sábado, 30 de septiembre de 2017

ECLIPSES



Está la actualidad, constituida por aquellos asuntos que marcan la agenda y que los medios reflejan con su objetividad y precisión habituales.
¿Cuál era la más rabiosa actualidad a principios del mes pasado? Sé que es una pregunta difícil, ha pasado mucho tiempo... Recuerdo una gran preocupación, la turismofobia. Los aguerridos guerrilleros urbanos de Arran habían pinchado la rueda de un autobús turístico, obsequiaron con un espectáculo de luz y sonido a los clientes de un restaurante de lujo mallorquín que ni siquiera se molestó en denunciarlo y sabotearon bicicletas de alquiler con peligrosas pegatinas.
¿Para qué quieres más? Hay colectivos vecinales que llevan años alertando de los efectos nocivos que la colonización turística produce en los barrios más afectados. (Aunque para mi gusto nunca se hace suficiente hincapié en que si cada vez hay más pisos turísticos es porque propietarios de aquí prefieren alquilar sus propiedades a los turistas por obtener grandes beneficios inmediatos a alquilárselos a gente de aquí a precio razonable[1]). Escriben estudios bien razonados en los que muestran los problemas que ya se dan y las malas perspectivas futuras. ¿Para qué? Para nada, maldito el caso que les hacen... quedan en Internet como testimonio y poco más.
Pero bastaron dos vídeos cutres para volver la actualidad del revés. Y lo primero, que hoy es obligatorio, es crear una palabra para definir el fenómeno que va a ocupar todo el espacio, la turismofobia. Un gran hallazgo, por cierto. Hoy todo lo que acabe en fobia ya denota su carácter horrible.
El odio al turista. Bien es cierto que estos mierdosos aprendices de terrorista que amaga y no da saben que los propietarios de los autobuses turísticos de Barcelona son TMB (los públicos) y Julià Tours (los privados), que serían los verdaderos culpables si vamos a la raíz. Y si somos radicales, vamos a la raíz del problema. En todo caso, una nimiedad desde cualquier punto de vista. Todos los días se rajan ruedas de coche en una gran ciudad, se rompen escaparates o se pintan persianas de comercios decorados artísticamente sólo por joder. Objetivamente, sus actos no son nada, absolutamente nada, se pierden entre tantos sucesos extraños que albergan las ciudades por la noche...
Sea por lo que fuere, esta historia captó la atención de la prensa y durante unos días no oíamos otra cosa que turismofobia para desayunar, almorzar, comer, merendar y cenar. Lo curioso del caso es que ciertos medios experimentaban un extraño placer anunciando la ruina inminente del negocio turístico por tres subnormaladas de unos hijos de papá que hierven porque se niegan a aceptar el destino que aceptarán cuando tengan diez años más sin ningún problema[2]. Alguna agencia gubernamental asociada a la Marca España[3] llevaba la contabilidad con precisión enfermiza, “hoy ha salido en tal periódico de tal país una foto del autobús[4] y un comentario muy negativo. Se espera que en próximos días se hagan eco en los países vecinos” y mensajes similares.
Un problemón de primer orden. La turismofobia, objetivamente innegable, ponía en riesgo el turismo. Y aquí los opinantes fachas entraban en una graciosa contradicción, no podían ocultar su alegría pensando que sería la industria turística catalana la que se iría a tomar viento, sin darse cuenta de que razonaban como los catalanistas, que creen que el turista medio conoce la diferencia entre Cataluña y España. Hay una anécdota muy repetida porque es muy reveladora[5]: Jordi Pujol invitó a comer a Gabriel Ferrater Mora, que llevaba muchos años viviendo en Estados Unidos, y en un momento le preguntó qué opinión tenían sobre los catalanes en Estados Unidos. Ferrater respondió que en Estados Unidos nadie sabía qué era Cataluña. Pujol se llevó las manos a la cabeza, y cómo puede ser, y cómo podemos arreglarlo...  La respuesta de Ferrater es legendaria: Un terremoto vendría muy bien.
Igual de contaminados por sus prejuicios ideológicos que el único Honorable que ha habido y habrá, pensaban que los turistas conocen las divisiones administrativas, como si en Las Ramblas los turistas pidiesen pa amb tomàquet y botifarra amb seques en lugar de paella y tapas.
Los fachas se corrían de gusto pensando que los cuatro memos de Arran hundirían el turismo catalán sin tocar el resto, y entonces cargaban la mano en sus artículos sobre la turismofobia  augurando un futuro horrible para los catalanes, nacido de su propia falta de vigilancia hacia las minorías radicales que les crecían bajo los sobacos sin advertirlo por su propia negligencia...
Y en estas estábamos cuando llegó el atentado. Una quincena de muertos y casi un centenar de heridos de países variados, sin contar con los miles que sufrieron experiencias fuertemente traumáticas. Sé de lo que hablo, me tocó consolar a unos cuantos aquella noche...
Y el turismo no se hundió en Cataluña. Al contrario, el setiembre está siendo histórico, aún con la amenaza del famoso referéndum que parece que va a ser en Escocia y no aquí por el impacto que está teniendo en nuestra vida diaria. Quién sabe, igual se anima de aquí al domingo y acaban escenificando todo un teatro bélico los de Piolín contra los del burro pero de momento las perspectivas, en fin...
Conscientes de que estaban haciendo el ridículo más espantoso los de la turismofobia han cerrado la boca, aunque haya hecho falta una masacre de verdad para que se diesen cuenta de lo patéticos que estaban resultando. Aquello que llenaba páginas de información y tribunas de opinión es hoy un recuerdo muy lejano. Quién sabe, quizá regrese el próximo verano como el monstruo del lago Ness, pero de momento no es cosa que les haya vuelto a preocupar...

