Últimamente he criticado mucho a los anarcoides. La verdad es que me
parece que están absolutamente a la deriva, intentando agarrarse a cualquier
cosa que sobresalga de la superficie sin distinguir si se trata de un peñasco
firmemente anclado en el fondo o el lomo de una ballena.
Lo que he leído sobre el asunto catalán y alguna otra cosa anterior
(como sus pronunciamientos sobre los asesinatos de Las Ramblas y Cambrils) me
ha hecho verles como una especie de ala izquierda de Podemos.
De entre todas, la que más me ha dolido ha sido la deriva de la CNT,
organización en la que llegué a militar durante un larguísimo trimestre.
No voy a repetirme, ya he señalado con detalle las que considero torpezas del
bloque anarcoide que, por una vez y sin que sirva de precedente, le ha dado por
actuar unido, precisamente en ocasión tan lamentable...
Una cosa sí que hay que decir en favor de la CNT, es una organización
confederal que realmente respeta la esencia del federalismo. Formada por
agrupación de sindicatos, lo cierto es que mientras cada sindicato respete los
principios mínimos básicos, es libre de adoptar una u otra postura sobre
cualquier asunto. Así, mientras la CNT vizcaína se ha adherido alguna vez a la
manifestación pro presos de ETA, la alavesa decidía que no. Aquí suena raro, acostumbrados
como estamos a que todas las organizaciones que se reclaman federales lo sean
solo de boquilla, pero en ese sentido la CNT lo es. También es cierto que en
los últimos años se han dedicado a desfederar sindicatos que se
apartaban un poco demasiado de la línea oficial, pero después de esa fiebre
parece que las aguas han vuelto a su cauce...
La cuestión es que después de leer muchos papeles que consideraban el
proceso famoso como punto menos que el inicio de la revolución o diluían culpas
entre ambos nacionalismos para quedar en tierra de nadie,
he encontrado un texto firmado por un sindicato de CNT que suscribo plenamente,
de principio a fin.
No sé si este sindicato es talibán o reformista, si está amenazado
de desfederación, si son pocos o muchos ni hasta qué punto refleja el sentir de
los cenetistas, pero sí que puedo decir que refleja el mío de manera magistral.
No creo en los enlaces, basta acudir a las páginas de Wikipedia para
ver que muchos de los incorporados ya no funcionan. Así que os copio el texto
íntegro con el deseo de que lo disfrutéis tanto como yo, aunque la idea
anarquista os deje indiferentes...
Sobre el escenario ante el proceso de
independencia de Catalunya
“El
nacionalismo de los de arriba sirve a los de arriba. El nacionalismo de los de
abajo sirve también a los de arriba. El nacionalismo, cuando los pobres lo
llevan dentro, no mejora: es un absurdo total.”
Bertolt
Brecht.
Este
escrito tiene la intención de aportar elementos para un debate sobre este tema
señalando posiciones éticas, principios políticos del movimiento libertario,
historia lejana y hechos recientes que nos ayuden a abordar una situación en
que, sincera y humildemente, pensamos que los árboles no nos dejan ver el
bosque.
Empezar
por las ideas parece lógico. El internacionalismo rubricado en nuestros
principios se ha caracterizado siempre por negar las limitaciones físicas que
los discursos nacionales (con Estado o sin él) ponían a la geografía.
Declaraciones de Reclús, de Anselmo Lorenzo y otros lo señalan De
hecho, en los antecedentes de nuestra organización encontramos a la Alianza
Internacional de la Democracia Socialista de Bakunin fundada en 1868 con estas
bases de doctrina política:
·
La supresión de
los Estados nacionales y la formación en su lugar de federaciones constituidas
por libres asociaciones agrícolas e industriales.
·
La abolición de
las clases sociales y de la herencia.
·
La igualdad de
sexos.
·
La organización
de los obreros al margen de los partidos políticos.
En
general es contradictorio hacer convivir expresiones como estas con la
formulación política del “derecho de autodeterminación de los pueblos”, y se
hace confundiendo al pueblo trabajador con el conjunto de personas a las que se
atribuye identidad cultural (sean trabajadores o explotadores), y
“autodeterminación” como una suerte de “autogestión política” sin explicar su
significado real y sobre quién y de qué forma se ha pretendido históricamente
aplicar ese derecho.
