Está la actualidad, constituida por aquellos asuntos que marcan la
agenda y que los medios reflejan con su objetividad y precisión habituales.
¿Cuál era la más rabiosa actualidad a principios del mes pasado? Sé
que es una pregunta difícil, ha pasado mucho tiempo... Recuerdo una gran
preocupación, la turismofobia. Los aguerridos guerrilleros urbanos de Arran
habían pinchado la rueda de un autobús turístico, obsequiaron con un
espectáculo de luz y sonido a los clientes de un restaurante de lujo mallorquín
que ni siquiera se molestó en denunciarlo y sabotearon bicicletas de alquiler
con peligrosas pegatinas.
¿Para qué quieres más? Hay colectivos vecinales que llevan años
alertando de los efectos nocivos que la colonización turística produce en los
barrios más afectados. (Aunque para mi gusto nunca se hace suficiente hincapié
en que si cada vez hay más pisos turísticos es porque propietarios de aquí
prefieren alquilar sus propiedades a los turistas por obtener grandes
beneficios inmediatos a alquilárselos a gente de aquí a precio
razonable[1]).
Escriben estudios bien razonados en los que muestran los problemas que ya se
dan y las malas perspectivas futuras. ¿Para qué? Para nada, maldito el caso que
les hacen... quedan en Internet como testimonio y poco más.
Pero bastaron dos vídeos cutres para volver la actualidad del revés. Y
lo primero, que hoy es obligatorio, es crear una palabra para definir el
fenómeno que va a ocupar todo el espacio, la turismofobia. Un gran hallazgo,
por cierto. Hoy todo lo que acabe en fobia ya denota su carácter
horrible.
El odio al turista. Bien es cierto que estos mierdosos aprendices de
terrorista que amaga y no da saben que los propietarios de los autobuses
turísticos de Barcelona son TMB (los públicos) y Julià Tours (los privados),
que serían los verdaderos culpables si vamos a la raíz. Y si somos radicales,
vamos a la raíz del problema. En todo caso, una nimiedad desde cualquier punto
de vista. Todos los días se rajan ruedas de coche en una gran ciudad, se rompen
escaparates o se pintan persianas de comercios decorados artísticamente sólo
por joder. Objetivamente, sus actos no son nada, absolutamente nada, se pierden
entre tantos sucesos extraños que albergan las ciudades por la noche...
Sea por lo que fuere, esta historia captó la atención de la prensa y
durante unos días no oíamos otra cosa que turismofobia para desayunar,
almorzar, comer, merendar y cenar. Lo curioso del caso es que ciertos medios
experimentaban un extraño placer anunciando la ruina inminente del negocio turístico
por tres subnormaladas de unos hijos de papá que hierven porque se niegan a
aceptar el destino que aceptarán cuando tengan diez años más sin ningún
problema[2].
Alguna agencia gubernamental asociada a la Marca España[3]
llevaba la contabilidad con precisión enfermiza, “hoy ha salido en tal
periódico de tal país una foto del autobús[4]
y un comentario muy negativo. Se espera que en próximos días se hagan eco en
los países vecinos” y mensajes similares.
Un problemón de primer orden. La turismofobia, objetivamente
innegable, ponía en riesgo el turismo. Y aquí los opinantes fachas entraban en
una graciosa contradicción, no podían ocultar su alegría pensando que sería la
industria turística catalana la que se iría a tomar viento, sin darse cuenta de
que razonaban como los catalanistas, que creen que el turista medio conoce la
diferencia entre Cataluña y España. Hay una anécdota muy repetida porque es muy
reveladora[5]:
Jordi Pujol invitó a comer a Gabriel Ferrater Mora, que llevaba muchos años
viviendo en Estados Unidos, y en un momento le preguntó qué opinión tenían
sobre los catalanes en Estados Unidos. Ferrater respondió que en Estados Unidos
nadie sabía qué era Cataluña. Pujol se llevó las manos a la cabeza, y cómo
puede ser, y cómo podemos arreglarlo...
La respuesta de Ferrater es legendaria: Un terremoto vendría muy bien.
