miércoles, 8 de noviembre de 2017

DEFINICIONES



Primero se aplicó a los Jordis y después a los consellers enchironados: son “presos políticos”.
Y aquí nació el gran debate. Los que están en contra de su ingreso en prisión les llaman presos políticos y los que defienden la medida les llaman políticos presos. Hay toda una lucha en torno a la aplicación del concepto pero ¿qué significa ser un preso político?
Sé lo que significaba en otros tiempos. Los habituales sabéis de mi interés por el terrorismo y varias de mis promesas incumplidas tienen que ver con el asunto, así que empezaré por ahí.

Mi dichiaro prigionero politico

“Me declaro preso político”. Era la primera frase que pronunciaban los miembros de las Brigadas Rojas italianas al ser detenidos. Con eso no querían decir que fueran inocentes y debían ser excarcelados de inmediato. No. Reivindicaban un estatuto especial. Ellos no eran chorizos, eran otra cosa y como tales debían ser tratados. En 1981 los presos del IRA mantuvieron una huelga de hambre por el reconocimiento de ciertos privilegios menores, como el derecho a no llevar el uniforme carcelario, y sólo la detuvieron cuando murió el décimo preso de la lista. Era una lucha simbólica, pero es evidente que muy importante para ellos. Pero no pedían su excarcelación, pedían cambios reglamentarios que vistos desde hoy parecen detalles pero ellos estuvieron dispuestos a morir por conseguirlos sin pestañear[1].
Salvo error por mi parte, en los años setenta y primeros ochenta cuando cada país de la que entonces se conocía como Europa Occidental tenía al menos un “grupo armado” en casa , ningún país europeo reconocía  el rango de prisionero político en teoría pero todos lo hacían en la práctica (para bien de los presos los más y para mal los menos).
Ahora suena raro pero los presos del GRAPO[2] estuvieron concentrados en una cárcel donde montaron una comuna y, casi veinte años después, alguno de sus miembros decía que ahí había aprendido cómo funcionaba el comunismo. También tramaron una fuga exitosa, pero esa es otra historia[3]...
Cuando se inauguró la prisión de máxima seguridad de Herrera de la Mancha la batasunada la bautizó como una “cárcel de exterminio”. Una más de las torpezas del gobierno de UCD. Allí se llegaron a juntar doscientos presos de ETA que, obviamente, cortaban el bacalao. Cuando llegaban las marchas de solidaridad de montones de autobuses desde el País Vasco les recibían desde las celdas con ikurriñas y pancartas con el emblema de ETA.
Hasta que Enrique Múgica llegó al Ministerio de Justicia y aplicó la política de dispersión y entonces se deshizo el estatuto de preso político nunca reconocido pero en realidad existente y respetado. Alguien dijo que como Múgica había sido preso sabía lo que les podía joder. Seguramente tenía razón[4].
Basándome en esos precedentes, yo entendía que ser preso político no significaba que estuvieras encarcelado injustamente por tus ideas. Ser preso político significaba que te habían metido al talego por un acto que tenía motivaciones políticas. Pero no tenía por qué ser noble, podía ser el coche bomba de Hipercor.
¿Eran presos políticos los asesinos de Hipercor? Sí ¿Eran inocentes? No.
Ser preso político no significaba trazar una raya entre la culpabilidad y la inocencia.
De hecho, si se mira bien, cuando alguien se reclamaba “preso político” trazaba una raya clasista. A mí no se me puede tratar como a uno de estos chorizos[5], lo mío es mucho más noble. Ahí residía la importancia de llevar un traje u otro por la que diez presos del IRA fueron capaces de llegar a la muerte por inanición[6].
Curiosamente, cuando Valentín Lasarte abandonó EPPK  el Colectivo de Presos Políticos Vascos que imponía disciplina a los etarras encarcelados , se reivindicaba orgulloso como “un chorizo más”[7].  

Presos de conciencia

Y por eso, entendía yo, se había creado otra clase de presos, los presos de conciencia. Aquellos que estaban encarcelados por sus ideas.
El más conocido durante muchos años fue Nelson Mandela aunque parte de su expediente no estuviera del todo limpio. Por ser suave, no fue del todo refractario a la idea de terrorismo y tampoco se puede decir que considerara a los zulúes como sus compatriotas.
Pero sirvió como ejemplo porque el gobierno que tenía enfrente estaba claramente pasado de moda para lo que es admisible hoy y empezó a ser admisible entonces...
Una presa de conciencia más cercana en el tiempo era Aung San Suu Kyi. Copio su lista de premios de Wikipedia abreviando, para no resultar pesado: Premio Rafto, Sakharov, Nóbel de la Paz, Simón Bolívar, Shaheed Benazir Bhutto, ciudadana honoraria de Canadá, medalla Wallenberg y medalla de oro del Congreso de Estados Unidos.
Y ahora resulta que es una xenófoba de tres pares de pelotas porque ataca a la etnia rohingya o rohinya (lo he visto escrito de las dos formas, seguramente habrá más).
No dudo de que los acusadores tienen razón. Es más que probable que tuvieran una información incompleta y se lanzasen a canonizarla sólo porque era una presa de conciencia galardonada con los premios más importantes del mundo, incluido el premio Nóbel y medallas del congreso de Estados Unidos.
Es un problema de la época. Frente al héroe, que es el que hace algo, se prefiere al mártir, que es el que sufre algo. Una época diseñada para ser sujeto pasivo, no activo. El problema es que sólo puedes conocer de verdad a alguien por sus acciones, pero esa es otra historia que llevaría muy lejos...