No
está de más que se fijen los significados de las palabras que se están
utilizando.
–
Pueblo:
Del lat. popŭlus.
3. m. Conjunto de personas de un lugar, región
o país.
–
Patria:
1. f. Tierra natal o adoptiva ordenada como
nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos,
históricos y afectivos.
–
Nación:
Del lat. natio, -ōnis 'lugar de nacimiento',
'pueblo, tribu'.
1. f. Conjunto de los habitantes de un país
regido por el mismo Gobierno.
3. f. Conjunto de personas de un mismo origen
y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.
– Autodeterminación:
De auto- y determinación.
1. f. Decisión de los ciudadanos de un
territorio determinado sobre su futuro estatuto político.
El
anarcosindicalismo, como aplicación práctica que toma los principios del
anarquismo, no se sostiene sobre la tradición ni sobre la reivindicación
cultural común como medio de agrupar a los seres humanos. A diferencia de otras
ideas políticas, está fundamentado en los derechos universales de la persona,
la libertad absoluta individual, y solo en segundo orden y como proyección de
la misma, los derechos colectivos.
Por
ello reivindica el internacionalismo como superación de los Estados-Nación,
como defensa del cosmopolitismo formulado ya en la Grecia clásica y no como la
caricatura que han querido hacer de ello redefiniéndolo absurdamente como
“colaboración entre naciones”.
La
utilización del “pueblo” en el contexto de la crisis desatada por la
convocatoria del referéndum de Cataluña hace referencia inequívocamente a todas
las personas que viven en Cataluña a las que se les supone una vinculación a la
cultura autóctona convenida, y por tanto no diferencia entre clases sociales ni
entre gobernantes y gobernados.
En
el caso de la “autodeterminación” hay que entender que incluso no siendo una
formulación política del anarquismo o del anarcosindicalismo hay contextos
donde se ha utilizado el término por la condición de práctica esclavitud y por
tanto lesión de derechos fundamentales de los habitantes de un lugar concreto a
diferencia de la consideración de que han gozado en las metrópolis (desde
Eliseo Reclús se condena el colonialismo).
Los
habitantes de Guinea Ecuatorial no tenían los mismos derechos que los
españoles, ni los indios que los británicos, por lo que lesionado un derecho
individual como es la igualdad se ha podido llegar a hablar de
autodeterminación como medio de superar la injusticia y la explotación del
grupo. Otra cosa distinta es, sin ningún tipo de vergüenza, simular en una
región una falta de derechos comparándose con los ejemplos anteriores.
Toda
la retórica nacional ha estado constantemente calificando de agravio, derecho o
libertad, según convenga, aquellos comportamientos que ellos mismos ejecutan o
defienden en su propio territorio respecto a regiones interiores. Los
defensores de la autodeterminación, en este caso los independentistas
catalanes, jamás concederán ese derecho al Valle de Arán (aunque le den un
estatuto particular como el Estado español concede a Cataluña) ni reconocerán
el centralismo de Barcelona, así como los castellanos incluyen León en sus
planes independentistas, y estos a su vez al Bierzo, a pesar de que los
bercianos mayoritariamente no se consideran leoneses. A nadie se le escapa que
detrás de la pantalla de la reivindicación de derechos y libertades modernas
habitan visiones históricas procedentes del feudalismo que de vez en cuando se
ponen encima de la mesa.
Analicemos
ahora algunas afirmaciones que se están haciendo continuamente desde el
discurso independentista, empezando por la “imposición del Estado español”.
¿Tienen
menos o distintos derechos, gravosos comparativamente, los ciudadanos de
Cataluña a los restantes?
¿Se
ha impuesto la Constitución y el resto de la legislación española a Cataluña,
incluido el Jefe del Estado?
No
se puede contestar afirmativamente a ninguna de las dos preguntas. A la
primera, porque es evidente que toda la legislación que el aparato estatal
aplica a sus ciudadanos no hace distinciones en ninguna parte del territorio.
