El titular es llamativo: “Oleiros: la cúpula de Inditex se refugia en
el feudo marxista ― leninista”.
Los dos primeros párrafos resumen bien el contenido:
“El ejecutivo más rutilante del IBEX ― 35. La dueña de una de las mayores fortunas del
planeta. Y un constructor habitual de la lista Forbes. Todos empadronados en
este pueblo, a tres kilómetros en línea recta del centro de A Coruña,
gobernados por un partido marxista ― leninista que lleva tres décadas al frente del
Ayuntamiento.
Bienvenidos a Oleiros, el municipio de mayor renta de Galicia ― 37.584 euros
por habitante, el doble de la media de la comunidad según los datos de Hacienda
―, refugio de
los lugartenientes del imperio Inditex, empezando por su presidente, Pablo
Isla; y feudo político de Ángel García Seoane, Gelo, alcalde comunista y
admirador de Fidel Castro”.
Como era de esperar, la gran mayoría de comentarios de los lectores
son críticos: “Artículo impropio de un periódico progresista”, “amarillismo
puro”, “Qué tufillo más raro tiene este artículo”, a lo que otro añade “Tufillo
no, pestazo total”, que un último traduce al gallego “fede que apesta”. Otros
alaban la gestión del alcalde y su partido recalcando, por ejemplo, que un
municipio de 35.000 habitantes tenga tres auditorios.
Claro, hacer auditorios es fácil. En este caso basta con remodelar un cuartel
desocupado, una fábrica de cervezas quebrada y lo que parece ser la casa de un
indiano, pues tiene un ombú “milenario” en el patio... Lo difícil es ofrecer en
ellos una programación interesante durante todo el año y lo cierto es que en la
completa página del ayuntamiento no he conseguido información sobre su
programación, pese a que la he buscado en apartados donde la prometían... Por último, otros aleccionan a los utópicos
sobre la realidad de ser izquierdista en el siglo XXI. Por ejemplo, uno pone
como modelo de “comunista” a Teodulfo Lagunero (las comillas son suyas y creo
que muy acertadas) y otro dice (transcribo tal cual escribe): “¿que pretende
este articulo que el alcalde haga una comuna en el pueblo e implante el
comunismo libertario? Un poco de seriedad, sabemos en que sistema vivimos y las
leyes que tenemos”. Y no falta quien saca una conclusión magnífica: “El
problema es que si se hace en España una política progresista automáticamente
se convierte al municipio en un lugar con alta calidad de vida”, aunque la
receta parece que no ha funcionado igual en Marinaleda...
En realidad el periodista se limita a confrontar hechos y guarda sus
opiniones para mejor ocasión. Desde luego, existe la eterna discusión de por
qué esos hechos y no otros, pero lo cierto es que no se le puede acusar de
escribir mentiras. Lo que ocurre es que los datos que junta en su artículo
gritan a voces una de las preguntas más incómodas de nuestro tiempo: ¿Qué es
hoy ser “de izquierdas”?
¿Tiene ideología el urbanismo?
A la izquierda más valiosa del siglo XX le interesó mucho la cuestión
del urbanismo, que rara vez es inocente. Sin ir más lejos, Guy Debord se ocupó
de la destrucción de París en el capítulo IV de su Panegírico.
Porque París, como en otros muchos
momentos, fue un ejemplo para el futuro. Cuando Napoleón III encargó al Barón
Haussmann la remodelación de París le dejó claro uno de los objetivos:
ensanchar suficientemente las calles del centro de la ciudad para que no fuera
posible instalar barricadas en ellas.
Sin salir del distrito donde vivo, en el siglo XIX la hoy llamada calle Ferran,
en el cambio de siglo la Via Laietana y en los tiempos de la Barcelona olímpica
de Pasqual Maragall la Rambla del Raval, obedecían a esos mismos propósitos higiénicos.
El modelo urbanístico norteamericano es diferente al europeo por
razones históricas, la más importante la inexistencia de murallas.
En las ciudades europeas vivir más allá de la protección de las murallas
significaba exponerse a un buen montón de peligros, desde ser un objetivo fácil
para cualquier enemigo hasta quedar a merced del contagio de la peste o las
inundaciones. Los castillos, palacios y casas nobles se edificaban dentro de la
ciudad y en altura.
El resultado es que las
ciudades europeas y estadounidenses obedecen a planteamientos prácticamente
inversos. Si en la ciudad europea tradicional el centro era el lugar más
codiciado desde siempre ― basta ver dónde están edificados los palacios e iglesias
principales ―, en Estados Unidos los que tienen recursos viven en
los suburbios y el centro queda para los negros...
Sólo una vez derribadas las murallas por inútiles y planificados los
ensanches, los ricos se van a vivir a las afueras. Primero los nuevos, que no
tenían posesiones en el centro, y mucho más tarde los de toda la vida, pero
sólo en el momento en que les resulta imposible mantener sus grandes casas
porque precisamente el hecho de poseerlas marcaba la gran distancia entre los
dos grupos.
¿Cuál es el modelo urbanístico de Oleiros?
El hábitat rural gallego es disperso por razones históricas
relacionadas con la economía. Cuando la mayoría de la población vivía de la
agricultura, Galicia (y en general la cornisa cantábrica) era lo que se conoce
como una zona de baja presión demográfica, es decir, un territorio que
podía alimentar a poca población, de ahí que sea un lugar con una larga
historia de emigración. Sin embargo lo de Oleiros es excesivo hasta para
Galicia. Basta consultar el callejero disponible en su página oficial para
comprobarlo.
