Se cuenta que cuando Alfonso XII hizo su entrada triunfal en Madrid se
emocionó al ver el entusiasmo con el que aplaudía un hombre y se detuvo a darle
las gracias. Esto no es nada, ― dijo el otro ― ¡si viera cómo aplaudíamos el día que echamos a su
madre!
Cierta o no, esta historia muestra bien que en España la monarquía es
una institución muy querida y valorada hasta que deja de serlo. Si hacemos una
lista de los Borbones[1]
reinantes desde la Guerra de la Independencia ― hace ya dos siglos ―, Fernando VII no fue expulsado, Isabel II sí,
Alfonso XII no, Alfonso XIII sí y Juan Carlos I no. Si se mantiene la cadencia,
a Felipe VI le tocará hacer las maletas...
Sí, es cierto que al final la familia siempre ha vuelto, pero si la
primera vez fue apenas un lustro, la segunda fue casi medio siglo el que
tuvieron que esperar, así que mejor no pensar en lo que podría significar una
tercera expulsión. Y si hay alguien que lo recuerde bien son ellos mismos, pues
el único argumento para sostener su posición lo proporciona la memoria. Así que
tras su último regreso volvieron preparados y aparte de las leyes que
prácticamente les blindaban pero no servían para acrecentar la simpatía hacia
sus personas, decidieron apostar fuerte por la prensa y hay que reconocerles
que no fue mala elección.
En 1975 había un periódico monárquico, el ABC. Cierto que no ahorraba
las alabanzas al Caudillo pero tampoco lo hacía el futuro rey Juan Carlos, de
quien se ha dicho que no tolera que se hable mal de Franco en su presencia. Es
una de las pocas ocasiones en que se puede decir que ha sido agradecido con
alguien.
Aparte del ABC, había un buen montón de periodistas bien situados que
habían hecho carrera a base de alabar a quien había que alabar en cada momento
y vituperar a los caídos en desgracia. Estos formaban una base de reclutamiento
aún mejor que la del ABC, pues a ninguno de ellos le entraría la tentación de
reivindicar a Don Juan o alguna locura similar. Habían probado con creces su
disposición a arrimarse al sol que más calentara ese día sin miedo a escupir
sobre lo escrito el día anterior.
El escalón siguiente lo constituían periodistas jóvenes sin una
posición consolidada pero que habían aprendido de sobra las tretas de sus
maestros. Hoy les llamaríamos becarios. Eran los llamados a construir el muro
de baba tras el que proteger a la Familia Real.
Aparte también había periodistas de oposición, aunque aquí cabe el
debate legítimo de hasta qué punto puede ser oposición la que escribe en un
medio que se edita bajo una dictadura. De estos, unos pocos se fueron a su casa.
Otros, pocos también, se dieron a escribir “en clave”, herederos de una
práctica común en las dictaduras que es la de “leer entre líneas”, lo que a
veces llevaba a situaciones cómicas. Pero
los más de estos opositores eligieron “evolucionar” poco a poco, sin que se
viera mucho la trampa, y uno de ellos acabaría por inventar la brillante
fórmula “no soy monárquico, soy juancarlista”[2].
Llamar vergonzoso al comportamiento de esta tropa sería decir muy
poco. Últimamente se ha hecho pública
una de tantas historias zafias que cabe atribuir a Don Juan Carlos, la de
aquella ocasión en que tiraron por la borda del yate real a una modelo porque
Doña Sofía estaba a punto de llegar[3].
La conocemos porque la ha contado recientemente la prensa italiana pero la
deducción lógica es que si la conoce la prensa italiana, la española la
conocerá con más razón. Y si Doña Sofía se acercaba al barco para reunirse con
Don Juan Carlos es que la historia es rancia de cojones, porque hace décadas
que la Real Pareja se evita cuidadosamente[4].
Pues bien, estamos hablando de unos cínicos consumados que hasta hace cuatro
días hablaban del “matrimonio ejemplar” que formaban Don Juan Carlos y Doña
Sofía.
Pero, pese al muro de silencio y el torrente de baba, hacía falta algo
más. Está bien no haber roto un plato pero no puedes esperar que pasen cuarenta
años alabándote por ello, es preciso hacer algo. Obrar.
