domingo, 8 de octubre de 2017

DECIR Y CREER


Aunque lo que siga me lo han inspirado dos de los principales payasos del circo en que se ha convertido el proceso, creo que no traiciono mi palabra de no volver a ocuparme de él porque esto va de otra cosa.
El origen está en dos afirmaciones claramente equivocadas. Antes del domingo Rajoy insistió en que no habría urnas y las hubo. Con la misma rotundidad que empleó Junqueras para asegurar que ni la antigua Caixa ni el Banc Sabadell trasladarían sus sedes.

Sabemos que la mentira es un recurso más que los políticos utilizan para conseguir sus fines. Se ha escrito mucho sobre el tema pero a mí me sigue pareciendo insuperable una reflexión de Maquiavelo, el primer analista político digno de tal nombre (y quién sabe si el último). Tras enumerar las virtudes que debe reunir el Príncipe dice: no es necesario, por tanto, que un príncipe posea en realidad las dichas cualidades, pero es muy necesario que parezca poseerlas. Incluso osaré decir que si se tienen y conservan siempre, resultan dañinas y pareciendo tenerlas, resultan útiles[1].

Y aquí hay que diferenciar. Cuando Junqueras dice que ambos bancos tienen su mayor volumen de negocio en Cataluña, está mintiendo. Él ostenta el cargo de máximo responsable de la economía catalana y sabe de sobra que no es así. Los balances contables de ambos son públicos y cualquiera los puede comprobar. Pero cuando dijo que ninguno de los dos trasladaría su sede social no mentía. Sólo estaba creyendo su propia mentira. Esa es la gran diferencia entre los políticos actuales y los antiguos.
Según la definición que recuerdo del catecismo que estudiábamos en el absurdo colegio al que acudí, mentir era “decir lo contrario de lo que se piensa, con intención de engañar”. Si es el caso en el asunto de los porcentajes del negocio bancario, en las otras cuestiones de lo que se trata es de que los políticos han acabado creyendo sus propias mentiras, como si el encargado de etiquetar un veneno lo ingiriera segundos después de haber colocado el aviso...

Me cuesta encontrar ejemplos antiguos de un dirigente que crea su propia propaganda. Otra cosa es que estuvieran mal informados o fueran presa de aduladores, pero saber que la realidad es de una manera y pese a ello intentar torcerla basándose en deseos, el pionero sería Adolf Hitler, dispuesto a abrir todos los frentes sin pensar no sólo en quién podría cerrarlos sino siquiera en si podría enviar soldados allí...
Hitler se convirtió en el ejemplo a esquivar precisamente por eso. El loco que creía firmemente que la voluntad podía doblegar la realidad. Obviamente, su derrota arrastró al descrédito a esas ideas. Pero el tiempo pasa y acaba por sepultar consigo la memoria...
Lo vi muy claro cuando George Bush hijo ordenó la invasión de Irak. Envenenado por su propia propaganda, pensó que bastaría con derrocar a Sadam Hussein para que la democracia se instalase en Irak. El resultado fue que el mismo día que proclamó el final de la guerra subido en un portaaviones fue el día en que esta empezó en realidad. La guerra acabó cuando se dio cuenta de que el grueso de los combates los ofrecía un ejército iraquí al que había disuelto de un plumazo. Recapacitar y reintegrar a los oficiales a sus puestos fue suficiente para que el número de soldados estadounidenses muertos cayera en picado[2].

Sí, hay motivos para sentirse preocupado. Más allá de estos dos necios[3], la tendencia parece general en la clase política de hoy, incluidos los dos seres caricaturescos que tienen acceso a los botones rojos que podrían reducirnos a cenizas en diez minutos...
Mejor no pensar en ello.



[1] Niccolò Machiavelli: Il Principe, cap. XVIII: Quomodo fides a principibus sit servanda. Maquiavelo lo dice mucho mejor, he improvisado una traducción del original. Es curiosa la maldición que persigue a los grandes escritores italianos. Si Dante, autor de páginas hermosísimas, ha dado el adjetivo “dantesco” para simbolizar el horror máximo, Maquiavelo, cuya intención era aclarar cómo funcionan los mecanismos del poder y vaya si lo aclaró que sus enseñanzas aún hoy son de provecho , ha pasado a la posteridad como lo contrario. “Maquiavélico”  como sinónimo de secreto y retorcido significa lo opuesto a lo que escribió este hombre maravilloso. Claro que Maquiavelo fue sometido a una campaña de desprestigio de siglos por parte del Poder y sus aduladores desde que se difundieron sus escritos, precisamente porque exponía sus maniobras de forma clara y lúcida. En este caso maquiavélicos eran sus críticos, no él.
[2] No el de civiles muertos, pues ese corría a cargo de los tarados islámicos...
[3] De ne scio, el que no sabe.

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