El calentón de la turismofobia desapareció, pero la prensa tiene un tema que aparece día sí, día también, Venezuela. Una situación a la que no cabe dejar de lado porque es una caldera a punto de explotar. Y sin embargo, hace días que no leo nada sobre ese tema candente. Podría haber una explicación: Maduro se ha pronunciado a favor del referéndum y quizá haya querido rebajar los ánimos para no interferir en el proceso de sus amigos pero es dudoso que la oposición haya decidido concordarse con él.
No. Más bien parece que hay noticias de quita y pon. Es cierto que llama la atención que pasen de la portada a la nada pero seguro que detrás hay una buena razón...

Y aprovechando el espacio recojo una información de la más rabiosa actualidad: un obispo catalán acaba de decir que irá a votar. No me cabe duda de que votará para cambiarlo todo...



[1] Trabajo en el negocio turístico y puedo asegurar que los turistas no se diferencian de la media de la gente de aquí. En mi valoración absolutamente subjetiva, un 80% que ni frío ni calor, un 10% a los que me llevaría a vivir a casa y un 10% a los que deseo lo peor. Exactamente los mismos porcentajes en los que encuadro a los de aquí.

[2]
Hace poco leía que los votos de la CUP se concentraban en los barrios más acomodados de Barcelona. No es del todo cierto, la CUP se divide en dos grupos: los hijos de papá con la colección completa de apellidos catalanes y los inmigrantes acomplejados que se suman dispuestos a ocuparse de cualquier tarea a cambio de un reconocimiento. David Fernández o Anna Gabriel son ejemplos luminosos.



[3] El Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España, Carlos Espinosa de los Monteros, IV marqués de Valtierra, ostenta el dudoso honor de ser probablemente el facha más salvaje que he escuchado en mi vida. Guardando las formas como nadie, eso sí...
[4] Que, por cierto, el espabilado de Albert Rivera dijo que lo habían quemado. Pincharon una rueda y escribieron en el parabrisas. Lo que aparece entre comillas no es una cita textual sino una recreación, pero quien quiera buscarlo por Internet, que no es una tarea difícil, verá que no traiciono el espíritu.
[5] Hasta la ha reproducido mi gran amigo Fernando Savater, el exanarquista antianarquista devenido exproetarra antietarra, sólo le falta completar el círculo volviéndose exsavater antisavater. Sería un avance, por cierto...

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