Si acaso existen concesiones, en materia fiscal por ejemplo, como sabemos. Y
desde luego, en lo que nos afecta como trabajadores (es conveniente no perder
la perspectiva), no se puede afirmar que los trabajadores catalanes sufran
ningún agravio con respecto a otros. Lo que sí hemos visto estos días es una
manifestación gigantesca en Linares por el azote que el desempleo ejerce en ese
lugar como en ninguno del país.
Con
la segunda pregunta más gente dudaría porque los discursos falsos que el
independentismo repite insaciablemente han sembrado la duda, no vaya a ser que
nos cuelguen el sanbenito de “españolistas” en la eterna dicotomía falaz.
Para
ser honestos no podemos olvidar que en la propia redacción de la Constitución
Española ratificada en 1978 participa un miembro de CiU, Miquel Roca, nieto de
un dirigente carlista, galardonado entre otras cosas con la Gran Cruz de la
Orden de Isabel la Católica y que ha llegado a defender a la Infanta de Borbón
en los juzgados, una vez que la justicia española la hizo sentarse en el
banquillo. Fue secretario general adjunto de CDC de 1974 a 1979, partido al que
ha pertenecido hasta 2016, en que defendió al candidato de Unió, partido que
fundó su padre.
Y,
¿cuál fue la reacción de los catalanes a la votación de la Constitución aquel 6
de diciembre? Pues con una participación entre el 67% y el 74% (según la
provincia) más del 90% de los catalanes votaron a favor del texto. Se pueden
decir muchas cosas, pero desde luego son tan responsables o más de que se estén
aplicando hoy en día sus artículos que los ciudadanos de Valladolid, que lo
aprobaron con un 83% de síes. Y hay
que recordar que es el texto donde se da legitimidad al Borbón como Jefe del
Estado habiendo jurado hacía poco los Principios del Movimiento franquista. Es
también tragicómico ver las críticas que hacen hoy al “régimen del 78” los
miembros del PC que votaron a favor de todo aquél montaje desde las Cortes o
desde la mesa de los Pactos de la Moncloa, donde también participó CiU.
Desde
esto (si se quiere tomar como un principio) hasta hace cuatro días, quienes
tienen las riendas del “procés” han sido el sostén de los sucesivos gobiernos
felipistas y aznaristas aportando sus votos generosamente en el Congreso de los
Diputados para aplicarnos a todos los súbditos de este Reino las sucesivas
reformas laborales, los sucesivos recortes de libertades, los sucesivos
programas de ajuste presupuestario en materia social.
¿El
independentismo históricamente es de izquierdas? ¿La independencia de Cataluña
es un movimiento de izquierdas? ¿Lo son sus dirigentes y por ello tiene sentido
esperar que un nuevo escenario independiente sea distinto, mejor?
Cualquiera
que haya buceado mínimamente en la historia del último siglo sabe que no. Por
no hablar de la patronal catalana más derechista, a la que no gusta hacer
referencia porque no dudaba en acudir a las fuerzas policiales centralistas
cuando las huelgas se le iban de las manos, vamos a hablar de una fuerza como
ERC.
ERC,
partido que hoy sube en las encuestas como la espuma, ha sido históricamente
una amalgama de sectores que no podían estar más enfrentados. Pero incluso
Jacinto Toryho, director del Solidaridad Obrera de 1936 a 1938, afirmaba que la
Lliga Regionalista y ERC “en lo social no eran fracciones diferentes,
sino dos expresiones reaccionarias a las que solamente separaba un matiz
partidista electorero”.
El
cemento nacionalista obra milagros como mantener en el mismo partido a gente
como Companys y a la de otro partido más pequeño llamado Estat Catalá. Uno de
sus dirigentes y fundador de ERC, Josep Dencás, visitó personalmente a
Mussolini en Italia y fue el responsable de la creación de milicias
paramilitares que no dudó en utilizar contra la CNT. Influido por las ideas
racistas de Pere Martir Rossell i Villar, se autodefinía como
“nacionalsocialista”. Como consejero de gobernación mantuvo a su lado a los
hermanos Badia. Miquel Badia, como Jefe Superior de la Comisaría General de
Orden Público, movilizó a policías y paramilitares (“Escamots”) contra la
huelga de transportes de Barcelona en 1933 convocada por la CNT. Acabaron
muertos por disparos de militantes de la FAI. En 1937 las fuerzas de ERC se
sumaron a las del PSUC para atacar a los libertarios en Barcelona en los hechos
trágicos de mayo. Hay suficiente documentación publicada para quién desee
profundizar.
