. De ser verdad sería el sueño del anarquista y sin embargo...
Hay un detalle que encuentro muy interesante y es que con los años ha cambiado el momento fundacional del proceso.  Si al principio era la manifestación de julio del 2010 contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el segundo estatuto, ahora prefieren considerar tal la Diada del 2012.
Sin embargo, salieron encantados de aquella manifestación y durante mucho tiempo era el símbolo favorito del inicio de la rebelión catalana y todas esas cosas... Incluso se publicó un libro titulado Jo hi vaig ser (Yo estuve) compuesto por docenas de fotografías tomadas durante la manifestación y que la gente compraba para ver si aparecía en alguna[3]. Desde luego tenía sus incoherencias, empezando por la cabeza de la manifestación. Allí se encontraba el entonces President José Montilla[4], lo que no era incoherente en sí, pues presidía el gobierno que había redactado el estatuto, pero sí resultaba incoherente a futuro como fecha de nacimiento del soberanismo, pues Montilla de independentista bien poquito. Había una incoherencia más clara pero que a los soberanistas no les ha afectado en lo más mínimo: allí estaba defendiendo el estatuto con el furor del converso Esquerra Republicana de Catalunya, uno de los dos partidos políticos que se había opuesto a él. El otro era el PP.
Y aquel fue el origen hasta que se comenzó a reescribir hacia 2014[5], otorgando la cualidad de primera piedra a la Diada del 2012. La causa profunda la ignoro, pues soy incapaz de introducirme en unas mentes tan complicadas y tan simples a la vez, pero apostaría a que el problema no es tanto que la mani de 2010 no diera la talla como origen sino que resulta difícil explicar lo que pasó entre julio del 2010 y setiembre del 2012. O mejor, lo que no pasó...