Hay tres categorías de hombres virtuosos: los mártires, que son los que
sufren, los santos, que dan ejemplo y los héroes, que hacen. Llegó un momento
en que el proceso de canonización en vida mostró sus límites, entre otras
razones porque se multiplicaban los Abogados del Diablo. Como el rey emérito no
es de mucho sufrir, era más lógico intentar acomodarle en la categoría de héroe
y la oportunidad llegó cinco años, tres meses y un día después de haber sido
coronado, con motivo de lo que los periodistas, tan amigos de las fórmulas,
llaman la intentona golpista del 23 ― F.
Su momento de gloria, aquel en el que se ganó la Corona, según
otra de las fórmulas periodísticas al uso, fue la retransmisión por televisión
de un discurso grabado en el que mostraba su adhesión al orden constitucional y
anunciaba habérselo transmitido así a los máximos jefes militares cuando ya
hacía horas que era evidente que el golpe no iba a triunfar[5].
Me pregunto cuáles eran las alternativas... ¿no haber hablado? ¿haber sido
ambiguo? ¿apoyar el golpe derrotado? En ese sentido Juan Carlos marcó tendencia.
Hoy está aceptado que se premie a los jefes sólo por hacer su trabajo pero
entonces no era tan común.
En realidad tengo la impresión de que la elaboración del mito es
posterior[6].
Después del 23 ― F se comentaba más bien su papel ambiguo y el consejo de guerra a los
golpistas no ayudó a despejar las dudas... Lo ubicaría más bien en algún
momento de la presidencia de Felipe González, al tiempo que se forjaba La
Transición como “versión oficial”, que fue creándose poco a poco y, aunque
parezca frívolo, coincidente con la conversión de los chistes del Rey en
los chistes de Morán[7].
Sea como fuere, es claro que sienta un precedente. Si el padre tuvo su
23 ― F para
justificar su posición, el heredero no puede ser menos. Y aunque es cierto que
apenas lleva tres años y medio en el trono, también es verdad que cuando su
padre se “ganó la corona” tenía cuarenta y tres años y este va a hacer
cincuenta... Lo que me llama más la
atención es que su momento de gloria tenga que ser calcado al de su
padre, un discurso televisado en una situación extraordinaria.
Cierto que en este caso extraordinaria pero poco dramática. El balance
de daños del 23 ― F no registró ni un solo herido leve ni el mínimo daño material,
salvo los famosos desconchones en el techo del Congreso producidos por las
ráfagas de los guardias civiles en un momento de excitación. Visto así, ahora
estaban los famosos mil heridos... Pero en el caso de Juan Carlos, al menos aún
nos enfrentábamos a un intento de golpe de estado como tal, por patético y
ridículo que fuese. Había allí una gente armada intentando tomar el poder
aunque, como bien apuntaron Miquel Amorós y Jaime Semprún en su momento, la
gran diferencia fuera que cuando se produjo el intento de golpe de estado del
18 de julio de 1936 la gente salió a la calle a pararlo (o aplaudirlo) mientras
en 1981 la gente corrió a casa a seguirlo por la radio[8].
Es verdad que se hablaba de golpe de estado desde que en setiembre los
independentistas catalanes alteraron a su capricho el reglamento del Parlament
para conseguir sus fines secesionistas pero difícilmente puede encajarse un
intento de secesión en la categoría de un golpe de estado, pero la prensa hace
tiempo que no atiende demasiado al rigor conceptual. En este caso parece que se
busca el mimetismo a toda costa: si el padre paró un golpe con un discurso
televisado, del hijo se espera lo mismo. Y de paso limpian la mala imagen de la
dinastía, pues Alfonso XIII tuvo que salir al exilio por haber apoyado al
golpista Primo de Rivera[9]...
El caso es que Felipe apareció por la tele y habló durante 362 segundos y con
eso, al parecer, ya se ha ganado el trono.
Resulta curioso comprobar cómo el paso del tiempo entre el discurso
del padre y el del hijo altera algunos razonamientos. Felipe dice que “Esas
autoridades han menospreciado los afectos y los sentimientos de solidaridad que
han unido y unirán al conjunto de los españoles, y con su conducta
irresponsable incluso pueden poner en riesgo la estabilidad económica y social
de Cataluña y de toda España”[10].