Esto
podría ser cosa del pasado si no hubiésemos visto cómo se celebra anualmente un
homenaje a los hermanos Badia, y como
hace unos años contaron en el acto con la presencia del señor Oriol Junqueras,
hoy en día Vicepresidente de la Generalitat y Presidente de ERC.
Pero
no es la única sorpresa del presidente de un partido que se denomina
“Esquerra”. Hace muy poco tiempo apareció en la portada del ABC junto a
otro grupo de serviles (ojo, Bertín Osborne, Cospedal, Borja Prado…)
defendiendo ni más ni menos que la retransmisión de la misa católica dominical.
No en TV3, no, en Televisión Española. Todo ello debido a las críticas que
sobre ello habían realizado diputados de Podemos.
Y
por si su conservadurismo no había quedado claro, la página “InfoVaticana” se
hace eco de declaraciones en diversos actos públicos de este personaje donde
hace “llamamientos
a que haya vocaciones” Es
importante señalar que en intención de voto hoy en día la antigua CiU, hoy
PdCat, está en caída libre, pero es ERC quién recoge los votos perdidos por
aquella formación, subiendo en las encuestas espectacularmente.
No
podemos olvidar tampoco que Oriol Junqueras tiene un antecesor digno de
mención: Heribert Barrera, el que fuera Secretario General de ERC (1976-1987),
presidente del mismo (1991-1995), presidente del Parlamento catalán (1980-
1984) y diputado del Parlamento Europeo (1991-1994). A pesar de sus opiniones
sobre la inferioridad mental de los negros o el peligro que corría la cultura
catalana con la invasión de los inmigrantes, fue homenajeado sin pudor, no solo
por Josep Anglada, dirigente de Plataforma per Catalunya, sino
que recibió la Medalla de Oro de la Generalitat, además de haber sido miembro
del Consejo Consultivo de Omnium Cultural. Hoy esta entidad es una de las que
encabeza el impulso nacionalista en Cataluña estando presidida por el
empresario Jordi Cuixart.
Resulta
también cuando menos curioso que uno de los tópicos utilizados por el
independentismo sea acusar de franquistas a todos al sur del Ebro, mientras uno
de sus alcaldes a quien hemos visto ser aplaudido hace poco en su visita al
juzgado para prestar declaración por el referendum, Ferrán Bel, defendió la
continuidad en 2010 del monumento franquista en su localidad, Tortosa, junto a
varios de sus concejales. Su retirada se había llevado al Pleno del
Ayuntamiento avalada por 2000 firmas de los vecinos que fueron aplastadas por
sus votos (CiU) y los del PP.
De
igual modo, parece que pasa inadvertido a la memoria que los monjes de la
abadía de Montserrat defendieron a sus homólogos del Valle de los Caídos
(benedictinos todos) ante el intento de acabar con ese parque temático del
franquismo en aplicación de la Ley de Memoria Histórica. Esos mismos monjes que
lo mismo reciben en 1940 a Himmler buscando el Grial que organizan actos por la
independencia desde 2014. Todo
muy identitario.
Y
aunque cuando se atacan las políticas del Gobierno catalán los independentistas
suelen escurrir el bulto señalando a CiU como responsable, es conveniente
recordar que solo se han cambiado la careta, prácticamente todos siguen ahí
bajo la nueva marca PdCAt con Artur Mas como presidente del partido. Como todos
sabemos al frente de la Generalitat también se sitúa un convergente, Carles
Puigdemont, y hemos tenido que ver respaldos sorprendentes a esta derecha
catalana como el que brindó el dirigente de las CUP David Fernández abrazándose
el 9N a Artur Mas, las declaraciones de este y otros miembros de CUP ante la
imputación del convergente diciendo que era “uno de los suyos”, o a un
“anarco”-independentista supuesto argumentando que a Pujol se le criminaliza
por ser catalán porque solo ha recibido una herencia de su padre. No son
casos aislados o extremos de una situación social. Son ejemplos del abandono
generalizado de la lucha de clases y de la conciencia de la misma, que se
aparta inevitablemente para dar paso a la cuestión nacional como ya advirtieron
muchos antes que nosotros.
