Primero se aplicó a los Jordis y después a los consellers
enchironados: son “presos políticos”.
Y aquí nació el gran debate. Los que están en contra de su ingreso en
prisión les llaman presos políticos y los que defienden la medida les llaman
políticos presos. Hay toda una lucha en torno a la aplicación del concepto pero
¿qué significa ser un preso político?
Sé lo que significaba en otros tiempos. Los habituales sabéis de mi
interés por el terrorismo y varias de mis promesas incumplidas tienen que ver
con el asunto, así que empezaré por ahí.
Mi dichiaro prigionero politico
“Me declaro preso político”. Era la primera frase que pronunciaban los
miembros de las Brigadas Rojas italianas al ser detenidos. Con eso no querían
decir que fueran inocentes y debían ser excarcelados de inmediato. No.
Reivindicaban un estatuto especial. Ellos no eran chorizos, eran otra cosa y
como tales debían ser tratados. En 1981 los presos del IRA mantuvieron una
huelga de hambre por el reconocimiento de ciertos privilegios menores, como el
derecho a no llevar el uniforme carcelario, y sólo la detuvieron cuando murió
el décimo preso de la lista. Era una lucha simbólica, pero es evidente que muy
importante para ellos. Pero no pedían su excarcelación, pedían cambios reglamentarios
que vistos desde hoy parecen detalles pero ellos estuvieron dispuestos a morir por
conseguirlos sin pestañear[1].
Salvo error por mi parte, en los años setenta y primeros ochenta ― cuando cada
país de la que entonces se conocía como Europa Occidental tenía al menos un
“grupo armado” en casa ―, ningún país europeo reconocía el rango de prisionero político en teoría
pero todos lo hacían en la práctica (para bien de los presos los más y para mal
los menos).
Ahora suena raro pero los presos del GRAPO[2]
estuvieron concentrados en una cárcel donde montaron una comuna y, casi veinte
años después, alguno de sus miembros decía que ahí había aprendido cómo
funcionaba el comunismo. También tramaron una fuga exitosa, pero esa es otra
historia[3]...
Cuando se inauguró la prisión de máxima seguridad de Herrera de la
Mancha la batasunada la bautizó como una “cárcel de exterminio”. Una más de las
torpezas del gobierno de UCD. Allí se llegaron a juntar doscientos presos de
ETA que, obviamente, cortaban el bacalao. Cuando llegaban las marchas de
solidaridad de montones de autobuses desde el País Vasco les recibían desde las
celdas con ikurriñas y pancartas con el emblema de ETA.
Hasta que Enrique Múgica llegó al Ministerio de Justicia y aplicó la
política de dispersión y entonces se deshizo el estatuto de preso político
nunca reconocido pero en realidad existente y respetado. Alguien dijo que como
Múgica había sido preso sabía lo que les podía joder. Seguramente tenía razón[4].
Basándome en esos precedentes, yo entendía que ser preso político no
significaba que estuvieras encarcelado injustamente por tus ideas. Ser preso
político significaba que te habían metido al talego por un acto que tenía
motivaciones políticas. Pero no tenía por qué ser noble, podía ser el coche
bomba de Hipercor.
¿Eran presos políticos los asesinos de Hipercor? Sí ¿Eran inocentes?
No.
Ser preso político no significaba trazar una raya entre la
culpabilidad y la inocencia.
De hecho, si se mira bien, cuando alguien se reclamaba “preso
político” trazaba una raya clasista. A mí no se me puede tratar como a uno de
estos chorizos[5],
lo mío es mucho más noble. Ahí residía la importancia de llevar un traje u otro
por la que diez presos del IRA fueron capaces de llegar a la muerte por
inanición[6].
Curiosamente, cuando Valentín Lasarte abandonó EPPK ― el Colectivo de Presos Políticos Vascos que
imponía disciplina a los etarras encarcelados ―, se reivindicaba orgulloso como “un chorizo más”[7].
Presos de conciencia
Y por eso, entendía yo, se había creado otra clase de presos, los
presos de conciencia. Aquellos que estaban encarcelados por sus ideas.
El más conocido durante muchos años fue Nelson Mandela aunque parte de
su expediente no estuviera del todo limpio. Por ser suave, no fue del todo
refractario a la idea de terrorismo y tampoco se puede decir que considerara a
los zulúes como sus compatriotas.
Pero sirvió como ejemplo porque el gobierno que tenía enfrente estaba
claramente pasado de moda para lo que es admisible hoy y empezó a ser admisible
entonces...
Una presa de conciencia más cercana en el tiempo era Aung San Suu Kyi.
Copio su lista de premios de Wikipedia abreviando, para no resultar pesado:
Premio Rafto, Sakharov, Nóbel de la Paz, Simón Bolívar, Shaheed Benazir Bhutto,
ciudadana honoraria de Canadá, medalla Wallenberg y medalla de oro del Congreso
de Estados Unidos.