Está claro que si en 1981 Juan Carlos hubiera dicho que criticaba el golpe
porque podía ser perjudicial para la economía se hubieran reído de él y por
ello se abstuvo de decir semejante cosa. Pero hoy, que casi todos vivimos en el
alambre, ese dato puede ser mucho más motivador que la integridad de una
constitución de cuyos artículos los gobernantes se ríen a diario.
He encontrado una crónica épica que transmite con intensidad el
proceso de creación del discurso que eleva a la categoría de imprescindible al
rey Felipe[11]. Ya el comienzo es impagable: “Ese martes se
levantó temprano y desayunó con su mujer y sus hijas en el complejo de La
Zarzuela, como siempre que está en Madrid durante la semana. La historia, al
final, es una mezcla de rutina doméstica y de hechos extraordinarios[12]”.
Es probable que se deba a la premura de tiempo pero en el relato abundan las
incongruencias. Por ejemplo, dice que “En Zarzuela se escribe a varias manos
(...) Todo, también las palabras elegidas y el orden de inclusión, es fruto del
trabajo de equipo” y se supone que el equipo lo forman, aparte del Rey, el
abogado del estado Jaime Alfonsín Alfonso (gallego de 62 años), Domingo
Martínez Palomo, teniente general de la Guardia Civil (andaluz “criado en
Murcia” de 63 años) y el periodista Jordi Gutiérrez Roldán (catalán de 58 años)
y deja claro que “A última hora de la
mañana, el documento está listo para el visto bueno final”. El visto bueno es
el de Rajoy que es el malo de la película, como pronto veremos. Sin embargo, en
el mismo párrafo, Romero escribe que “Se graba rápido, el rey tiene
interiorizado el discurso desde hace días”. Y lo subraya con negrita... La
pregunta es cómo puede tener interiorizado desde días atrás un discurso escrito
en comandita esa mañana pero Romero también escribe que “Felipe VI se asoma a
la pantalla, como llevan haciendo los reyes más de medio siglo para felicitar
la Navidad o hacer una declaración excepcional”. ¿Hace más de medio siglo? Está
claro que esta mujer tiene un pequeño problema con la cronología. Desbarajustes temporales aparte, “El rey
guardó las formas institucionales durante 48 horas: dejó que hablara primero el
presidente del Gobierno el domingo por la noche, cuando Rajoy negó la
existencia del referéndum que todos pudimos ver en directo en las televisiones”
y el pobre Felipe hasta pagó un precio físico: “es un hombre prematuramente
envejecido con barba cana y patas de gallo. Algunos dicen que su aspecto se
debe al enorme esfuerzo que realiza por no levantar la voz, por tragarse sapos
con deportividad, por ganarse a pulso el sobrenombre del Paciente, como
su abuelo materno, Pablo[13]”.
¿Sus enemigos? Un “Madrid pequeño formado por periodistas, políticos,
funcionarios, asesores y correveidiles. Lo que en Zarzuela se denomina “la
burbuja” y de la que el rey se siente tan distante. Una Almendra Central que
abarca todo lo que ocurre dentro de la M ― 30, el cinturón que separa a la capital del reino,
la de los coches oficiales y los restaurantes caros, de la España normal. Un
territorio físico y mental parecido al cinturón que existe en Washington DC, el
famoso beltway del que se nutrió el populismo de Trump”.
Resumiendo, que los de los coches oficiales y restaurantes caros
estaban contra Felipe y querían verle caer, no en vano votarían a Trump de
vivir en Estados Unidos. Cualquiera diría que si esa Almendra Central estuviera en contra no haría falta que un
bigotón tricornudo entrara en el congreso dando voces pero ¿quién puede
oponerse a análisis políticos tan finos?
La dinastía de los Austrias se dio a reivindicar a Hércules como uno
de los precedentes mitológicos de la monarquía hispana. Felipe IV encargó una
serie sobre los trabajos de Hércules a Zurbarán de la que hoy se conservan diez
lienzos en el Museo del Prado. En honor a la verdad, no constituyen su mejor
trabajo...
Hércules es también uno de los protagonistas de la preciosa ópera
breve de Sebastián Durón La guerra de los gigantes, escrita hacia 1700 y
considerada una apología de Felipe V, entonces en guerra con Carlos de Austria[14].