¿Qué
hay del “derecho a decidir”?
Esta
formulación novedosa ha sido uno de los escudos con los que se ha llegado al
punto en el que estamos. Hay que reconocer a sus creadores que son fantásticos
lanzando un eslogan con el que obligadamente hay que estar de acuerdo si no
eres poco menos que un esclavista, claro. Habría que situarlo a la altura de
los que decidieron llamar al movimiento antiabortista “provida”, ¿quién va a
ser promuerte? Nadie, quizá Millán Astray y sus locos legionarios.
Quienes
enarbolan este “derecho” en el Parque de la Ciudadela como quienes se reúnen al
lado de la Plaza de Neptuno nos lo recuerdan siempre que tienen oportunidad a
los partidarios de la democracia directa. Por ello cuando esta gente nos aborda
defendiendo el “derecho a decidir” lo primero que habría que haber preguntado
es cuáles son los límites de la decisión, quién tiene ese derecho y si se dan
las condiciones de libertad, seguridad e imparcialidad que cualquier consulta
requiere para ser considerada como tal. Evidentemente la convocatoria y los
hechos represivos que la han rodeado quedan lejos de reflejar la voluntad real
de la mayoría de personas a quienes estaba dirigida.
Nadie
diría que la votación del “Anschluss” fue la aplicación del “derecho a decidir”
por más que se mostrase con la careta de un referéndum. Pues de igual forma, y
con un resultado popular excelente por lo que hemos visto, han utilizado esa
fórmula para decidir la separación de una estructura del Estado español e
intentar generar a través de ella un Estado nuevo. Solo que esta vez en lugar
de ejercer el miedo y la fuerza directamente sobre los votantes para forzar la
decisión, se aprovecha la fuerza y la violencia del contrario en una suerte de aikido
político. Tal es así que con poco más de un 40% de participación y un 38% de
síes (sobre el censo) se pretende dar por bueno el resultado. Si es
un derecho no puede ser extinguido por mucho que terceros me impidan ejercerlo,
y es kafkiano que encima lo haga la parte que lo ha puesto encima de la mesa y
no sea recriminada por ello. Esto evidencia la adhesión que se ha logrado a las
élites catalanas que siempre han querido decir “derecho a la independencia”,
algo mucho más difícil de colocar en el mercado propagandístico.
¿Y
qué hay de la represión?
Efectivamente
ese es el otro escudo indestructible tras el que se parapeta el discurso
independentista actual, incluso diría que también en el pasado, y lo que todo
el mundo reconoce que ha generado más adeptos a la causa nacional. Lo hemos
visto multiplicado exponencialmente este 1 de Octubre. Cuando hacemos crítica
del Estado como elemento subyugador no lo hacemos porque sí. Esta es la
reacción normal de quien en esencia es violencia. Lo curioso es que esa coerción
se está ejerciendo ahora mismo con las reglas que los mismos dirigentes
catalanes han aprobado para “participar” y “cambiar las cosas desde dentro”. Es
indudable que una carga policial es la imagen más icónica de la violencia
estatal. Sin embargo dependiendo del contexto no reaccionamos de la misma
forma. No nos vamos a inmutar cuando los aficionados del Legia, o los Ultra Sur
reciben los empujones y los gomazos de la Policía Nacional, sabiendo
perfectamente por qué se utiliza la “herramienta”. Condenaremos sin dudarlo un
instante las agresiones que Guardia Civil y Policía Nacional perpetraron el día
de la consulta (las grabaciones, como siempre, son espeluznantes), las entradas
en domicilios y sedes políticas sin orden judicial que se han llevado a cabo,
reconociendo al mismo tiempo que no podemos empatizar con muchos de esos
miembros de partidos catalanes citados a declarar a los que se aplaude, cuando
“antesdeayer” han estado llamando a gritos y justificando posteriormente la
represión a movimientos populares. La sobreactuación ha sido amplia, pero por
poner un ejemplo podríamos referirnos a la “indignación” del señor Junqueras
diciendo que “dónde se ha visto que la policía cargue contra gente desarmada con los
brazos levantados”. Pues allí mismo, no hace tanto, muy cerca del
asiento que su culo ocupa en el Parlament. Desde las declaraciones de Carod
Rovira (ERC) contra el 15M, hasta
las cargas de los Mossos en Plaza Catalunya el 27M, o las reacciones a la
protesta ante el Parlamento catalán, que hizo salir entre otros al consejero de
interior, el psicópata Felip Puig, en helicóptero, y la posterior represión
judicial a los manifestantes ilustran el carácter de esta gente que ahora
muestra su mueca de víctima (cuando por cierto a ellos no los han tocado, los
golpes se los han llevado los de siempre). En aquél momento la calificación de
“violentos” fue repetida hasta la saciedad en todos los medios, e incluso en
una declaración de todos los parlamentarios, contrastando con su integridad
absoluta (bueno, resultó dañada una chaqueta pintada con spray y les tiraron
una piel de plátano). Y mientras oíamos los discursos se pudieron ver multitud
de imágenes donde la gente era golpeada, pisoteada, pateada y detenida. Todo en
el mismo día en que se rechazaban las enmiendas a la totalidad que presentaban
otros partidos a los presupuestos antisociales del gobierno catalán con los
votos de PP y CiU.
