viernes, 23 de febrero de 2018

PANGLOSSIANOS (II): LA LETRA, CON SANGRE ENTRA


El mes pasado comentaba un artículo del entusiasta Juan Ramón Rallo en el que argumentaba que 2017 fue el mejor año para la Humanidad, sólo superado por el 2018[1].  No es que sienta una especial pulsión hacia una argumentación tan indigente, es sólo que he leído un artículo que me ha sorprendido y he llegado a Rallo por asociación de ideas. Sucede que el texto nuevo va sobre educación y de ella se ocupa Rallo en su séptimo gráfico con su habitual estilo tramposo.


El texto ilustrativo dice: “Séptimo: educación. La tasa de analfabetismo en el conjunto del planeta se halla en el nivel más reducido de la historia. Desde mediados del siglo XX, ha pasado de afectar a más del 60% de la población a hacerlo a apenas el 10%. Además, no solo es que cada vez más gente sepa leer y escribir: el número de años que las personas permanecen en el sistema educativo también está aumentando continuadamente, sobre todo en los países en vías de desarrollo”.
Y lo he recordado al leer otro artículo con un título rompedor: “¿Cuál es la mayor estafa del mundo? La educación”[2]. Cierto que, pese a que los integrantes de las mareas asocian sanidad y educación en un mismo lote, mi opinión personal es que la sanidad española es muy buena para los medios que tiene, mientras la educación me parece una soberana porquería. Sin buscar culpables, sólo juzgo los resultados con mi criterio absolutamente subjetivo, como es obvio.
Lo interesante en este caso es que su autor se encuentra en las antípodas de mi ideología, por eso me ha hecho gracia. Reproduzco los cuatro primeros párrafos y reconozco que son los más negativos, pero si me tomo la molestia de citar lo que reproduzco es para que quien quiera lo pueda leer entero:
Cada día, 1.500 millones de niños y jóvenes en todo el mundo acuden a edificios que se llaman escuelas o colegios. Y allí pasan largas horas en salones donde algunos adultos tratan de enseñarles a leer, a escribir, matemáticas, ciencias y más. Esto cuesta el 5% de todo lo que produce la economía mundial en un año.
Una gran parte de este dinero se pierde. Y un costo aún mayor es el tiempo que desperdician esos 1.500 millones de estudiantes que aprenden poco o nada que les vaya a ser útil para moverse eficazmente en el mundo de hoy. Los esfuerzos que hace la humanidad para educar a sus niños  y jóvenes son titánicos y sus resultados son patéticos.
En Kenia, Tanzania y Uganda, el 75% de los alumnos de tercer grado no sabe leer una frase tan sencilla como: “El perro se llama Fido”. En la India rural, el 50% de los alumnos de quinto grado no puede restar números de dos dígitos, como 46 – 17, por ejemplo. Brasil ha logrado mejorar las habilidades de los estudiantes de 15 años, pero al actual ritmo de avance les llevará 75 años alcanzar la puntuación promedio en matemáticas de los alumnos de los países ricos; en lectura, les llevará más de 260 años.
Estos y muchos otros datos igual de desalentadores están en el Informe sobre el Desarrollo Mundial del Banco Mundial. El mensaje central del informe es que escolarización no es lo mismo que aprendizaje. En otras palabras, ir al colegio o a la escuela secundaria, y hasta obtener un diploma, no quiere decir que ese estudiante haya aprendido mucho.
Fin de la cita, que diría Mariano. Su autor, Moisés Naím, fue Ministro de Fomento de Venezuela  en 1989, en el gobierno de Carlos Andrés Pérez, gran amigo de Felipe González.
En apenas una semana de ese año 276 opositores murieron a manos de la policía, según cifras oficiales. Otras fuentes hablan de 3.000 desaparecidos, son las jornadas conocidas como el Caracazo.  Líbreme el cielo de decir algo en favor de los bolivarianos pero si hubieran hecho algo parecido Chávez o Maduro habría que escuchar lo que diría la intelectualidad patria encabezada por Norberto Juan Ortiz, que es gran experto en la materia porque su última esposa es venezolana[3]...
Cierto es que Rallo se cura en salud y aunque titula su gráfico como Educación, en realidad habla de analfabetismo. Y entiendo que conoce la diferencia, para eso se ha creado el concepto de “analfabeto funcional”, que es el que nunca lee aunque sepa leer. En España, donde la tasa de analfabetismo está prácticamente en el cero, los analfabetos funcionales suman el 50%. La mitad de la población no lee. Nada. Ni siquiera mierda. No lee. No siente esa pulsión de acercarse a un texto...[4].
Por no entrar en algunos datos que ponen en cuestión las ideas de Rallo como que “En la Europa de mediados del siglo XVII había más centros escolares y alumnos que a mediados del XIX”[5].
La idea de progreso es bella y estimulante pero los de mi generación sabemos que viviremos peor que nuestros padres. Y los que saben de historia saben que la historia humana reducida a gráficas presenta un perfil de dientes de sierra. Una danza caprichosa que alterna pasitos hacia adelante y pasitos hacia atrás. Y aquellos a los que las gráficas les salen perfectas pues eso, mentirosos redomados...





[1] Y evidentemente el 2019, el 2020 ... 2030... 2050... 2090... Siguiendo su lógica, visto desde el siglo XXII el 2018 parecerá una soberana porquería, el puro subdesarrollo, y los que vivan entonces nos tendrán lástima, como muchos hoy se la tienen a los que vivieron épocas anteriores que desde mi modesto punto de vista resultan fascinantes. Como la Edad Media, por extraño que suene.
[2] Moisés Naím: “¿Cuál es la mayor estafa del mundo? La educación”, El País, 18/02/18.
[3] Si, claro, Bertín Osborne, el único intelectual que la derecha puede oponer al gran intelectual de la izquierda Jordi Évole.
[4] Y de los que leen, me abstengo de hacer clasificaciones que los fachorrillas podrían tildar de clasistas en su infinita desvergüenza. Con toda razón, por cierto...
[5] Jacques Barzun: Del amanecer a la decadencia. 500 años de vida cultural en Occidente (de 1500 a nuestros días), Taurus, (Madrid), 2001, p. 86. El libro es probablemente su obra maestra, lo que es mucho decir. Comenzó a escribirlo con 84 años y lo dio a la imprenta a los 92. La gran diferencia entre las ciencias y las letras es que los humanistas van edificando su saber a través de los años, por acumulación de lecturas y reflexiones, mientras los grandes avances científicos suelen nacer de la osadía y la intuición, cualidades asociadas a la juventud. Einstein publicó su teoría de la relatividad especial a los 25 años, la general diez años después y recibió el Premio Nóbel a los 42.

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