Pero, dejando aparte que alguien perseguido porque no hace siempre constituye una causa más azarosa para abrazar que aquella de quien ha hecho, por esos engorrosos rollos griegos sobre la potencia y el acto, pensaba que los defensores de los Jordis & consellers residentes tendrían por más noble reclamarles “presos de conciencia” que “presos políticos”. Teniendo como tienen entre sus apoyos cientos de juristas y decenas de politólogos, me parecía extraño que a nadie se le hubiera ocurrido la idea. Estaba por escribirles: ¿no conocéis la diferencia entre un preso político y un preso de conciencia?
Después pensé que quizá fuera yo el equivocado, demasiado centrado en mis lecturas sobre el terrorismo europeo de antes y después de los setenta, así que decidí acudir a la Wikipedia, que es la fuente de nuestros saberes o, al menos, la que sintetiza la posición mayoritaria sobre un asunto.

Definiciones

Dice la Wikipedia en castellano que “Un preso político o prisionero político es cualquier persona física a la que se mantenga en la cárcel o detenida de otro modo, por ejemplo bajo arresto, sin haber cometido un delito tipificado sino porque sus ideas supongan un desafío o una amenaza para el sistema político establecido, sea este de la naturaleza que sea”.

Y al leerla se me cayó el mundo encima... Resulta que frente a lo que yo pensaba que un preso político se reivindicaba como tal por pertenecer a una organización política, independientemente de las que hubiera liado , ahora resultaba que su definición era la que yo aplicaba a los presos de conciencia...
Entonces ¿qué demonios era un preso de conciencia?

Pues la propia Wikipedia daba la respuesta a la línea siguiente:
“Se distingue del preso de conciencia, que se caracteriza por el no empleo ni propugnación de la violencia”.
Es decir, que el preso político emplea o propugna la violencia. Eso cuadraría con la idea que yo tenía, frente a la definición que aparece en Wikipedia.

¿No es maravilloso? Sus defensores llamándoles violentos y sus atacantes discutiendo su categoría de violentos...

Es la época. No hay de qué escandalizarse...






[1] Y la huelga no acabó por falta de voluntarios sino porque recibieron órdenes de sus mandos de interrumpirla. Imagino que la procesión iría por dentro pero, visto desde fuera, afrontaban la muerte con alegría. Supongo que sus creencias católicas ayudaron a soportar su sacrificio con resignación...
[2] Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre. Lo escribo con todas las letras porque periodistas expertos en terrorismo siguen transcribiendo la R como “Revolucionarios”. No aspiraban a tanto...
[3] También es cierto que el GRAPO es el único grupo de presos políticos que ha llevado una huelga de hambre hasta el final en cárceles españolas. Los de ETA siempre se rajaban antes...
[4] Múgica fue encarcelado en 1956 tras los desórdenes universitarios. Entonces militaba en el Partido Comunista de España y le acompañaron a prisión gentes tan aparentemente extrañas como Fernando Sánchez Dragó (entonces más comunista que Múgica) o José María Ruiz Gallardón (el padre de Alberto Ruiz Gallardón).
[5] Con todo su pudor, la izquierda evangélica les llamaba “presos sociales”, pero no por eso dejaba de segregarlos... Como decía un compañero de colegio en toda su burricie abertzale, “los presos sociales, a coser carreteras”.
[6] Por una extraña asociación de ideas aprovecho para recomendar aquí uno de los libros más desasosegantes que he leído en mi vida: Las ovejas y el pastor, de Andrea Camilleri, una indagación histórica al estilo de las que hacía su paisano Leonardo Sciascia. Quizá la haya recordado por la coincidencia de que en su caso también se trata de diez ataúdes...
[7] Aquí cabe una gran paradoja. Valentín Lasarte fue uno de los que participó en el asesinato de Fernando Múgica, “Pototo”, hermano de Enrique y víctima de una suerte de “venganza transversal” al estilo camorrista.

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