Y ahora resulta que es una xenófoba de tres pares de pelotas porque
ataca a la etnia rohingya o rohinya (lo he visto escrito de las dos formas,
seguramente habrá más).
No dudo de que los acusadores tienen razón. Es más que probable que
tuvieran una información incompleta y se lanzasen a canonizarla sólo porque era
una presa de conciencia galardonada con los premios más importantes del mundo,
incluido el premio Nóbel y medallas del congreso de Estados Unidos.
Es un problema de la época. Frente al héroe, que es el que hace algo,
se prefiere al mártir, que es el que sufre algo. Una época diseñada para ser
sujeto pasivo, no activo. El problema es que sólo puedes conocer de verdad a
alguien por sus acciones, pero esa es otra historia que llevaría muy lejos...
Pero, dejando aparte que alguien perseguido porque no hace siempre
constituye una causa más azarosa para abrazar que aquella de quien ha hecho,
por esos engorrosos rollos griegos sobre la potencia y el acto, pensaba que los
defensores de los Jordis & consellers residentes tendrían por más
noble reclamarles “presos de conciencia” que “presos políticos”. Teniendo como
tienen entre sus apoyos cientos de juristas y decenas de politólogos, me
parecía extraño que a nadie se le hubiera ocurrido la idea. Estaba por
escribirles: ¿no conocéis la diferencia entre un preso político y un preso de
conciencia?
Después pensé que quizá fuera yo el equivocado, demasiado centrado en
mis lecturas sobre el terrorismo europeo de antes y después de los setenta, así
que decidí acudir a la Wikipedia, que es la fuente de nuestros saberes o, al
menos, la que sintetiza la posición mayoritaria sobre un asunto.
Definiciones
Dice la Wikipedia en castellano que “Un preso político o prisionero
político es cualquier persona física a la que se mantenga en la cárcel o
detenida de otro modo, por ejemplo bajo arresto, sin haber cometido un delito
tipificado sino porque sus ideas supongan un desafío o una amenaza para el
sistema político establecido, sea este de la naturaleza que sea”.
Y al leerla se me cayó el mundo encima... Resulta que frente a lo que
yo pensaba ― que un preso político se reivindicaba como tal por pertenecer a una
organización política, independientemente de las que hubiera liado ―, ahora
resultaba que su definición era la que yo aplicaba a los presos de
conciencia...
Entonces ¿qué demonios era un preso de conciencia?
Pues la propia Wikipedia daba la respuesta a la línea siguiente:
“Se distingue del preso de conciencia, que se caracteriza por el no
empleo ni propugnación de la violencia”.
Es decir, que el preso político emplea o propugna la violencia. Eso
cuadraría con la idea que yo tenía, frente a la definición que aparece en
Wikipedia.
¿No es maravilloso? Sus defensores llamándoles violentos y sus
atacantes discutiendo su categoría de violentos...
Es la época. No hay de qué escandalizarse...
[1] Y la
huelga no acabó por falta de voluntarios sino porque recibieron órdenes de sus
mandos de interrumpirla. Imagino que la
procesión iría por dentro pero, visto desde fuera, afrontaban la muerte con
alegría. Supongo que sus creencias católicas ayudaron a soportar su sacrificio
con resignación...
[2] Grupos de Resistencia Antifascista Primero de
Octubre. Lo escribo con todas las letras porque periodistas expertos en
terrorismo siguen transcribiendo la R como “Revolucionarios”. No aspiraban
a tanto...
[3] También es cierto que el GRAPO es el único grupo de
presos políticos que ha llevado una huelga de hambre hasta el final en cárceles
españolas. Los de ETA siempre se rajaban antes...
[4] Múgica fue encarcelado en 1956 tras los desórdenes
universitarios. Entonces militaba en el Partido Comunista de España y le
acompañaron a prisión gentes tan aparentemente extrañas como Fernando Sánchez
Dragó (entonces más comunista que Múgica) o José María Ruiz Gallardón (el padre
de Alberto Ruiz ― Gallardón).
[5] Con todo su pudor, la izquierda evangélica les
llamaba “presos sociales”, pero no por eso dejaba de segregarlos... Como decía
un compañero de colegio en toda su burricie abertzale, “los presos sociales, a
coser carreteras”.
[6] Por una extraña asociación de ideas aprovecho para
recomendar aquí uno de los libros más desasosegantes que he leído en mi vida: Las
ovejas y el pastor, de Andrea Camilleri, una indagación histórica al estilo
de las que hacía su paisano Leonardo Sciascia. Quizá la haya recordado por la
coincidencia de que en su caso también se trata de diez ataúdes...
[7] Aquí cabe una gran paradoja. Valentín Lasarte fue
uno de los que participó en el asesinato de Fernando Múgica, “Pototo”, hermano
de Enrique y víctima de una suerte de “venganza transversal” al estilo
camorrista.
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