Dos años y dos meses dan para mucho

Sí, en aquel momento en que los periodistas saludaban la fecha como aquellas de las que “marcan un antes y un después” era todo muy distinto. CiU estaba a punto de volver a la presidencia de la Generalitat y ERC de sufrir un gran castigo electoral por su gestión frívola e incompetente. Cosas que vistas desde hoy no es extraño que muchos hayan olvidado, cuando ERC parece probable ganadora del primer premio electoral y los restos de la antigua CiU se acercan peligrosamente al cubo de la basura[6].
También se ha olvidado otra cosa que hoy parece incomprensible: dos meses después de que Cataluña “dijera basta”, la Diada del 2010 no se diferenció en nada de las de años anteriores. Y aquí me gustaría explicar un poco cómo eran esas Diadas, pues tenía el mal gusto de acercarme a verlas. Lo llaman curiosidad malsana.
Entre los puestos de libros, vídeos, chapas, pegatinas, camisetas y baratijas varias había amplia presencia de extranjeros peninsulares, a falta de los transpirenaicos. Mi recuerdo entrañable para el independentista andaluz que con tesón envidiable se desplazaba cada año desde la otra punta de la península con su mesa de caballetes y su amplio muestrario de libros y panfletos para no vender una castaña. Y ahí seguía el tío, año tras año, inasequible al desaliento.
También recuerdo a las juventudes de los partidos nacionalistas[7] gritando entusiastas “ETA, ETA, ETA, ETA, ETA” o “¡Visca, visca, visca, visca Terra Lliure!” al son de unos sonsonetes colegiales que no cuadraban mucho con el mensaje que estaban emitiendo. Pero sobre todo recuerdo a los paletos y sus expresiones de éxtasis. Lo que más me llamaba la atención era que no necesitabas preguntarles de dónde eran porque siempre llevaban colgada la etiqueta, cual fuet bien oreado... ¿Cómo olvidar aquella camiseta que decía “Els vigatans no som espanyols” y el chasco al mirarla más de cerca porque en lugar de reproducir el plano de Vic llevaba los Países Catalanes en pleno, islas incluidas?
Pero lo que más recuerdo es el eco. Recuerdo a oradores de la izquierda abertzale siendo escuchados por menos catalanes de los que luego han ido a recibirles a las puertas de la cárcel el día que salían.
Y pasó el 2010 y llegó el 2011. Y llegó el 15 M. Y aquí recordaré un dato objetivo y otro subjetivo. El incontrastable es que a Podemos aún le quedaban unos años para nacer y el subjetivo es que no recuerdo a Ada Colau en el tenderete de la PAH. Quizá estuviera, puede ser que alguien conserve alguna foto, pero lo que es yo, no la recuerdo aunque no me costaría reconocer mi error si alguien me demuestra lo contrario.
Con el 15 M barcelonés ya me he metido, no me repetiré, solo añadiré dos cosas que no escribí en su momento. Que no abundaban las banderas catalanas y que pese a que la corrección política impusiera que los parlamentos públicos fueran en catalán, el idioma que se utilizaba en los corros era el castellano. Preocupante...
Y llegó el verano del 2011.  Y el campamento de la Plaza Cataluña se había desintegrado y poca gente lo lamentaba. Tras haber cumplido su objetivo se había convertido en una muestra de gente rara que exhibía teorías peregrinas, pero el hecho de que se desmantelase el campamento no significaba que su espíritu rebelde hubiera muerto. Aquel verano el influjo del 15 – M se manifestó en dos sentidos, uno con mucho eco en los medios y el otro con muy poco. El primero fue la obstrucción de la toma de posesión de los miembros del parlamento catalán, cuando Artur Mas tuvo que acceder en helicóptero[8]. Muy publicitado y, de hecho, he leído en alguna parte que es el inicio de la reacción soberanista.
Pues quizá. No seré yo quien lo niegue. Pero sí quiero añadir algún dato que no está en ninguna de las versiones oficiales, pues no parece convenir a nadie[9]. Durante aquel verano del 2011 hubo varias manifestaciones contra los recortes de Artur Mas, nacidas a la estela del 15 M. Todas fueron concurridas pero la primera fue multitudinaria. Vi pasar la cabeza de la manifestación por la Vía Laietana, una calle que no es estrecha precisamente, a las 17 horas y me incorporé a ella a las 21 cuando aún faltaba por pasar gente. Había alguna senyera pero no recuerdo “estrelladas” y las pancartas, como es norma aquí cuando no manda el rodillo, unas en catalán, otras en castellano y otras en inglés pensando en los posibles fotógrafos extranjeros...
Las manifestaciones se repitieron durante el verano con menos asistencia, pero aún así dignas de ocupar la portada de los medios locales, que no las reflejaron como era debido porque no muerden la mano que les da de comer.
Y llegó la Diada y una vez más me acerqué a curiosear. Por la mañana, mínimas variantes de lo que ya he contado arriba y por la tarde la manifestación más numerosa tardó quince minutos en pasar. Por supuesto estaba reloj en mano, quería comparar...
Fuera el detonante el cerco al Parlament  o las manifestaciones subsiguientes, lo cierto es que debieron sembrar la alarma en los despachos del Govern y decidieron que había que organizar el contraataque.
Les tomó un tiempo, estas cosas no se improvisan de la nada. ¿Con qué podían contar? ¿Con unas juventudes tan envejecidas mentalmente que jaleaban a Terra Lliure disuelta veinte años atrás y a una ETA a la que faltaban meses para adoptar la misma forma de azucarillo mojado?
Estaba Òmniúm Cultural, una asociación tan rompedora que el Franquismo la legalizó en 1967. Pero Òmnium vivía de la inercia en 2011 y había que revitalizarlo y no bastaría con eso. Habría que crear algo más.
Y ahí viene al pelo una Conferència Nacional per l’Estat Propi celebrada el 30 de abril de 2011, un día antes de que los anarquistas nos manifestáramos. Otra de tantas fantasmadas catalanistas con nombre rimbombante y nada detrás, pero decidieron invertir en ella de forma que en marzo del 2012 se reconvirtió en la Assemblea Nacional Catalana,  pese a no ser en realidad ninguna de las tres cosas. Ya tenían el huevo, la gallina y lo de enmedio y ya sólo faltaba regarla con subvenciones abundantes y mostrarla al sol de los medios públicos y subvencionados.
Trabajando a toda máquina con una determinación y coordinación envidiables lograron armar una manifestación grandiosa para la Diada del 2012. Por supuesto, las cifras oficiales no son creíbles cuando pasan de ciertas magnitudes[10] pero aún con eso las imágenes eran impresionantes y se han repetido con suerte diversa. Parece claro que esta última ha estado por debajo de las anteriores salvo la de 2016. La pregunta es, ¿representan un proceso popular, nacido desde abajo, en el que todo se puede poner en cuestión?