Igual de contaminados por sus prejuicios ideológicos que el único
Honorable que ha habido y habrá, pensaban que los turistas conocen las
divisiones administrativas, como si en Las Ramblas los turistas pidiesen pa
amb tomàquet y botifarra amb seques en lugar de paella y tapas.
Los fachas se corrían de gusto pensando que los cuatro memos de Arran
hundirían el turismo catalán sin tocar el resto, y entonces cargaban la mano en
sus artículos sobre la turismofobia
augurando un futuro horrible para los catalanes, nacido de su propia
falta de vigilancia hacia las minorías radicales que les crecían bajo los
sobacos sin advertirlo por su propia negligencia...
Y en estas estábamos cuando llegó el atentado. Una quincena de muertos
y casi un centenar de heridos de países variados, sin contar con los miles que
sufrieron experiencias fuertemente traumáticas. Sé de lo que hablo, me tocó
consolar a unos cuantos aquella noche...
Y el turismo no se hundió en Cataluña. Al contrario, el setiembre está
siendo histórico, aún con la amenaza del famoso referéndum que parece que va a
ser en Escocia y no aquí por el impacto que está teniendo en nuestra vida diaria.
Quién sabe, igual se anima de aquí al domingo y acaban escenificando todo un
teatro bélico los de Piolín contra los del burro pero de momento las
perspectivas, en fin...
Conscientes de que estaban haciendo el ridículo más espantoso los de
la turismofobia han cerrado la boca, aunque haya hecho falta una masacre de
verdad para que se diesen cuenta de lo patéticos que estaban resultando.
Aquello que llenaba páginas de información y tribunas de opinión es hoy un
recuerdo muy lejano. Quién sabe, quizá regrese el próximo verano como el
monstruo del lago Ness, pero de momento no es cosa que les haya vuelto a
preocupar...
El calentón de la turismofobia desapareció, pero la prensa tiene un
tema que aparece día sí, día también, Venezuela. Una situación a la que no cabe
dejar de lado porque es una caldera a punto de explotar. Y sin embargo, hace
días que no leo nada sobre ese tema candente. Podría haber una explicación:
Maduro se ha pronunciado a favor del referéndum y quizá haya querido rebajar
los ánimos para no interferir en el proceso de sus amigos pero es dudoso que la
oposición haya decidido concordarse con él.
No. Más bien parece que hay noticias de quita y pon. Es cierto que
llama la atención que pasen de la portada a la nada pero seguro que detrás hay
una buena razón...
Y aprovechando el espacio recojo una información de la más rabiosa
actualidad: un obispo catalán acaba de decir que irá a votar. No me cabe duda
de que votará para cambiarlo todo...
[1] Trabajo en el negocio turístico y puedo asegurar que
los turistas no se diferencian de la media de la gente de aquí. En mi
valoración absolutamente subjetiva, un 80% que ni frío ni calor, un 10% a los
que me llevaría a vivir a casa y un 10% a los que deseo lo peor. Exactamente
los mismos porcentajes en los que encuadro a los de aquí.
Hace poco leía que los votos de la CUP se
concentraban en los barrios más acomodados de Barcelona. No es del todo cierto,
la CUP se divide en dos grupos: los hijos de papá con la colección completa de
apellidos catalanes y los inmigrantes acomplejados que se suman dispuestos a
ocuparse de cualquier tarea a cambio de un reconocimiento. David Fernández o
Anna Gabriel son ejemplos luminosos.
[3] El Alto Comisionado del Gobierno para la Marca
España, Carlos Espinosa de los Monteros, IV marqués de Valtierra, ostenta
el dudoso honor de ser probablemente el facha más salvaje que he escuchado en
mi vida. Guardando las formas como nadie, eso sí...
[4] Que, por cierto, el espabilado de Albert Rivera dijo
que lo habían quemado. Pincharon una rueda y escribieron en el parabrisas. Lo
que aparece entre comillas no es una cita textual sino una recreación, pero
quien quiera buscarlo por Internet, que no es una tarea difícil, verá que no
traiciono el espíritu.
[5] Hasta la ha reproducido mi gran amigo Fernando
Savater, el exanarquista antianarquista devenido exproetarra antietarra, sólo
le falta completar el círculo volviéndose exsavater antisavater. Sería un
avance, por cierto...
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