La
gestión del terrorismo, como el discurso nacionalista obran milagros como el
que hemos visto últimamente con los Mossos. Tan pronto era la policía europea
con más acusaciones por tortura y malos tratos como los héroes de las Ramblas o
del referéndum. Tan pronto había una mujer que perdía un ojo en una
manifestación o un mantero se caía por el balcón de su casa cuando entraban en
ella; o un hombre se moría de repente de madrugada mientras le daban una
paliza; o veíamos imágenes de las torturas en la comisaría de Les Corts, que
aparecía el señor Trapero (el mismo que salía a justificar todo lo anterior) y
todo el mundo confiaba de repente en su carácter democrático y su defensa de
las libertades. Hasta les hemos visto “llorar por la violencia”.
Lo
que está claro es que el discurso identitario se esconde detrás de la pantalla
de “la represión inherente a España” olvidando que esa represión nos une a los
que la sufrimos, ya sea el 1-O en Barcelona o el 22-M en Madrid (hay videos en
youtube sin demasiadas diferencias), se ha ejercido en todas partes (en esto
hay que reconocerles lo democráticos que son), y su aplicación se debe
precisamente al cuestionamiento de la autoridad, sea la del actual Estado
español con la policía nacional, la del parlamento catalán con los mossos o la
del buscado Estado catalán con los mismos agentes.
¿Hay
posibilidades al menos de utilizar la coyuntura para beneficio de la clase
trabajadora?
No
vemos de qué manera. Máxime cuando sabemos que la desorganización de los
trabajadores es la norma, que
los sindicatos convocantes son minoría si no contamos con CCOO y UGT y su larga
tradición traidora, y que incluso la ANC y Omnium Cultural con un empresario
“moderno” a la cabeza convoca movilizaciones.
Y
esto atendiendo únicamente a los trabajadores catalanes, porque la dinámica de
las cosas (algo por lo que siempre se han criticado desde nuestras posiciones
los planteamientos nacionalistas) hace que se establezca una división entre
trabajadores de un lado y del otro de la nueva frontera que se está dibujando.
La aparición de banderas españolas en muchas ciudades (cuando no de pajarracos
o esvásticas) y de emisiones del himno a través de las ventanas, es el efecto
colateral que seguro que muchos hemos apreciado últimamente en ciudades y
pueblos fuera de Cataluña, algo que no se veía habitualmente.
Podríamos
hacer futuribles sobre la república catalana con el beato Oriol Junqueras de
Presidente o la nueva mayoría absoluta de Rajoy para el resto, pero incluso
desistiendo de hacer apuestas el panorama no parece halagüeño en ningún caso.
Lo
que creemos que es de absoluta necesidad es repensar el papel que se está
jugando en todo este asunto, la incoherencia que mantenemos aturdidos por la
corriente mayoritaria o los discursos de los medios de masas para consumo de la
“izquierda”, y centrar de manera firme nuestros esfuerzos en el desarrollo y
avance de la conciencia de la clase trabajadora, que nunca ha tenido patria.
CNT Transportes de Madrid