Heracles, más conocido por su nombre romano Hércules, fue el mayor de
los héroes griegos y para ganar semejante reconocimiento, tuvo que afrontar
doce trabajos que desafiaban cualquier capacidad. De entre todos ellos, mi
favorito es el quinto, el menos “heroico”. Le ordenaron limpiar los establos de
Augias, rey de Élide, y atesoraban tal cantidad de mierda que tuvo que desviar
los cursos de los ríos Alfeo y Peneo para poder limpiarlos con la fuerza sumada
de sus corrientes. Aunque yo no entiendo de almendras, avellanas o nueces, me
parece un ejemplo a imitar.
[1] Cuando Juan Carlos recibió a Condoleeza Rice le dijo
“Hola, señora Arroz”. Ella le podía haber respondido “Good morning, Mr.
Bourbon”, porque es exactamente la misma palabra. Como decía aquel personaje de
la tele, “yo digo lo mismo que él, pero a él le llaman campechano y a mí
gañán”.
[2] Que hoy recuerda otra simpleza similar, lo de “soy
independentista pero no nacionalista”. En cuanto a las situaciones cómicas,
hubo quien consideró en su momento que la serie infantil “Pippi
Calzaslargas” era un gol que los
anarquistas habían conseguido colar a la única televisión existente entonces. O
al menos eso ha dicho alguna vez el ex ― humorista Forges.
[3] Jamás olvidaré la rotunda frase que me dijo una vez
una modelo profesional: a cualquier cosa le llaman modelo.
[4] No hay que ser muy listo para darse cuenta de que la
Reina Emérita prácticamente ha olvidado el castellano.
[5] Entre medias de la película La princesa y el
pirata, protagonizada por Bob Hope. Si no recuerdo mal, al comenzar la
película Hope aparece diciendo “yo salgo luego, y hago de cobarde”. Pese a lo
avanzado de la hora y mi corta edad, tuve permiso para quedarme levantado esa
noche...
[6] Es un hecho que merecería una investigación
detallada, porque creo que de ella se derivarían lecciones muy interesantes,
pero ahora mismo necesitaría un tiempo y unos medios de los que no dispongo
para realizarla con la seriedad que requiere.
[7] Fernando Morán fue ministro de Exteriores con Felipe
González. Según se dice, era inteligente y soberbio, así que es de imaginar
cómo se sintió cuando le adjudicaban acciones atribuidas al Rey Emérito, aunque
fueran de mentirijillas.
[8] Hoy todo se desdibuja pero aquella fue conocida como
“la noche de los transistores”. Hay gente que recuerda haber visto en
directo la entrada de Tejero en el Congreso cuando en realidad esas
imágenes sólo se ofrecieron a partir del día 24.
[10] El discurso completo lo publicó El País el
05/10/17 bajo el título “Discurso completo del Rey sobre Cataluña”.
[11] Ana Romero: “La forja de un rey en sólo seis
minutos”, El Mundo, 14/01/18. Al parecer, es un avance de un libro
titulado El rey ante el Espejo, puesto a la venta el 16 de enero.
[12] En
un texto que reproduje en 2015 ya quedaba clara la importancia que la familia
da al desayuno: “Los Borbón – Ortiz son de
desayunos completos y calmados, no les van las prisas. (...) el diálogo forma
parte de su modelo de educación (...) “Doña Letizia es una experta en
nutrición, a la que le interesa el procedimiento dietético y científico de la
cocina (...) Ha guisado desde niña, y su padre, Jesús Ortiz, es un grandísimo
cocinero”.
[13] Rey de Grecia donde, pese a sus desgracias actuales,
no echan de menos a los reyes lo más mínimo. Serán desagradecidos...
[14] Pese a ser el maestro de capilla de Felipe ― hoy diríamos
el director de su orquesta y su compositor residente ―, Durón simpatizaba secretamente con el archiduque
Carlos y cuando este se hallaba a las puertas de Madrid sacó a los músicos de
su rival a cantar el Te Deum en acción de gracias. Se precipitó. Carlos
no llegó a entrar en la capital y Durón quedó señalado por su imprudencia. Tuvo
que exiliarse a Francia y aunque Felipe, conocedor de su talento, le perdonó,
Durón no regresó. Hechos como este deberían hacer replantearse a los
catalanistas su visión simplista de la Historia, pero está claro que ni se los
van a enseñar en su escuela ni los van a ver en su televisión...
No hay comentarios:
Publicar un comentario