La revolución de las sonrisas

Así les gusta que les llamen. Lo de las sonrisas es opinable, tanto por lo que puede significar una sonrisa como por las veces con las que puede alternarse con otras expresiones. Será mejor centrarse en lo revolucionario de su actitud y sobre todo en esa promesa de que todo podrá ponerse en cuestión y ser cambiado si el pueblo de Cataluña así lo decide.
Los datos que luego expondré apuntan a que no pero ¿qué pueden frente a una ilusión establecida con firmeza?
Este proceso ha dado a luz una de las frases más sorprendentes jamás escritas: soy independentista pero no nacionalista. Entiendo lo que quieren decir, soy independentista para que en un espacio más pequeño podamos decidir nuestro futuro. Hermoso. Pero esa posibilidad no se contempla. O no de esa forma. Está diseñado para que a un estado le sustituya otro (como dirían los perezosos intelectuales, “desde el minuto uno”).
Pero siguen creyendo que podría ser así y para esquivar la evidencia se refugian en cuestiones que podríamos llamar “laterales” como ¿la burguesía está a favor del proceso o no? y se da por entendido que si no está a favor, estaríamos ante un proceso de raíz popular. Dejando aparte el hecho de que la burguesía lleva dos siglos al frente del negocio por su capacidad de adaptación, el dilema es irresoluble. La burguesía italiana apoyó a Mussolini porque venía avalado por el rey y la alemana despreció a Hitler porque tenía miedo de un partido que se definía socialista. Por supuesto, una vez triunfador apostó por él, no podía ser de otro modo, pero es evidente que hubieran preferido al candidato del Zentrum  u otro partido similar.
Pero lo que es, es.
Pese a los años y los hechos sigue transmitiéndose esa idea de que los procesos nacional y social van de la mano, pero siempre el nacional va por delante, pese a la realidad. Hemos tenido muchos procesos de liberación nacional en los últimos dos siglos. Iberoamérica, buena parte de Asia y prácticamente toda África. Y ya hemos visto cuántos de esos procesos han traído aparejada la liberación social: ninguno.
Ha habido un ejemplo inverso, una revolución social que tuvo aparejada una liberación nacional, la revolución francesa. De hecho, fue la que inventó el concepto de nación como se entiende hoy. Solo que en lugar de hacerlo con un sentido divisivo lo hizo con uno de suma. Mal ejemplo. El problema es que lo contrario no se ha dado pero ¿quién puede poner límites a la imaginación por mucho que se estrelle contra la realidad?
Ya hablando en serio, ¿quién puede pensar en una revolución a cuya manifestación acude el primer ministro? ¿Quién imagina una revolución a la que los manifestantes van con camisetas de apoyo al jefe de policía o depositan flores sobre las furgonetas policiales?
Sí, Corea del Norte o Cuba. La revolución catalana aún no ha llegado al nivel norcoreano pero sí pienso que ha superado el castrista[11].