(Por cierto, su consulta también es interesante por otras razones. He contado
un mínimo de 130 pistas de tenis, lo que dividido entre 35.000 habitantes resulta
un índice considerable. Sobre las piscinas no me atrevo a dar cifras pues no
están tan claramente señalizadas, pero si la mitad de las figuras regulares de
color azul lo son, estaríamos en cifras escandalosas. Lo lógico sería que de
aquí a poco tiempo los campeones de España de tenis y natación sean todos
nacidos en Oleiros).
Las edificaciones se encuentran muy diseminadas y según la Wikipedia,
“El transporte público de la localidad consiste en una red de autobuses tanto
diurnos como nocturnos que la comunican con La Coruña y con otros ayuntamientos
limítrofes. No obstante, la red de transporte público está infradimensionada
para un ayuntamiento con más de 30.000 habitantes, por lo que el automóvil
particular sigue siendo el medio de transporte predominante”. Ciertamente, una
ciudad pensada para los coches no encaja mucho con la idea que tenía el
urbanismo izquierdista tradicional.
El modelo de Oleiros no difiere en lo básico del de Pozuelo de
Alarcón, Boadilla del Monte, Majadahonda o Las Rozas.
La pregunta interesante es ¿se trata de un modelo que se ha encontrado el
“alcalde compañeiro Gelo” (como le definía un comentario) o, por el contrario,
un modelo que él ha buscado expresamente?
El artículo apunta que lo cierto es que la clase muy alta de la
zona había empezado a refugiarse en Oleiros ― a un paso de A Coruña, al
abrigo de la ría y donde están las playas más salvajes ― mucho
antes de que asomase por allí ningún resquicio de comunismo. El pueblo era ya
un polo de atracción de fortunas cuando Amancio Ortega no era más que el
propietario de una tienda de batas
y también “Oleiros juega un rol residencial para
la burguesía del siglo XX y no hay más que ver aquellas casas modernistas
preciosas. No se puede analizar el fenómeno hoy sin tener en cuenta la lucha de
clases del XIX por el control del espacio, de la burguesía y la aristocracia”,
apunta un urbanista que ha estudiado la evolución del pueblo y que prefiere no
dar su nombre para no polemizar con el alcalde.
Casas de indianos y de veraneantes de la ciudad hay en toda la costa
gallega, lo importante es saber en qué porcentaje. La Wikipedia dice que
“Oleiros ha experimentado un notable crecimiento en los últimos 20 años,
pasando de ser un municipio rural a un municipio residencial, donde habitan
muchas de las familias con mayor poder socioeconómico de la provincia. Entre
las causas que explican este auge destacan su proximidad a la ciudad de La
Coruña, la política urbanística municipal, su entorno paisajístico y las buenas
comunicaciones del municipio por autovía y autopista”. Así que la transformación
es cosa de veinte años y la ha favorecido la política urbanística municipal...
ya tenemos una pista, pues Gelo y su partido llevan treinta y dos años
gobernando el municipio. Y Wikipedia ofrece otro dato que no parece casual: “El
índice de autoctonía de Oleiros es el más bajo de Galicia: solo el 19’1% de los
habitantes ha nacido en el municipio”. Lo que concuerda con los datos
anteriores, ha llegado mucha gente en los últimos tiempos...
Atraídos por una idea que el alcalde compañeiro Gelo expone con toda
crudeza cuando dice que “Toda la construcción de más de dos pisos y bajo, viene
del franquismo”, el modelo ideal para atraer a los ricos, que no son muy dados
a compartir su hábitat con la chusma.
Cuando los ricos encuentran a alguien tan dispuesto a reírles las
gracias su ingenio multiplica los chistes, más que nada para que Gelo ría con
ganas. Por ejemplo, bautizar Icaria a una urbanización donde los “chalés caros
se anuncian a un millón de euros”.
¿Y qué dice Gelo al respecto? Al fin y al cabo no ha hecho más que
cumplir su sueño... Pues nada que desentone. Que para él no son ricos, “ser
rico es otra cosa, yo le llamo gente adinerada” y defiende que refugien su
patrimonio en las SICAVS: “Una cosa es ser rica y otra ser tonto, ¿tú no lo
harías?”
Puestos a sacar conclusiones, yo sacaría dos. Una es que la misma
gente a veces es adinerada y a veces rica, sin que quede muy claro cuándo se es
cada cosa. La segunda es que no hace falta ser rico para ser tonto.
Un vistazo al” rueiro”
Oleiros tiene calles dedicadas a Dolores Ibárruri (o sea, La
Pasionaria) y a Enrique Líster. Quizá no sea casual, ambos eran grandes
defensores de la propiedad privada en España. Líster fue el encargado de
desmantelar a traición las colectividades anarquistas de Aragón con un empeño
que no mostró cuando tenía enfrente a las tropas de Franco, cuando más bien se
dedicaba a avanzar hacia atrás. Se jactaba públicamente de sus tretas y
argumentaba que las colectivizaciones debían ser siempre voluntarias y contaba
una historia maravillosa sobre los malvados anarquistas, que tenían guardados
en un almacén los jamones que habían robado a los pobres campesinos y él había
hecho que les devolvieran los jamones que fueran capaces de identificar como
suyos (así, tal cual, como si lo hubiera leído en Tintín en el país de los
soviets). Dolores remarcaba el hecho de que las colectivizaciones debían
ser siempre voluntarias.
Sobre las colectivizaciones forzosas de Stalin, que costaron cientos de miles
de muertos, no se oyó decir nada nunca a estos dos mamarrachos...
Echo una cosa en falta en el plano municipal: ¿qué tal dedicar una
calle a Alejandro Lerroux?
No desentonaría ni con el nomenclátor del callejero ni con el presente
de Oleiros...