Lo que hay

La transición está diseñada hace tiempo. La “Ley de Transitoriedad Jurídica y Fundacional de la República” (LTJFR), la Norma Suprema, ya ha dejado bien claro cuál es el lugar de las reivindicaciones populares: “De hecho, el reconocimiento específico de derechos sociales se reduce al punto segundo del artículo 23, exactamente cuatro líneas, 40 palabras, de un total de 45 folios[12]”.
Estará en vigor hasta que la reemplace la Constitución Catalana.
Por supuesto, hay que aprender de la realidad, la LTJFR fue parida en secreto por no se sabe aún quién y mantenida así mientras se posponía por dos veces su presentación en el Parlament y se hurtaba todo el debate el día que se presentó con un enorme muestrario de tretas y argucias.
Dicha ley estará en vigor hasta que sea sustituida por la futura Constitución Catalana. Conociendo los precedentes, quien piense que esa constitución recogerá el sentir del pueblo catalán merecerá todo lo que le pase de ahí en adelante.
Yo ya habré huido...



[1] Eudald Carbonell: “Estat i Catalunya”, El Mundo, 08/09/17 (la traducción es mía). Le recomendaría humildemente que se centrara en lo de los huesos.
[2] Tengo un artículo pendiente sobre esta cuestión tan aparentemente pasada de moda desde antes de que naciera el blog. A ver si puede ser en los próximos meses...
[3] Una coincidencia curiosa: la manifestación fue el día anterior al triunfo de España en el mundial de fútbol. Resultaba sorprendente ver Las Ramblas llenas de banderas catalanas el sábado y españolas el domingo.
[4] Ya dijo la dicharachera Marta Ferrusola que podía ser President pero nunca sería Honorable. Ella sabía mucho de eso.
[5] Uno de los primeros en hacerlo fue el patético Josep Fontana en un bodrio que perpetró entonces al que me referí hace unos meses, pero ahora no me apetece buscar la referencia.
[6] También unos y otros han olvidado que aquella CiU triunfante se entendió a la perfección con el Partido Popular y tan ricamente que se aplicaron en comandita a recortar lo que fuese menester, como si fuesen socios de gobierno con pacto de por medio.
[7] Entiéndase CiU, ERC y partidos marginales, pero no las CUP como tales, aunque alguno de aquellos grupúsculos se integrara en ellas en el futuro. Entonces aún estaban en un estado de desarrollo embrionario.  Como la memoria es traicionera vuelvo a recordar que las CUP no entraron en el Parlament hasta el 2012 y con una presencia puramente testimonial, aunque David Fernández ocupase muchas portadas por su especial habilidad para dar la nota.
[8] No sé si se conservará pero en youtube estaba disponible un discurso que un chaval echaba a unos “secretas” de los mossos que ya lo hubiesen querido firmar Cicerón o Demóstenes. Entonces, en lugar de aplaudírseles y llenar sus furgonetas de flores se les gritaba “secreta, idiota, ¿te crees que no se nota?”. Por cierto, el porcentaje de acierto rondaba el 100%.
[9] Y una pequeña anécdota que no leeréis en ninguna parte: En la manifestación alternativa de la tarde del Primero de Mayo del 2011 pasamos por delante del Hospital Clinic denunciando los recortes y salieron los trabajadores a aplaudirnos. A quince días del 15 M que parece haberlo inventado todo. También nos tocó correr un par de veces...
[10] El millón es una cifra muy recurrente y no hablo de las manifestaciones catalanistas sino en general. Equivaldría más o menos a diez Campnous o Santiagobernabeus llenos hasta la bandera. ¿Alguien se ha parado a pensar cuánto espacio ocupa tanta gente, por no hablar de los problemas logísticos que conlleva reunirla?
[11] Y hay un paralelismo que no deja de inquietarme: alaban a Puigdemont pensando en Mas como los cubanos alaban a Raúl pensando en Fidel.
[12] Soledad Gallego Díaz: “Lo que conviene leer con lupa”, El País, 10/09/17. Después leí un artículo en Público que defendía la ley como mucho más avanzada que la constitución del 78. No es por tomar partido en una carrera de caracoles, pero “por sus obras los conoceréis”, que dijo El Sandalias.

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